Espíritu atormentado. Alix Rubio

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Название Espíritu atormentado
Автор произведения Alix Rubio
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412279047



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Williams me pidió que me esforzara e hiciera todo lo que mis profesores me indicaran, pues era para mi bien. De modo que todos los días, desde que me levantaba hasta la hora de comer, y dos horas más por la tarde, me encerraba en la biblioteca con uno u otro. Al principio no me resultó sencillo, pero me mereció la pena el esfuerzo. La señora Williams le pidió expresamente al preceptor que se abstuviera de usar la vara conmigo; de hecho, prohibió cualquier tipo de castigo. También me facilitaron enseñanza religiosa, pues aparte de un par de oraciones que rezaba en el orfanato no sabía nada. Luego supe que existía constancia de que había sido bautizada nada más ingresar en la institución. A la señora Williams le había preocupado mucho que hubieran olvidado aquel detalle, pero la desidia de aquella gente no afectaba a la religión.

      Un año más tarde, y cuando ya me encontraba bastante adaptada, la señora Williams me llamó a su gabinete.

      —Señorita Mary, ya es el momento de que hable con usted. Sin duda se pregunta qué ocurre y qué lugar ocupa en esta casa en la que creyó entrar como sirvienta. No lo es. El esfuerzo conjunto de todos es convertirla en una auténtica señorita. Está aprendiendo rápido y bien. Ahora toca iniciarla en los estudios de música. También aprenderá a bailar y a mantener una conversación elegante y amena.

      —¿Por qué yo? ¿Por qué me quiso a mí precisamente?

      La señora Williams quedó pensativa, como calibrando la respuesta más adecuada.

      —Llevamos buscándola desde hace años… No haga preguntas, solo escuche con atención. En su momento lo sabrá todo, por ahora solo le diré que sabíamos que había nacido pero no dónde estaba. Hay una persona, el dueño de esta casa, que quería encontrarla y protegerla, hacerse cargo de usted. Se puso en contacto con un detective y le encargó que descubriera su paradero. Ha sido una búsqueda larga y dolorosa, pero por fin dimos con usted. Cuando su protector lo decida lo sabrá todo y contestaremos a todas sus preguntas. Yo soy el ama de llaves y persona de su confianza, y usted también puede confiar en mí y contarme todas sus preocupaciones. Todos estamos para hacerle la vida más fácil. Cuando sea mayor y esté preparada para comprender le contaremos su historia. Por el momento estudie, juegue y aprenda. Esas son sus únicas obligaciones.

      —Tengo un protector… —Se me escaparon las lágrimas—. ¿Cuándo podré conocerle para darle las gracias?

      —No tiene que agradecerle nada. Y le conocerá cuando llegue el momento. En todo caso, lo que más le alegra es saber que se está esforzando con sus estudios. Tenga paciencia y persevere.

      De repente sentí la necesidad de hacer una sola pregunta.

      —Señora Williams, ¿dónde está mi madre?

      La mujer no movió un músculo.

      —Nada de preguntas, querida. Lo sabrá todo cuando esté preparada. Ahora no lo entendería, solo es una niña.

      —Los huérfanos pobres no tenemos infancia, no nos dejan ser niños.

      —Usted no es una huérfana pobre. Ya puede volver a sus ocupaciones, señorita Mary.

      Me refugié en el cuarto de juegos y me abracé a mi muñeca preferida. Mi perrito vino corriendo a enroscarse en mi regazo. Había sido un regalo del cochero, quien pidió permiso para dármelo. La señora Williams dio su visto bueno, y Billy se convirtió en mi mejor amigo. No sé por qué fue ese nombre el primero que se me pasó por la cabeza. Pero no le dejaba jugar con mi cisne para que no lo mordiera. El resto de juguetes los compartía con él, mi cariñoso perrito callejero. Me explicaron que las niñas de buena familia tenían perros de pedigrí, pero yo no hubiera cambiado a Billy por ningún otro. Era como yo, un huérfano trasplantado al paraíso, bañado y bien comido.

