Dios de maravillas. Loron Wade

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Название Dios de maravillas
Автор произведения Loron Wade
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9789877983326



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      Estábamos deseosos de conocer todos los detalles de esta maravillosa historia antes de pasar más vistas. Así que, a la mañana siguiente, Alfredo buscó a Promi con una libreta de apuntes en la mano.

      –¿Podría decirme qué fue exactamente lo que vio su papá?

      –Vamos a la iglesia y le contaré. Ahí nadie nos molestará.

      Una vez que se sentaron cerca del púlpito, Promi comenzó su historia:

      –Cierto día, mi papá celebraba una reunión; súbitamente dejó de hablar. Sus ojos parecían de vidrio. Miraba hacia el cielo y ya no respiraba. Yo creí que estaba muerto.

      –¿Cuánto tiempo permaneció así? –le preguntó Alfredo.

      –Hasta cuando el sol estuvo alto en el cielo. Todos teníamos mucho miedo. Nadie había visto semejante cosa. Algunos trataron de acostarlo, pero nadie pudo moverlo. Permaneció como una roca.

      Promi hablaba en voz baja mientras describía la escena:

      –Cuando Auca respiró profundamente y empezó otra vez a abrir y cerrar los ojos, le pregunté: “Papá, ¿estás enfermo?” Entonces me contó lo que vio. Papá dijo que el cielo es un lugar glorioso. Él no quería volver a la Tierra. Esta Tierra es un lugar malo; él quería permanecer en el cielo. Aquí trabajamos con cuchillos y machetes para vivir, pero en el cielo no será así.

      –Es asombroso –exclamó Alfredo–. ¿El ángel vino más de una vez?

      –El ángel vino muchas, muchas veces.

      –¿Auca siempre permanecía como una roca cada vez que venía el ángel?

      –No; algunas veces, cuando el ángel venía él estaba acostado en la cama.

      –¿Y cuándo fue que el ángel vino por primera vez?

      –Hace mucho, mucho tiempo. Yo era aún muy pequeño, pero lo recuerdo bien. Cuando papá llegó a ser cacique, oró y habló con el Gran Espíritu. Durante muchos días y muchas noches él oró. Contó al Espíritu que él quería que su pueblo fuese bueno. Fue entonces que el ángel vino y habló con él.

      –¿Qué fue lo primero que le dijo el ángel?

      –El ángel dijo que el pueblo debía lavarse y ser limpio. Papá tenía tres esposas. El ángel le dijo que debía tener solo una. Auca dijo a dos esposas que debían irse. Se enojaron, trataron de envenenarlo. Auca dijo a todo el pueblo que debían ser limpios y tener una sola esposa. El ángel le dijo a papá una noche que debía guardar el séptimo día como día santo. El ángel dijo que el sábado empieza a la puesta del sol el viernes, y que el tiempo es sagrado hasta que el sol se vuelve a ocultar otra vez. Dijo que no trabajáramos entonces, y que comiéramos poca comida el sábado. Mucha comida da sueño.

      –¿Cómo supo su papá cuál día era el sábado?

      –El ángel le dijo a papá cuál día era.

      –¿Cómo llevaron la cuenta de los días de ahí en adelante?

      Promi sonrió.

      –Hicimos nudos en cordones. Nudo grande significa sábado. ¡Fácil!

      –¿Dónde adoraban antes de construir la iglesia?

      –En la casa de papá. El la limpió. Papá dijo a la gente lo que los ángeles le dijeron.

      –¿La gente hizo lo que el ángel había indicado?

      –Sí, la gente quería a Auca. Él era generoso y bueno.

      Ellos hacían lo que él decía.

      –¿Usted construyó esta iglesia tan bonita?

      –No. La construyó Auca. La gente lo ayudó. Yo ayudé. Cuando se terminó, Auca dijo que alguien tenía que mantenerla limpia; que debíamos poner flores hermosas en la iglesia.

      Jamás nadie en la selva nos había dicho que debía haber alguien encargado de mantener limpia la iglesia. Toda esta revelación nos dejó mudos a Alfredo y a mí. Pero aún quedaba más por saber.

