Название | Una temporada de escándalo |
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Автор произведения | Catherine Brook |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417500269 |
—Claro… a mi entender entonces no tengo derecho a saber porque una joven dama estaba sola de noche en un club de perdición. Una dama a la que por cierto, he tenido que salvar de un depravado que parecía querer cobrarse una ofensa.
—No me hubiese tenido que salvar si no me hubiese retenido en un primer momento.
—Y yo no la hubiese retenido si usted no me hubiese arroyado por venir huyendo de… ¡Ah, sí! Lord Carmichel, ¿me equivoco?
Adrianne suspiró. No, ese no era su día, pero tenía que tratar el asunto como una mujer sensata. No podía dejar que todo se fuera a la borda por un error.
—Señor Blane —dijo con la voz más calmada que pudo—, la verdad es que este asunto se ha salido de mis manos y no se volverá a repetir, por ello, le pido encarecidamente que lo olvidemos y no se mencione más. He cometido una tontería y mi familia no tiene por qué pagar las consecuencias si esto se llega a saber. Por favor.
Andrew la miró con una mezcla de admiración y diversión. Admiraba su tranquilidad ante la situación y su hábil forma de desviar la pregunta principal hecha por él, pero a la vez le divertía la forma en que intentaba no perder el control. Por lo visto, Adrianne Bramson no era de esas damas dotadas con una infinita paciencia y dispuesta a someterse ante alguien. Era diferente y eso le agradaba. Las damas pasivas habían dejado de llamarle la atención hace mucho rato.
Una idea cruzó en ese momento su mente y fue tomando forma al pasar de los segundos. Podía ser, pensó él, podía ser, pero debía analizar el asunto con detenimiento.
—¿Qué cree que diría su padre si se enterase de eso, Srta. Bramson?
El cuerpo de ella se tensó sin poder evitarlo y sus ojos destellaron alarma.
—¿No se lo irá usted a decir? ¿Cómo podría ser tan canalla? No, mi padre jamás le creería —afirmó ella pensativa—, es una locura.
—Vaya que lo es. ¿Pero está segura que no lo haría? ¿Tiene fe absoluta en ello?
Adrianne se quedó pensativa un momento y se dijo que su padre jamás creería semejante absurdo aunque fuera verdad. No obstante, podría retar al Señor Blane a duelo por blasfemar de esa manera el nombre de su hija y podría salir herido en el proceso, cosa que ella no deseaba. Oh ¿Cómo se supone que saldría de esa?
«Tranquila, Adrianne, tranquila» se dijo. Sin duda ella podría convencer a su padre de que no cometiera una estupidez, pero ¿si el hombre divulgaba el rumor? Habría quien lo creería solo por el placer de tener a quién desprestigiar y entonces su reputación y la de su familia se hundiría. Oh, Dios mío.
—No estamos siendo razonables, Señor Blane. Usted no ganaría nada desprestigiándome ante mi familia o ante la sociedad ¿Lo haría solo por el perverso placer de verme sufrir? Si es así, desconozco qué tipo de caballero es usted. Por favor, olvidemos el asunto y listo.
Andrew no dijo nada, pues en ese momento el carruaje se detuvo en frente de la casa de los Bramson. Un lacayo abrió la puerta y a Adrianne no le quedó otra que salir, no sin que antes pudiera escuchar al hombre murmurar.
—Mañana hablaremos, Srta. Bramson. Creo que podemos llegar a un acuerdo.
Ella solo esperaba no estar a punto de entrar a un problema mayor.
—¡Te lo dije! ¡Te lo dije, te dije, te lo dije! ¡¿Por qué nunca me haces caso?! Te dije que esas salidas tuyas traerían problemas.
Adrianne le hizo un gesto a Amber para que bajara la voz si no quería despertar a toda la casa.
Lo primero que había hecho al llegar era ir a buscar a su hermana para confesarle lo ocurrido, aunque debió esperar que antes de consejo anhelado, venía la reprimenda.
