Название | Oficio de lecturas |
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Автор произведения | Francisco Rodríguez Pastoriza |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412295887 |
LA CULTURA COMO ESPECTÁCULO
Retomando uno de los principios de Notas de la definición de cultura (Encuentro) de T.S. Eliot, Vargas Llosa defiende, desde un planteamiento laico (son conocidas sus posiciones agnósticas), la interrelación entre cultura y religión, al afirmar que la primera nació en Europa en el seno de las creencias religiosas relacionadas con el cristianismo. En ello coincide con George Steiner (En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura (Gedisa)), si bien este generaliza el ámbito de las religiones al señalar que la cultura nace de una aspiración a la trascendencia. Vargas Llosa culpa de la sustitución de la gran cultura por la cultura del entretenimiento en las sociedades modernas a la separación entre cultura y religión. Steiner afirma que los filósofos de la Ilustración se equivocaron al pensar que una cultura laica haría desaparecer la violencia: librado de Dios, dice, el mundo fue dominado por el diablo, como demuestra que la cultura de finales del XIX y principios del XX (dadaísmo, surrealismo, futurismo) anunciara ya el cataclismo de las dos guerras mundiales y el Holocausto: «la barbarie que hemos experimentado refleja en numerosos y precisos puntos la cultura de que procede y a la que profana».
La pantallización de la actual sociedad habría facilitado el consumo de la cultura light a nivel global y contribuido a convertir a los consumidores de cultura en consumidores de ilusiones. La entronización de los chefs de cocina y los modistos en el lugar que antes ocupaban filósofos, compositores y artistas en la escala de valores de la sociedad; la sustitución de los científicos y dramaturgos por músicos de rock y estrellas de cine en las campañas electorales de los políticos, serían algunas de las escenificaciones en las que la cultura de la banalización se habría impuesto sobre la alta cultura, y la evidencia de que la política se habría contaminado también por el espectáculo.
Como síntoma de la sustitución de la cultura auténtica por la subcultura se encuentra la subordinación sufrida por la palabra, por el texto, a manos de la imagen y de la música. Retomando el principio de Marshall McLuhan de que el medio es el mensaje, la televisión sería responsable de la banalización cultural, por su tendencia a convertir en espectáculo todos sus contenidos. De ahí el temor a que el futuro de la lectura y sus significados esté amenazado por la implantación de los nuevos soportes, fundamentalmente el e-book.
EL APOCALIPSIS DE LA NOVELA
Para Luis Goytisolo ese futuro ya está aquí. En Naturaleza de la novela (Anagrama) afirma, con Vargas Llosa, que el declive de la novela coincide con el auge de los productos audiovisuales y la pantallización de la cultura a través de la televisión, las consolas de videojuegos, el ordenador y los teléfonos móviles. El peligro de que la lectura se convierta en una actividad especializada, en algo prescindible para las mayorías, no es que constituya un riesgo para el futuro, sino que, según Goytisolo, «ya estamos en ello». El verdadero problema es que la desaparición de la lectura conduce a la desaparición de la creación literaria porque «una vocación de novelista difícilmente va a surgir en quien se ha formado en un medio donde la cultura y los conocimientos adquiridos y el empleo del tiempo libre poco o nada tengan que ver con la creación literaria». Para Goytisolo solo merecen el nombre de novela aquellos escritos que tengan una cierta calidad literaria y por eso, para este escritor, no es que la novela ya no exista, sino que lo que no existe es la buena literatura, sustituida en la actualidad por los best sellers, una literatura de consumo que propicia la infantilización y el adocenamiento del gusto. Según Goytisolo, el género de la novela ha dejado de renovarse, de abrir nuevos caminos, y quienes lo cultivan no hacen sino repetir las mismas fórmulas con mayor o menor talento. Para los apocalípticos de la literatura, la llamada crisis de la novela, que se viene manifestando desde la segunda mitad del siglo XX, está a punto de terminar con la desaparición de un género que ha durado alrededor de cuatro siglos, que se consolidó en el XIX con autores como Goethe, Stendhal, Balzac, Flaubert y Dickens, que alcanzó un gran nivel con la literatura rusa (Tolstoi, Dostoievski) y norteamericana (Melville, Henry James) y que llegó a su punto culminante en la primera mitad del siglo XX con Proust, Joyce, Thomas Mann, Kafka, Musil y la generación perdida americana (Fitzgerald, Dos Passos, Hemingway y sobre todo Faulkner). A partir de este punto, nada. La novela iniciaría un declive que en la actualidad la estaría llevando a su extinción como género.
