Название | No esenciales |
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Автор произведения | María Victoria Baratta |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875997202 |
A mitad de año, mi sensación de que las escuelas abrirían pronto se desvaneció. Y la causa de los derechos de los niños a jugar, que ya se había generalizado en salidas permitidas o todavía clandestinas, se convirtió en la causa del derecho a la educación. En redes sociales encontré más gente preocupada, que estaba destinando también parte de su tiempo libre a investigar lo que los científicos militantes ignoraban o falseaban. Nos juntamos, y así nació Padres Organizados.
Mi formación y trabajo como académica en historia me llevó a querer cumplir el rol en el grupo de recopilar toda la evidencia posible sobre apertura de escuelas en un mundo que ya había notado que el costo de tenerlas cerradas era mayor que los beneficios. Dediqué el poco tiempo libre a armar una base de datos y a usar mi cuenta de Twitter para difundirlos.
Hoy, en este libro, quiero compartir todo lo que tuve que aprender a la fuerza este año. Porque la pandemia relegó los derechos de los niños y adolescentes en todo el mundo en un principio, pero rápidamente se tomó nota del daño que eso implicaba y se empezaron a implementar políticas para revertirlo. Porque hablar de eso en Argentina hace unos meses era querer sacarse a los hijos de encima. Porque cuando nos organizamos estábamos muy solos. Porque las autoridades educativas repetían falsedades. Porque quienes tenían que defender los derechos y la salud de niños y adolescentes estaban en silencio cómplice. La virtualidad no garantiza la educación, por más esfuerzos docentes que existan. No todos los chicos tienen acceso a conectividad, y los que lo tienen no aprenden de la misma forma. Muchos otros problemas se desprenden de las escuelas cerradas. Son también los que abordaré en esta oportunidad.
Estar saludable no es solo no tener covid-19. La ausencia de un criterio más amplio que el infectológico para abordar la pandemia provocó otros problemas de salud. Cerrar las escuelas afecta la de los chicos. Los adultos les fallamos, y debemos remediar eso. Mientras vamos a restaurantes, shoppings, casinos, reuniones sociales, de vacaciones, todos espacios más riesgosos, e incluso los llevamos a colonias de verano, les negamos su derecho a la educación. Este libro puede servirles a padres, pero está dedicado a los chicos. Sobre todo, a los que no pueden expresarse, a los más pobres, a quienes su futuro ha quedado todavía más comprometido y a los niños con discapacidades. Hace meses que todos ellos deberían estar en la escuela y en sus terapias.
Comenzaré con un relato de todo lo que sucedió este año respecto de niños y adolescentes y sus derechos. Cómo la gestión de la pandemia los dejó de lado y, sobre todo, cómo el debate acerca de la reapertura de escuelas se vio demorado, improvisado y repleto de deshonestidad. Luego contaré cómo se formó Padres Organizados y se multiplicó por todo el país. Hoy hay un consenso público más amplio sobre el regreso a las aulas, pero los datos científicos y las consideraciones bioéticas estaban ahí desde hacía meses. Sin ser este un libro de historia, el relato dejará claro que no se trató de una protesta anacrónica. Enseguida explicaré todos los enormes costos de tener las escuelas cerradas. En el siguiente capítulo, expondré la evidencia sobre la muy baja letalidad del covid en niños, su menor capacidad de contagio y de diseminar el virus y la experiencia de apertura de escuelas en todo el mundo. Y, por último, me dedicaré a la primera infancia, una edad crucial para el futuro de un país, que fue totalmente desestimada.