      Poco a poco, el recuerdo del orfanato se fue diluyendo en mi memoria. Solo algunas noches soñaba que seguía allí, me había quedado dormida y la señora Anderson me pegaba con una vara por mi desidia. Entonces despertaba bañada en sudor y gritando. Necesitaba unos minutos para darme cuenta de dónde estaba. No tenía una nanny que durmiera cerca de mí, ya era demasiado mayor para eso. Ni mi institutriz ni el preceptor estaban para consolar a una niña asustada, solo la señora Williams me dedicaba su tiempo entre sus tareas, que no eran pocas. Cuando gritaba, mi perrito apoyaba su cara en la mía y no tardábamos en volver a dormirnos. Pero con el tiempo dejé de soñar con aquel lugar frío y horrible.

      Seguía en la casa con todos pendientes de mí, mimándome y haciéndome la vida fácil y agradable. No salía, ni hacía ni recibía visitas excepto de profesores y modistas, no tenía amigas. Aunque mis días estaban regulados de la mañana a la noche, me sentía feliz y libre. La profesora de protocolo era mayor y estricta, soltera. Me reía diciéndole a la señora Williams que tenía aspecto de haber sido la preceptora de la reina Isabel, tan anciana me parecía.

      Incluso el profesor alemán de música que habían contratado, y se tiraba del pelo en cada clase, logró que dejara de pelearme con las teclas del piano y llegara a tocar con corrección, lo suficiente como para deleitar en una velada sin romper los oídos a mis invitados. Fue muy meritorio por su parte seguir enseñándome, inasequible al desaliento.

      —Señorita Mary, su oído musical deja mucho que desear; pero si practica todos los días le aseguro que incluso usted logrará sacarle partido al instrumento.

      —No lo golpee —me insistía, suspirando—. El piano no es su enemigo. Acaricie las teclas, hable con él, escuche, deje que sus dedos aprendan de memoria el lugar y el sonido de cada tecla.

      Las clases de canto no iban mejor. Mi profesora, una mezzosoprano que había visto truncada su carrera y se ganaba la vida moldeando voces chillonas de niñas, se desesperaba.

      —No tiene usted ni voz ni oído, y eso no tiene remedio; pero intente seguir mis indicaciones, respire cómo y cuando le indico. Recuerde que tiene diafragma y para qué sirve.

      Mi habilidad como bailarina también se resentía de la falta de oído musical, pero lograba imprimir cierta gracia a mis movimientos. En cambio, tenía buena mano para las composiciones florales y el dibujo, y buena memoria para las lecciones de historia y geografía.

      Ponían a mi alcance todos los libros que necesitaba. Nunca había pisado un museo, pero tenía conocimientos de arte. Montaba a caballo por los alrededores, nunca sola. John Evans, el cochero, cuando estaba libre me acompañaba. No solo entendía mucho de caballos, sino que parecía tenerme un cariño especial aunque sin confianza. Nadie de la casa me trataba con familiaridad, ni siquiera la señora Williams.

      También me proponían temas de conversación que era capaz de desarrollar con naturalidad, sin parecer engreída. Tanto mi institutriz como la profesora de protocolo se esforzaron mucho para hacerme entender la diferencia entre una joven agradablemente instruida y una pedante que se hacía notar por un exceso de conocimientos.

      —A los caballeros no les gustan las mujeres que presumen de saber más que ellos, señorita Mary. Cuando aparezca en un salón debe brillar por su modestia y no por su sabiduría, aunque líbrese de quedar como una necia porque eso tampoco favorece a una dama.

      Y sin transición me sugería otro tema. En eso consistían básicamente nuestros paseos por el jardín.

      Sin embargo, y pese a mi vida retirada, no pasaba desapercibida. No me habían visto en sociedad pero hablaban de mí preguntándose quién sería la misteriosa joven que guardaban con tanto celo.

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