Название | El peronismo y la consagración de la nueva Argentina |
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Автор произведения | Carlos Piñeiro Iñíguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507547096 |
Todavía contradictorias o inciertas se presentaban las motivaciones de los militares para asumir el poder. Para la mayoría de los argentinos no resultaba claro si prevalecían las de índole local, dada la evidencia de que estaba por perpetrarse un nuevo fraude electoral, o las referidas a la inserción del país en la región y el mundo, como era la cuestión del mantenimiento o no de la neutralidad argentina. Desde luego que todos esos factores incidieron; pero las distintas tomas de posición de los protagonistas, y sus numerosos testimonios, dan a entender que la Revolución de Junio fue el resultado de varios movimientos y conspiraciones, que las circunstancias llevaron a unir y combinar. De allí su complejidad y su carácter “confuso” o contradictorio. Desde las perspectivas de la dirigencia política, podría decirse que hubo un 4 de Junio de los radicales unionistas; otro de los intransigentes; otro de los forjistas; otros, varios, de los diversos matices nacionalistas; un 4 de Junio aliadófilo, otro neutralista, e incluso un tercero pro-Eje. En todo caso, el hecho de que un mismo acontecimiento pudiese dar cabida a esa heterogeneidad de miradas y de expectativas muestra que la Argentina estaba en uno de sus momentos “bisagra”, cuando necesariamente debía definirse un rumbo. Tal vez, como señala Rosendo Fraga, la Revolución no era “inexorable”. No obstante, para evitarla se hubieran requerido condiciones que el mismo Fraga señala, y con las que ya no era posible contar: que el general Justo hubiese podido imponer, en 1937, al doctor Miguel Ángel Cárcano como candidato a la vicepresidencia, es decir, que no estuviese Castillo en el gobierno, o que no se hubiesen producido las sucesivas muertes de Ortiz, Alvear y Roca y, sobre todo, que el propio Justo no hubiese fallecido inesperadamente a comienzos de 19435. Pero, dadas las circunstancias, nada pudo impedir que el “clamor del pueblo” llegase a los cuarteles. Cuando los distintos sectores de la oficialidad, cada uno con su aspiración o programa, confluyeron y decidieron tomar el poder, la situación había llegado a un punto de no retorno. Quizás no tanto en lo coyuntural, como sí en su proyección a mediano y largo plazo.
1.1 Las múltiples razones para un cambio
Más allá de los factores circunstanciales que llevaron a las Fuerzas Armadas a deponer a Castillo y asumir el ejercicio del poder, en junio de 1943 existían múltiples razones para que se decidiesen por un cambio de esa magnitud. Ante todo, existía un malestar generalizado en la población, que hacía temer a los militares la perspectiva de mayores enfrentamientos y “desorden”. Otro punto preocupante era la cuestión del reequipamiento militar; ante el creciente poder bélico de los vecinos, y sobre todo de Brasil, los mandos reclamaban una urgente solución y no veían en los políticos la decisión de adoptarla. Todo ello fortalecía entre los oficiales la convicción de que los dirigentes constituían una “partidocracia” o “casta política” que carecía de propuestas de modernización y fortalecimiento de la Nación. Y, posiblemente peor aún, carente de visión estratégica, sin perspectiva de futuro.
1.1.a) El creciente malestar con el gobierno de Castillo y el régimen
La preocupación ante un aumento de la conflictividad social y política, y la perspectiva de que llevase a enfrentamientos y al “desorden”, eran comunes a la gran mayoría de los oficiales de las Fuerzas Armadas. Si bien se articulaban de distinto modo y con variada intensidad, según la orientación ideológica de cada sector, en esa inquietud jugaban una serie de factores que eran igualmente observados como peligrosos, al menos potencialmente.
La concepción de la nación en armas, como base de la doctrina estratégica, situaba en el centro de la preocupación de los militares todo lo referido a la actividad económica y social de la Argentina, en el contexto regional y mundial de la guerra. La defensa nacional requería contar con los recursos necesarios, y el primero de ellos era disponer de efectivos suficientes, en condiciones de ser instruidos y de prestar servicio. El general Tonazzi, en la Memoria del Ministerio de Guerra de los años 1940-1941, señalaba: si la regla “adoptada por casi todos los países bien organizados” era que, en tiempos de paz, estuviese bajo bandera el equivalente al uno por ciento de su población, la Argentina distaba mucho de cumplirla. Y, entre las dificultades para lograr ese objetivo incluía “las precarias condiciones de vida en que se encuentran” algunas regiones del país. Aunque Tonazzi indicaba que tal situación era “obra de circunstancias transitorias”, los informes de Sanidad militar sobre el reconocimiento para incorporar conscriptos, de forma reiterada daban cuenta de altas proporciones de exceptuados por motivos médicos, por encima del 40%; de ellos, no menos del 10% como ineptos totales, y el resto, solo “aptos para servicios auxiliares”. La principal causa, en una y otra categoría de exceptuados, era la rotulada como “debilidad constitucional”, en su mayoría debida a malnutrición. Probablemente no exagerase Perón al decir que desde “muy joven, cuando presenciaba la incorporación de los soldados a mi regimiento, frente al estado lastimoso en que llegaban, se había despertado en mí un profundo sentimiento social ante lo que todos considerábamos como una tremenda injusticia”. Hacia 1943, la situación no era mucho mejor. Por entonces, los médicos militares se preocupaban gravemente por la incidencia de enfermedades como la tuberculosis, estableciendo una relación estrecha entre sanidad militar y salud pública que, a su vez, apuntaba a la necesidad de mejorar la condición socioeconómica de la mayoría de la población6. En este sentido, el interés por la economía nacional se reforzaba en la oficialidad más allá de sus posiciones ideológicas.
Con el rechazo del Programa de Reactivación de la Economía Nacional presentado por Pinedo se vieron limitadas las posibilidades de fortalecer la producción mediante un mercado ampliado regionalmente e incentivos a la inversión. Las medidas tomadas desde 1941, que reforzaron la presencia estatal en la economía y el incentivo adicional a la sustitución de importaciones generado por las dificultades del comercio exterior, no llegaban sin embargo a paliar los problemas que mostraban los cuellos de botella de la matriz productiva argentina. La escasez de insumos que debían importarse, entre otros de neumáticos, combustibles, maquinaria y repuestos, se agravó a partir de la entrada de Estados Unidos en la guerra y su política de restricciones a la Argentina, como modo de presionar para que pusiese fin a su neutralidad. Desde 1941 comenzó a conocerse un proceso contradictorio, que afectaba particularmente a la actividad industrial. Por un lado, el aumento de la utilización de materias primas nacionales y de aquellas que podían reciclarse a partir de existencias locales, como el caso de la chatarra en las actividades metalúrgicas. Por otro lado, la carestía de insumos importados y, especialmente, la imposibilidad de incorporar nueva maquinaria o modernizar equipos. El crecimiento de la producción, a partir de 1941, se produjo principalmente en rubros que procesaban materias primas locales (nacionales o recicladas), y sobre la base de un incremento de la utilización de mano de obra, de manera intensiva donde era posible, o recurriendo a la ampliación de turnos. Se combinaron, por esa vía, dos procesos económico-sociales potencialmente conflictivos. El aumento de precios, desconocido desde 1930, hizo de la “carestía de la vida” un tema recurrente en los medios periodísticos, en los reclamos gremiales y en la prédica política, tanto oficial como opositora. Al mismo tiempo, una creciente