La venganza de un duque. Noelle Cass

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Название La venganza de un duque
Автор произведения Noelle Cass
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418616235



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con camas dobles. Holly asintió y el posadero les entregó la llave, anunciándoles que la cena se servía dentro de media hora, y les indicó las escaleras para que subieran a la habitación el equipaje. Holly y Gina subieron a la planta de arriba, y entraron en la habitación que les habían asignado. No era una habitación grande, pero resultaba confortable y estaba limpia. Aprovecharon que había agua en el aguamanil para asearse y cambiarse de ropa antes de bajar a cenar.

      Veinticinco minutos después, bajaron y una de las mozas que atendían en el local las acompañó al comedor. La joven les preguntó qué iban a tomar y les dijo que esa noche había para cenar empanada o codillo de cerdo al horno con patatas. Ambas pidieron limonada para beber y se decantaron por el codillo. La chica no tardó nada en servirles la cena, y comprobaron que estaba sabrosa; luego, tomaron un té para que las ayudara a descansar mejor.

      Tras beberse la infusión, Gina y Holly subieron a su habitación, mientras el comedor se iba llenando de huéspedes. Todavía era muy temprano, pero Holly le dijo a su sobrina que era mejor que se acostaran temprano, pues no sabía cuánto tiempo les iba a costar encontrar otro carruaje de alquiler a la mañana siguiente.

      Ya acostadas, Holly no había tardado nada en quedarse dormida, pero Gina todavía permanecía despierta sin poder dormir. La imagen del duque aparecía en su mente para torturarla. Y no conseguía entender por qué no podía dejar de pensar en él y le afectaba tanto. Mentalmente, maldijo a ese hombre que se estaba adueñando por completo de su mente y de sus pensamientos. Y tenía que verlo como el canalla que era y que únicamente la quería para satisfacer su deseo. Pero algo se removía dentro de su pecho cuando pensaba en él. Y Gina no entendía qué le estaba pasando, cuando debería odiar con todas sus fuerzas al hombre que había llevado a su familia a la ruina y ahora quería quitarles su casa. Se removió incómoda en la cama diciéndose que tenía que sacar de su cabeza esos pensamientos que no la llevaban a ninguna parte, y que si estaba huyendo era precisamente para que él no lograra lo que pretendía de ella. Su tía y ella le habían demostrado que eran mucho más inteligentes que él, e iba a hacer todo lo posible para que no pudiera encontrarla y cumplir con lo que ese horrible noble pretendía de ella. Era una mujer decente y no iba a arruinar su reputación siendo su amante.

      Como Nolan había dispuesto, a la mañana siguiente a las diez en punto, sus dos abogados se presentaron en la mansión para dirigirse a St. James House para desalojar a sus inquilinos. Nolan se subió al carruaje ducal y emprendió la marcha, mientras en otro carruaje lo seguían los abogados. Y no dejaba de pensar en cómo iba a disfrutar ese momento, y de paso, sabría si Gina se había ido como le aseguró su tía.

      Cuando el carruaje se detuvo en la propiedad, por la ventanilla pudo apreciar el mal estado en que se encontraba la propiedad, y se alegraba de ver hasta qué punto había arruinado la vida de Gina y la de su familia, y tenía plena seguridad en que nunca se iba a arrepentir por ello; ella lo había despreciado y pisoteado sus sentimientos como si de un trapo sucio se tratara.

      El lacayo que había acompañado al cochero en el pescante, bajó para abrirle a Nolan la puerta, él cogió el antifaz que había dejado en el asiento y con un eficaz movimiento se cubrió la cara, bajó del vehículo y se encaminó hacia la entrada de la casa seguido por sus abogados. Vernon ya había abierto la puerta nada más distinguir el carruaje ducal.

      —Buenos días, excelencia, ¿qué os trae por nuestra humilde morada? —preguntó, mientras hacía una reverencia.

      —Como estarás al tanto, sabrás perfectamente que hoy vence el plazo para que desalojéis la propiedad.

      —¿Qué está pasando, Vernon? —los interrumpió Jerome.

      —Sabes perfectamente a lo que vengo —respondió Nolan, sardónicamente.

      —¡No tenéis derecho a hacernos esto, excelencia! —Jerome estaba empezando a enfadarse.

