Название | Una temporada de escándalo |
---|---|
Автор произведения | Catherine Brook |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417500269 |
—¿Con quién se ha fugado? —preguntó a Amber.
—Con la hija del conde de Bridgwater, Lady Alice —informó—. ¿Cómo creen que me he enterado? Ya saben que su hermana menor, Lady Margaret, es muy amiga mía, fui a su casa en respuesta a la invitación que me había hecho para tomar el té y cuando llegué encontré todo un revuelo en la casa. Lady Margaret me explicó rápidamente el asunto, me pidió discreción y que por favor me fuera. Creo que se fugó con ella por su dote, todos sabemos que Lady Alice no es muy agraciada.
Adrianne respiró hondo para contener las lágrimas. Un caza dote, eso había resultado ser su querido Ian, un caza dote. Oh, como duele saber que no se conoce en absoluto a una persona. Se dijo que fue lo mejor, se había librado de un futuro al lado de un desgraciado y mal hombre, se repitió que tuvo suerte, y que el destino decidió salvarla a tiempo, pero aunque sabía que era verdad, no ayudaba a que el asunto le doliera menos.
Incapaz de aguantar más, murmuró una disculpa y se fue hacia su cuarto, donde se desplomó en la cama y ahogó en la almohada los sollozos que no podía contener.
¿Cómo pudo haberle hecho eso? ¿Cómo pudo romper de esa forma su corazón? ¿Cómo fue capaz de abandonarla de esa manera sin ni siquiera darle una explicación? Eso último sin duda era lo peor de todo, que no tuvo los pantalones para decirle en persona que no se casarían; no fue capaz de romper el compromiso, sino que fue tan cobarde para huir, sabiendo que la dejaba a merced de la sociedad. Sería la burla de todos; la verían con lástima, hablarían a sus espaldas e incluso en su cara, puede que no recibiera ninguna otra propuesta de matrimonio, en resumen, viviría un calvario por un buen tiempo, pero ¿Qué importaba eso cuando una estaba ya destrozada por dentro?
Siguió llorando hasta que se quedó sin lágrimas. Lloró por todo; por su corazón roto, por las injusticias de este mundo, por los desgraciados hombres, por la gente cruel, por todo. Al final, estaba un poco mejor, seguía triste, pero se había quitado un peso de encima.
Rato después, sonaron unos golpes en la puerta y sin siquiera haber formulado una respuesta, Amber entró.
—¿Cómo estás? —preguntó sentándose al lado de su hermana en la cama.
—Todo lo bien que se puede estar cuando a una casi la dejan plantada en el altar
—Vele el lado bueno Adrianne, te has librado de un mal hombre.
Adrianne sonrió débilmente ante la actitud de su hermana. Amber siempre le veía el lado bueno a todo. Pese a que compartían el mismo aspecto, pelo castaño, ojos verdes, nariz respingona, y labios gruesos; no podían ser más distintas. Adrianne era pícara, atrevida, audaz; Amber por su parte era dulce, tímida, prudente y lo más importante, siempre sabía que hacer o decir, justo lo que Adrianne necesitaba en ese momento, aunque nosirviera para que la tristeza desapareciera.
—Eso no me hace sentir mejor.
—Pero en un futuro sí, cuando el dolor pase, lo agradecerás.
Adrianne sabía que Amber tenía razón, pero como cuando ella misma lo pensó, saberlo no hacía que doliera menos. La herida estaba ahí, clavada profundamente en su corazón, y por más que intentaba convencerse de que todo estaría bien, no podía, pensaba en lo sucedido y no podía.
—¿Es que no lo entiendes? —sollozó incapaz de contenerse, hablando con el dolor de una persona a la que le clavaron un puñal en el pecho y ahora se lo retorcían—. Me dejó, me abandonó sabiendo que lo amaba; me dejó y no tuvo el valor de decírmelo a la cara. Me dejó casi plantada sabiendo que tenía que enfrentarme a la dura crítica de la sociedad.
