Название | La Palabra del Señor |
---|---|
Автор произведения | Pedro Alurralde |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874792310 |
Durante estas “peregrinaciones”, que así las consideraba, casi espontáneamente surgía la pregunta de quienes lo rodeábamos: ¿son en verdad necesarias? Su respuesta, en cierta ocasión, fue: “Como encadenado por el Espíritu, voy sin saber lo que me sucederá. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan” (cf. Hch 20,22-23). Lo llamativo es que lo dijo en el inicio de su peregrinación, en tanto que san Pablo lo afirmaba en su despedida de los presbíteros de Éfeso.
En los períodos que bien podríamos llamar de “sosiego”, fue escribiendo varios libros, más bien breves, en los que volcaba sus vivencias, sus experiencias personales y comunitarias. De entre ellos cabe mencionar su “versión extractada de la Regla de san Benito”, a la cual en un segundo momento añadió un comentario, y finalmente publicó en un pequeño libro: “Tomando por guía el Evangelio”, prologado por el Cardenal Eduardo F. Pironio. Esta obra conoció varias ediciones, y en cada una de ellas introdujo pequeñas modificaciones.
La muy especial atención que le dedicó al texto de nuestro Padre san Benito, es el signo preclaro de la preocupación constante, ya mencionada, y principal del P. Pedro, la motivación de su existencia: dar a conocer la vida monástica benedictina, propagarla, irradiarla; que hubiera más monjas, más monjes y más monasterios en nuestros países de América Latina.
Esa meta, si se me permite la expresión, lo “perseguía”. Y por ello siempre tuvo un aprecio del todo particular por la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, siendo uno de sus iniciadores, y su primer presidente.
Los últimos años de la existencia terrena del P. Pedro no fueron fáciles. La progresiva cuasi inmovilidad que le impuso su ajetreado físico fue onerosa para él, y por momentos le hacía sufrir, privándolo de su proverbial alegría y buen humor. Pero nunca le impidió seguir participando activamente en la vida comunitaria. Más bien fue como un gran retiro espiritual que lo preparó para el encuentro definitivo con el Señor.
Dejemos ahora que el mismo P. Pedro nos regale, a modo de herencia espiritual, la explicación de su pedagogía del camino:
«La vida del hombre es habitualmente un largo camino. El hombre es tierra que anda. Pero cuando este camino se encara con óptica de fe, se convierte entonces en peregrinación, y el cristiano en peregrino.
El camino de los peregrinos de Emaús tiene un carácter ejemplar para nosotros los creyentes. Y la presencia del Señor resulta iluminadora.
Somos una Iglesia pascual que peregrina en la fraternidad, y que se nutre de tres vivencias pascuales, claramente explicitadas por el Señor resucitado a través de sus palabras y de sus gestos.
La primera está relacionada con el sacramento de la palabra hecha letra. El discípulo tendrá que ser un hombre de la Palabra, primero por escucharla y conocerla, y luego, por anunciarla. “Les interpretó en todo las Escrituras lo que se refería a él”.
La segunda vivencia pascual, está íntimamente vinculada con la Eucaristía, sacramento pascual por excelencia; en donde nos alimentamos de la palabra hecha carne. “Tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio”.
La tercera está representada por el sacramento del hermano. “Nosotros sabemos que hemos pasado /pascua/ de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos”.
Al asumir a nuestro hermano como un sujeto amable y no como un mero objeto de consumo, estaremos experimentando también una vivencia pascual. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
Cuenta el Papa Gregorio el Grande (siglo VI) en su vida de san Benito, que un sacerdote fue a visitar al monje en la solitaria ermita donde vivía; y recordarle que ese día era Pascua. El hombre de Dios, mirándolo le dijo: “¡Verte a ti hermano, ha sido pascua para mí!”».
1. Cf. Col 1,27; Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios 21,2.
ADVIENTO
DOMINGO 2º
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo Hombre vendrá a la hora menos pensada» Mt 24,37-44
~ ° ~
«Si amamos a Cristo, también debemos desear su venida. Es perverso, y, por lo mismo, ignoro o no creo que tenga lugar que se tema que venga Aquel a quien amas; que pidas venga, tu reino, y temas ser oído. Pero ¿de dónde procede el temor? ¿De qué ha de venir el juez? ¿Por ventura es injusto, malévolo, envidioso? (...) ¿Quién ha de venir? ¿Por qué no te alegras? ¿Quién ha de venir a juzgarte sino el que vino a ser juzgado por tu provecho? No temas al acusador, del cual Él mismo dijo: El príncipe de este mundo fue arrojado fuera (Jn 13,31). No temas que ha de ser mal abogado, pues el que ahora es tu abogado, ha de ser entonces tu juez. Allí estará él, tú y tu causa; la manifestación de tu causa es el testimonio de tu conciencia. Cualquiera que seas el que temes al futuro juez, corrige ahora tu actual conciencia. (...)
Pongamos la mirada en él, ¿qué digo?, en Dios, que se dignó por su misericordia, bajo el amparo de su Espíritu, proporcionarnos estas palabras, conforme Él sabe lo que conviene a nuestras debilidades. Pues ¿qué enfermo se atreverá a dar un consejo al médico?»1.
ESPERANDO A ALGUIEN
En vísperas de la revolución francesa, había gente que seguía bailando el minué, mientras la Bastilla caía desplomada. Hoy en día podemos preguntarnos por qué tanta gente no se inmuta y permanece en apariencia indiferente, frente a los acontecimientos trágicos que sacuden a la humanidad.
Parecería existir en ellos una complicidad silenciosa, que los induce a continuar inmersos en el mundo de lo frívolo y de lo superficial.
Entonces, ¿cómo estar prevenidos para discernir ese sacramento de salvación que es la celebración de la Navidad?, en medio del estrépito de una sociedad capitalista que propone al hombre antivalores que lo deshumanizan?
Estar preparados, no significa andar en permanente búsqueda de señales o acontecimientos extraordinarios, como algunos lo suponen. Significa estar despiertos y lúcidos para poder interpretar los signos de los tiempos que se suceden en el gran teatro del mundo; sin dejarnos seducir por el torbellino de las emociones que pretenden apropiarse de nuestros corazones.
Podríamos resumir el mensaje del Adviento diciendo: “¡Dime a quién esperas, y te diré quién eres!”.
Tenemos que preguntarnos si todavía esperamos a Alguien que pueda cambiar nuestra vida, como cambia la vida de una familia, al nacer un niño.
Este Niño Dios podrá también cambiar la nuestra, siempre que estemos dispuestos a dejárnosla cambiar.
1. San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 147,1 (trad. en: Obras de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1967,