      Al día siguiente, pedí a dos de las mujeres que reuniesen a todas las madres de la aldea para una charla. Enseguida se juntaron todas en la iglesia, deseosas de escuchar lo que yo les tenía que decir. Les mostré unos cartelones acerca de las carnes limpias y las inmundas, haciendo énfasis, particularmente, en el hecho de que no es lícito beber sangre. Había visto a muchos indios en los viajes matar a un animal, desangrarlo y bebería en el acto. Observé que las mujeres sonreían, y me pregunté si había dicho algo incorrecto. En esto, Madelina ya no pudo contenerse. Se puso en pie, y con una amplia sonrisa me dijo:

      –Pero, hermana, nosotros no tomamos sangre. Tampoco comemos carnes inmundas. No comemos cerdo, ni conejo, ni ratas ni pescado sin escamas.

      Al parecer, mi perplejidad era evidente, pues ella añadió enseguida:

      –Auca nos dijo que no debíamos hacerlo. El ángel le dijo a Auca.

      Así que, intenté otra cosa. Les dije que no debían hacer cachire (un poderoso aguardiente nativo). Nuevamente, todas se sonrieron.

      –Bueno –les dije, riéndome– ustedes no hacen cachire, ¿verdad?

      –Auca dijo: cachire nos emborracha. Es sucio. El pueblo aquí no lo usa –contestaron varias.

      Cuando les mostré cómo dar sencillos tratamientos con agua, como fomentos, etc., Mary, la esposa de Promi, me informó que ellos trataban a sus enfermos de esa forma desde hacía muchos años.

      Al volver a casa, comenté a Alfredo:

      –¿Qué puedo enseñar a esta gente? Todo lo que he tratado de enseñarles, ya lo saben y lo practican.

      –A mí me ha pasado lo mismo –dijo Alfredo.

      –En vez de que les enseñemos nosotros, ¡ellos lo hacen! Su reverencia y sinceridad sobrepasan en mucho a lo que hemos visto antes, aun en el mundo civilizado.

      –Sí; además les he escuchado orar y cantar a las cuatro de la mañana.

      Promi me contó algunos detalles acerca del Juicio y las siete postreras plagas, tal como lo creemos nosotros. Dijo que el mundo será destruido por fuego y granizo. Él lo llamó “plomo”, que significa disparo. Y dijo que el granizo sería arrojado desde el cielo a los malvados.

      Madelina nos dijo que Auca les anunció un día que él iba a morir. El ángel le había dicho que él no viviría para ver a los misioneros. Les aconsejó que fueran fieles; pero les advirtió que algunos se apartarían del mensaje. Y descubrimos que esto fue así. Por cierto, Auca nunca halagó a su pueblo; antes bien, los exhortó y amonestó pacientemente.

      Luego supimos que la palabra Auca significa “Gran Luz”. Alfredo le preguntó a Promi quién le había puesto ese nombre a su papá.

      –El ángel le dijo a mi papá –contestó Promi– que su nombre era Auca.

      Los indios tenían un himno que cantaban a la hora del crepúsculo. Lo cantaban mientras veían ocultarse el sol al final del día; y al acordarse de la Nueva Jerusalén, comparaban las tristezas de este mundo oscuro con las glorias de la Patria Celestial, donde no habrá noche. Y lloraban mientras cantaban.

      Así pasaron los días de nuestra estancia entre ese pueblo maravilloso. Nos fue muy difícil despedirnos de ellos. Sentimos que habíamos experimentado un pequeño anticipo del cielo. Y nos acordamos del pasaje de Joel 2:28: “Y acontecerá que en aquellos días, derramaré mi Espíritu sobre toda carne”.

      Nuestra visita a estos indios impresionó nuestra mente indeleblemente con la verdad de esta profecía. Ahora estamos seguros de que todos los observadores del avance del mensaje en estos últimos días descubrirán, como nosotros, los medios extraordinarios que Dios está usando para terminar su obra.

      por Minot de Hamm–1917

      El