      Nolan los miró desafiante, al tiempo que decía:

      —Sí que puedo hacerlo, aquí están mis abogados para demostrar que estáis ocupando de forma ilegal una propiedad ajena.

      —¡Eso es una vil mentira, no sé de qué sucia artimaña os habéis valido para lograrlo! ¡Pero de nuestra casa no nos vamos!

      Xavier, que se encontraba en la biblioteca, oyó el griterío que se había formado en la puerta y salió a ver qué estaba pasando.

      —¿Qué significan estos gritos, Jerome?

      —Su excelencia viene a echarnos de la casa.

      —¡No lo vamos a permitir! ¡Así que subíos a vuestro carruaje y largaos antes de que empecéis a tener serios problemas!

      Nolan soltó una carcajada, eso enfureció a Jerome e intentó darle un puñetazo, pero Xavier lo detuvo a tiempo haciéndole ver que era un gran error y que los podían enviar a la cárcel.

      —Sabia decisión —prosiguió diciendo Nolan—. Ahora quiero que todos los habitantes de esta casa salgan y se vayan. ¡Abogados, procedan!

      —¡No os atreváis, imbéciles! —dijeron Jerome y Xavier, haciendo un frente común para evitar los avances. Poco después, llegó Willow y entre los tres hicieron todo lo posible para que el noble no se saliera con la suya.

      Nolan se estaba cansando, y se negaba a creer que le habían ganado la batalla, por ahora no le quedaba más remedio que retirarse. Les lanzó una mirada de odio advirtiéndoles de que no iba a permitir que las cosas quedaran así. Luego se giró, e hizo un gesto a sus hombres para que se retiraran. Furioso, subió al carruaje y diciéndose que no iba a fallar en la última fase del plan.

      Willow, Xavier y Jerome, respiraron aliviados cuando vieron que los carruajes abandonaban la propiedad. Entraron en el interior de la casa, fueron a la biblioteca y allí pidieron a Vernon que les sirviera una copa de brandy. El mayordomo asintió, todavía con el susto en el cuerpo, ya que, por unos instantes, había temido que el duque se saliera con la suya. Sirvió la bebida, mientras Xavier decía que habían ganado algo de tiempo y que su madre y Gina no habían tenido que presenciar la espantosa escena que se había producido con ese maldito hombre.

      Mientras el carruaje avanzaba, Nolan pensaba en Gina, y no había podido saber si de verdad se había ido de viaje como afirmaba su tía. Y se juró así mismo que él la encontraría donde fuera que se estuviera escondiendo, porque ahora tenía más claro que nunca que estaba huyendo de él, y qué equivocada estaba si creía que lo podía engañar tan fácilmente.

      Holly y Gina se levantaron tan pronto el alba empezó a despuntar sobre el horizonte, se asearon, se vistieron, recogieron el equipaje y bajaron a desayunar. Tras un copioso desayuno, Holly pagó la cuenta al posadero y le preguntó si había una cuadra cercana donde se pudiera alquilar algún carruaje, el hombre les dijo que había una a unos quinientos metros de distancia, le dieron las gracias y salieron del establecimiento siguiendo las instrucciones del dueño.

      Cuando llegaron, preguntaron al jefe de cuadra si tenían algún carruaje para alquilar, el fornido hombre les dijo que estaban de suerte, ya que solamente le quedaba uno disponible. Tras pagar lo acordado, el cochero subió el equipaje y ayudó a las damas a subir al vehículo; minutos después, emprendían la marcha hacia Éxeter.

      Fue entonces, cuando Gina preguntó:

      —Tía Holly, ¿Graystone ya habrá ido a casa?

      —Querida, no te angusties por eso, mis hijos y tu padre lo evitarán.

      —Ojalá sea así. Me sentiría muy desgraciada si por mi culpa nos quedamos en la calle.

      —Escúchame, Gina. Has hecho lo correcto, ninguna muchacha decente aceptaría esa denigrante proposición.

      —Es cierto, y todavía me sigo preguntando por qué ese demonio se ha ensañado de esa forma con nosotros. No lo conocemos de nada y no sé qué diablos tiene en nuestra contra.

      Holly se quedó unos minutos en silencio antes de responder:

      —Cariño, no tengo ni idea, y tampoco tengo respuesta a tu pregunta.