Su hermana detuvo su paseo en camisón por la habitación y la miró a los ojos.
—Dios mío, ¿qué se supone que haremos ahora? ¿Crees que hablará? ¿Qué crees que te pedirá a cambio de silencio? ¿Dinero?
Adrianne negó con la cabeza.
—Según sé, al señor Blane no le hace falta dinero en estos momentos.
—¿Entonces? —se colocó las manos en la boca cuando una idea le vino a la mente—. ¿Y si te hace una propuesta indecente? No me extrañaría después de encontrarte en ese lugar, y tú te lo tendrías merecido por ser tan tonta.
—¡Amber! —¿Qué clase de apoyo era ese?
—Por supuesto, jamás dejaríamos que te deshonre de esa forma, pero en este preciso instante no se me ocurra nada que pueda salvarte de la situación sin que se haga de conocimiento público, al menos, no hasta que él diga mañana qué es lo que quiere.
Adrianne suspiró y se recostó en la cama.
—¿Crees que pueda salir de este embrollo? Prometo portarme bien si lo consigo.
Su gemela blanqueó los ojos.
—Entonces, es mejor que vayas comenzando tus oraciones, y ofreciendo tus penitencias, porque tengo el presentimiento que de esta no te libras Adrianne Bramson, al menos no con facilidad.
Adrianne cerró los ojos y empezó a rezar.
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Todo saldría bien.
La mañana siguiente Adrianne había tenido tiempo de tranquilizarse y hacer regresar su lado optimista. Todo saldría bien, todo tenía que salir bien. Dios no podía ensañarse tanto con ella, pensó mientras se arreglaba para esperar la visita del Señor Blane, que esperaba, fuera cuando su madre no estuviera en casa.
A pesar de haber perdido hace años la esperanza de casar a sus hijas, una madre en realidad nunca se daba del todo por vencida, y si veía que el Señor Blane mostraba un mínimo de interés en ella yéndola a visitar, podría ilusionarse con algo que no sucedería. Por ello, rogaba que el hombre llegara cuando ella fuera a tomar el té con sus amigas.
Por estar sola con él no se preocupaba. Ya lo había estado la noche anterior, y su hermana podría servirle de carabina para disimular, después ella se iría mientras Adrianne escuchaba lo que el hombre tuviera que proponerle.
Su madre acababa de salir cuando el mayordomo le informó de la visita y Adrianne respiró hondo varias veces antes de bajar. Llamó primero al cuarto de Amber para que la acompañara y ambos bajaron a recibir a la indeseada visita.
El Señor Blane las saludó con una inclinación de cabeza y las miró unos segundos a ambas como intentando asegurarse de cuál era cual. Al final, pasaron a una salita y dejaron la puerta abierta para conservar el decoro. Una criada les sirvió té y después de que se hubo ido, Andrew miró significativamente a Amber. No había que ser un genio para saber que le pedía que los dejara solos y Adrianne se preparó para enfrentarlo.
Su hermana salió reacia del lugar, pero dejó claro con su mirada que estaría pendiente ante cualquier llamado.
Cuando salió, el Señor Blane cerró la puerta y Adrianne instintivamente se sobresaltó.
—No creo que eso sea correcto, Señor. La servidumbre podría pensar mal.
Una semi sonrisa se formó en su boca. Ahora que lo veía a la luz del día, Adrianne tenía que admitir que era un hombre apuesto. Su cabello rubio y sus ojos azules no eran muy diferentes al del resto de los ingleses, pero algo en sus facciones le daba un aspecto angelical, no obstante, sus ojos tenía un brillo malvado. Sin duda paradoja bastante interesante.
—No será por mucho tiempo, Srta. Bramson. Lo que vengo a decirle se lo diré sin rodeos porque no deseo perder el tiempo. Mi propuesta es