Una temporada de escándalo. Catherine Brook

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Название Una temporada de escándalo
Автор произведения Catherine Brook
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788417500269



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haberse dado cuenta de que su identidad estaba en peligro porque se preparó para volver a correr pero en un instinto primitivo, Andrew la sujetó del brazo.

      Su identidad no era su problema, de hecho, las máscaras eran precisamente usadas para proteger identidades reputaciones. Sin embargo, no podía dejar de escuchar a un diablillo en su interior que le gritaba que descubriera a personalidad y saciara su curiosidad. La vio atentamente y sus ojos verdes de pronto se volvieron conocidos, al igual que el pequeño lunar que llevaba en la parte inferior del labio derecho. Una imagen se formó en su cabeza y sin que ninguno de los dos pudiera evitarlo, rodó la máscara para mostrar la imagen completa del rompecabezas. Ella se cubrió casi inmediatamente la cara con las manos pero no antes de que Andrew averiguara su identidad, o al menos, parte de ella.

      —Dios… ¿Srta. Bramson? ¿Qué rayos hace usted aquí?

      Capítulo 2

      Tenía razón.

      Amber Bramson siempre tenía razón y Adrianne debería aprender a escucharla con más frecuencia.

      Cuando su hermana le decía que no era buena idea que ella fuera a esas mascaradas porque tarde o temprano la descubrirían, Adrianne se mofaba diciendo que si había salido invicta de cuatro mascaradas, bien podía ir a otra sin que sucediera nada. Ahora, sabía que nunca más en su vida debía desdeñar los consejos de la parte sensata de la familia pues las consecuencias eran garrafales. Andrew Blane la acababa de descubrir y solo Dios sabía que haría con la información.

      Lo correcto sería pensar en una excusa creíble. Pero vamos, ¿qué excusa se podía dar para justificar su presencia en un club dónde la gente iba a jugar y a hacer todos los actos indecorosos que la sociedad les tenía vetados? Sin duda no podía decir que había errado la dirección de Almack’s (para la que además no tenía pase) y había terminado en el «Pleasure club» con una máscara que le dieron en la entrada. ¿O sí?

      Podía intentarlo, o también podía salir corriendo para evitar así que el hombre confirmara su identidad. Es decir, la había visto, pero no el tiempo suficiente para que no se pudiera convencer en un futuro de que fueron alucinaciones suyas…

      Con las manos aún en su cara, Adrianne abrió los dedos para recuperar la vista y se puso en posición para correr cuando recordó que él todavía tenía sujeto su brazo y sin intención de soltarlo, si se tomaba en cuenta la firmeza con que los sostenía. Entonces, supo que no tenía escapatoria. Bonito lío en el que se había metido.

      —¿Srta. Bramson? —La voz de él seguía teniendo aquel tono de incredulidad y Adrianne se dijo que no tenía escapatoria, pero tampoco pensaba quitarse las manos de la cara hasta no tener su máscara puesta, no quería arriesgarse a que más caras curiosas la reconociera.

      Localizando su antifaz en la mano del hombre, ella se lo arrebató y él no opuso resistencia. Cuando lo tuvo de nuevo colocado hizo un infructuoso intento de zafarse pero era imposible. Al final se rindió y enfrentó su destino o ¿podría fingir aún fingir ignorancia?

      —Me temo Señor, que usted está confundido —probó con un tono de voz distorsionado. Por favor, prometía hacerle caso a Amber la próxima vez, no por nada era la hermana mayor.

      No obstante, sus ruegos fueron en vano porque el hombre sonrió.

      —Creo que no, querida, no estoy confundido. Y creo que harías bien en admitirlo, se ahorraría tiempo.

      Imbécil. Andrew Blane era un imbécil, por eso debía ser que su hermana nunca le dirigía la palabra en los eventos sociales.

      Cuadrando los hombros, Adrianne decidió tomar las riendas.

      —Está bien, soy yo ¿Eso le supone algún problema?

      —No, pero a usted podría suponerle varios ¿Qué hace una joven soltera en un lugar como estos? ¿Tiene la mínima idea de a lo que se expone? ¿Es que se ha vuelto loca?