—Nadie te juzgará —aseguró Amber aunque no parecía muy segura—, no es tu culpa.
Adrianne soltó una carcajada amarga.
—¿Acaso importa que no sea mi culpa? Daré de que hablar y eso es lo que importa. Sabes que hablaran Amber, ellos no tienen piedad.
Amber no lo negó.
—Lo sé —admitió—, es muy triste, apuesto a que no serían tan crueles si supieran lo que se siente que verse involucrados en un escándalo.
Adrianne asintió. Dudaba que la sociedad dejará de ser cruel aunque cada miembro de esta se viera involucrado en un escándalo, sin embargo, no les vendría mal saber lo que se siente…Enderezó la cabeza cuando una absurda idea empezó a rondarle la mente. No, no podía hacer eso… ¿o sí? ¿Por qué no? Cada quién debería tener un poco de su propia medicina…
Adrianne sonrió,
—Creo Amber, que alguien debería darles una lección.
Su gemela asintió, pero rápidamente notó que había algo raro en la actitud de su hermana.
—¿Qué estas planeando Adrianne? —preguntó con cautela presintiendo que no le iba a gustar la respuesta.
—Oh, algo muy divertido.
Sin más preámbulos, contó su plan su incondicional confidente.
Capítulo 1
Londres, 1821.
Lo admitieran o no, la mascarada del “Pleasure Club” era el evento más esperado de la temporada, y no solo por caballeros libertinos en busca de entretenimiento, sino por ciertas damas que ante la sociedad eran respetables. Y es que el famoso club de juego, que abría sus puertas a las mujeres una vez al año, les garantizaba gracias a las máscaras, el anonimato necesario para que hicieran todo tipo de actividades indecorosas, sin correr más riesgos de los que ellas permitieran a la hora de pecar.
Por su parte, a Adrianne Bramson, esta mascarada le brindaba un excelente banquete de chismes que luego publicaría en su columna.
La famosa columna “«comentan por ahí», llevaba exactamente cinco años escandalizando a la sociedad londinense y atacando sin piedad a sus miembros. ¿Por qué? La respuesta era simple, venganza… no, para darles una lección, sí, eso sonaba mejor, para darles una lección.
Durante al menos un año, Adrianne fue su tema de conversación favorito y aún lo era. La pobre chica que había sido abandonada a tres días de su boda fue compadecida y criticada por casi todos los que tuvieran lengua. Tuvo que aguantar cometarios impertinentes disfrazados de amabilidad. Soportó miradas de burla y compasión cada vez que se encontraba con Ian en alguna velada, y fue la comidilla de la sociedad hasta que se cansaron del tema. Lo que ellos desconocían era que esa persona que destapaba sus más oscuros pecados, era ella.
Su gemela, Amber, era la única que conocía su secreto, y seguiría siendo así hasta que Adrianne se cansara de martirizar con los chismes a la sociedad; cosa que solo sucedería cuando se quedara sin fuerzas para salir a investigar. Como contaba con solo veinticuatro años, faltaba mucho para eso, y dado que no se pensaba casar nunca, no habría nadie que se lo impidiese.
Cualquiera diría que una joven soltera no estaba en posibilidad de obtener la información que ella siempre conseguía; así como tampoco se atrevería a ir al lugar en donde ahora se encontraba. Pero a Adrianne ya nada le importaba, ni las reglas de sociedad, ni lo correcto o incorrecto según matronas amargadas. Admitía que la libertad de una mujer soltera no era la misma que la de una casada, pero siendo ya considerada una solterona en toda regla, tampoco estaba sometida a constante vigilancia.
Escaparse de casa para ir a ese tipo de eventos no suponía ningún problema; no era miedosa por naturaleza y ya las cosas no parecían afectarle demasiado. Tampoco le era difícil sobornar a ciertos personajes para que el proporcionaran información previa a la publicación, por ejemplo, los impresores de la Gacette, donde se colocaban los compromisos matrimoniales. Todo eso le había ganado fama de bruja y Adrianne se divertía con ello.