Este libro resume los argumentos por los que abrir escuelas en pandemia debería ser la absoluta prioridad. Aunque hay bastante evidencia científica que respalda esta postura, la decisión es política. El debate sobre cómo responder a la pandemia muchas veces se enmarca como un problema exclusivamente científico. Sin embargo, es ante todo moral y ético. Este es el planteo, por ejemplo, de Graham Medley —especialista en enfermedades infecciosas— y Francois Balloux —biólogo y genetista—. La razón principal es que no hay solución total para enfrentar la pandemia, sino solo compensaciones. Se trata de implementar estrategias científicamente fundamentadas de mitigación de pandemias, pero sobre todo de ponernos de acuerdo como sociedad en qué maximizar o minimizar. Todas estas estrategias requieren preguntas incómodas sobre qué es lo que se debe priorizar.1 Según Graham y Balloux, las opiniones sobre el mejor curso de acción no parecen depender de la calificación. Los auténticos expertos en mitigación de pandemias y salud mundial parecen estar igualmente divididos en sus puntos de vista que el público en general. Las opiniones tampoco caen en líneas políticas obvias. Las diferencias están en el peso que ponen en objetivos mutuamente excluyentes. Garantizar los derechos de niños y adolescentes como una prioridad a pesar de la pandemia es una de las opciones que muchos países tomaron. Saben que de ellos depende el futuro, que su salud física y emocional se resiente con las escuelas cerradas, que hay pérdidas de aprendizaje que no se recuperan y que es difícil sostener la economía con los niños en casa.
El riesgo cero ante el virus lamentablemente no existe en ningún espacio, pero el beneficio epidemiológico de tener las escuelas cerradas es bastante modesto al lado de los enormes costos sociales, emocionales, económicos y de salud que se generan. La educación es un derecho humano y una actividad esencial y prioritaria. La pandemia es una realidad, pero hay distintos modelos y formas de volver a la escuela que ya se han puesto en marcha en todo el mundo. En la Argentina de 2020, no hubo voluntad firme ni creatividad para buscar soluciones.
Muchas escuelas reabrirán en Argentina en 2021. Sin embargo, se ha perdido tiempo valioso, y los establecimientos educativos parecen estar sometidos a protocolos que no se les exigen a otras actividades habilitadas hace meses. Se trata de actividades que son menos esenciales que la educación, que funcionan en espacios más riesgosos que la escuela y que involucran a personas que son pacientes de riesgo ante el virus. Este libro es un documento de lo que se pudo hacer el año anterior y no se hizo y de los costos y el daño que esa decisión trajo y traerá consigo. Pero sobre todo es un llamado de atención para mantenernos en alerta de aquí al futuro. Para entender que no se les puede exigir a los niños lo que los adultos no hacemos. Para comprender que debe aspirarse a la máxima presencialidad. Para estar atentos a que, ante una eventual suba de contagios comunitarios, las escuelas sean lo último en cerrarse, ni lo primero ni lo único. Para que nunca más una enfermedad que no es especialmente letal con los niños sea la razón para tener cerradas las escuelas durante un año. Para darles herramientas a los padres que tengan que enfrentarse a situaciones en las que no se quiera reabrir las escuelas. Y para que los padres de los chicos que regresan cambien el pánico por la información. Se lo debemos a nuestros hijos. Se lo debemos como ciudadanos y adultos a los millones de chicos que hoy viven bajo la pobreza y la indigencia en nuestro país.
Escribo estas líneas en una habitación de un sanatorio. Estoy acompañando a mi papá. No tiene covid-19. El encierro prolongado y el pánico agravaron sus condiciones de salud preexistentes, aunque por fortuna no corre peligro su vida. No es el único al que el encierro le perjudicó la salud por un motivo diferente al virus. Tampoco se trata de negar la gravedad del covid-19. Miles de personas enfermaron, murieron y perdieron a sus seres queridos por esa causa este año. Pero también miles enfermaron, murieron y perdieron a sus seres queridos por otras razones. Solo se trata de evaluar riesgos y beneficios y de entender que no es viable que una sociedad se encierre durante dos años o más, por razones biológicas, sociológicas, económicas, emocionales y sanitarias. Y que esa sociedad les debe a los menores de edad la garantía de sus derechos, aun en situaciones de emergencia.
San Isidro, provincia de Buenos Aires
1° de marzo de 2021
1 Graham Medley, “Scientists Shouldn’t Have the Final Word on covid-19 Plans”, en The Times, 1° de