Por el contrario, en Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación (Anagrama), Alessandro Baricco defiende los cambios en la industria del mundo editorial y afirma que hoy la literatura de calidad vende más libros que nunca, aunque la imagen que se impone a través de los media es la de las ventas millonarias de best sellers de ínfima calidad. En cuanto a la pantallización, Baricco señala que Google y los links (fenómenos comparables a lo que en su día supuso la aparición de la imprenta) son sus símbolos, mientras que la gran muralla china («una idea escrita con piedra») sería el paradigma de una cultura estática que pretende separar la civilización de la barbarie. La nueva cultura produce reality shows, hamburguesas, políticos de televisión y multitasking, ese fenómeno por el que «vuestro hijo, jugando con la Game Boy, come una tortilla, llama por teléfono a su abuela, sigue los dibujos en la televisión, acaricia al perro con un pie y silba la melodía de Vodafone», pero aporta otros valores que Baricco piensa que no debiéramos dejar pasar.
EL AUDIOVISUAL Y EL APOCALIPSIS DEL ARTE
En La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada (Anagrama) Gilles Lipovetsky y Jean Serroy afirman que la nueva cultura ha desvanecido más que ninguna otra los límites entre la alta cultura y la cultura comercial, las fronteras que separaban el cultivo del espíritu de la banalidad con la que hoy se rellena el ocio de los ciudadanos. Una cultura en la que lo comercial es reconocido como cultural, mientras que manifestaciones auténticamente culturales como el arte y la literatura se han insertado en el comercio y solo obedecen a las reglas de la economía. A diferencia de los clásicos, los artistas y escritores de hoy tienen como objetivo ganar dinero y ser célebres. Buscan más la popularidad mediática que la gloria inmortal porque es la celebridad lo que hace subir la cotización de sus obras. Lo que parecía que debía escapar al mercantilismo (el mundo de la creación y la belleza), se hace cada vez más comercial y mediático, sustentado por las estrategias del espectáculo y la seducción. La nueva cultura llega envuelta, además, en la retórica de la simplicidad, no exige apenas esfuerzo para ser comprendida. Ha nacido para divertir, para proporcionar una evasión fácil. Una cultura que ha adquirido mayor protagonismo cuando se ha revelado como una de las producciones más rentables de todas las economías (en EE.UU., la más rentable), hasta el punto de ser uno de los objetivos prioritarios de las industrias nacionales. Como añadido, el maridaje entre la hipertecnología y el liberalismo económico ha dado como resultado un productivismo desenfrenado y una comercialización ilimitada de productos culturales de consumo, lo que ha hecho saltar las alarmas de las economías más débiles y las ha llevado a elaborar normas para protegerse de la colonización de los productos culturales extranjeros. Europa tuvo que aprobar leyes, primero de excepción cultural y más tarde de diversidad cultural, para frenar la invasión de productos audiovisuales norteamericanos, comercializados a través de viejas y nuevas pantallas.
El cine se reveló desde los primeros años del siglo XX como el producto cultural de masas de mayor impacto. Trajo consigo el nacimiento del star-system, que transformaba en estrellas a simples seres humanos cuyos valores eran los de la belleza y la seducción. El star system se trasladó con el tiempo a otros ámbitos menos glamourosos, como la política (Che Guevara), la ciencia (Einstein), el humanismo (Ghandi), el deporte (Pelé), hasta que en la actualidad