      Lo que le faltaba, que un desconocido cuestionara su cordura. Aceptaba que lo que había hecho no se podía catalogar como el más cuerdo de los actos, pero ella tenía sus motivos y él no tenía por qué meterse. Con su tono más seguro dijo.

      —Eso no le interesa. Suélteme y déjeme marchar. Demás está pedir discreción sobre el asunto.

      El señor Blane sonrió como si su petición le causara gracia y ella sintió sus mejillas teñirse de rojo debido a la rabia. «Estúpido, estúpido Andrew Blane» pensó intentando calmarse. Estaba buscando las palabras para volver a hablar cuando una voz cerca de ellos dijo.

      —Así que aún estás aquí, pequeña zorra, ahora sí me las pagarás.

      Adrianne se tensó al reconocer la voz del hombre que acababa de golpear y forcejó para soltarse del agarre mientras maldecía interiormente. Ese definitivamente no era su día.

      Andrew no la soltó, pero sí parecía darse cuenta de que algo no iba bien porque rápidamente empezó arrastrarla hacia adelante. A ella no le quedó de otra que seguirlo, y cuando vio que la iba a montar en su carruaje tardó un segundo en decidir cuál era la peor opción, si quedarse e intentar buscar un coche de alquiler mientras un loco lo perseguía, o montarse en el coche de un hombre que distaba mucho de ser un caballero. Ninguna de las dos opciones la convenció pero al final se decidió por la segunda. Total, las cosas no podrían ponerse peor.

      Él la ayudó a subir a su carruaje y ella se acomodó en la esquina más alejada de este. Si salía de esa, prometía ser buena chica.

      Andrew la siguió y por un momento se la quedó mirando como si quisiera comprobar que de verdad tenía ante sí a la que para la sociedad era la solterona pero respetable Srta. Bramson. Cuando se convenció, cerró la puerta y habló.

      —¿Cuál es su dirección?

      ¿Su dirección? ¿Significaba eso que pensaba llevarla a casa? Gracias Dios. Puede que después de todo no fuera un canalla despreciable, pero prefería no afirmar nada aún.

      Ella le murmuró la dirección de su casa y él se la dijo al cochero por la ventanilla del techo. Pronto, este se puso en marcha.

      Andrew observó a la mujer frente a sí y no por primera vez en esos diez minutos transcurridos se preguntó si no estaría alucinando.

      Si alguien le hubiera dicho que iba a encontrar a una Señorita soltera en una casa de juego de mala muerte, se habría echado a reír, y es que a pesar de saber lo depravadas que eran las mentes en la alta sociedad y lo no respetables que eran algunas damas, jamás se había dado un caso de que una mujer soltera visitara esos lados. Tenía que tener graves problemas mentales o un espíritu demasiado rebelde para no poder ceñirse a las normas más estrictas de la sociedad londinense.

      Los motivos por los que estaba ella ahí no deberían ser de su interés, pero vamos que causaba curiosidad saberlos. No había tratado en demasía con las gemelas Bramson y solo las había visto en un par de ocasiones, pero a pesar de las horribles críticas corridas por las malas lenguas después de la ruptura del compromiso de Adrianne, nunca se había catalogado a las gemelas como parias de la sociedad que rompían las reglas y hacían lo que le viniera en gana.

      El hecho era que Andrew no conseguía maquinar su razón para estar allí. Si hubiera querido salir del tedio e inmiscuirse en una aventura amorosa que por su condición de soltera no podía tener, definitivamente no hubiera huido como lo hacía de Lord Carmichel que para muchas era un buen protector. Quizás solo quería aventura y se asustó cuando el asunto empezó a tomar un matiz más serio, después de todo, una mente inocente, como se suponía era la de ella, no debería estar acostumbrada a semejante muestra de inmoralidad como la que se daba en esos lugares. Debía haber algo en ese asunto y que lo asparan si no lo descubría.

      —Y bien… Srta. Bramson. ¿Sería tan amable de explicar los motivos por los que se encontraba usted en una casa de juego a media noche?

      Adrianne se dijo que hubiera sido mucho esperar