Informe Spagnolo. Pedro Jesús Fernández

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Название Informe Spagnolo
Автор произведения Pedro Jesús Fernández
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418230127



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Jerónimo, comprada, seguramente, en la tienda de Fermín Chorro en la plaza Queipo de Llano.

      A la plaza de los Jardinillos, el régimen franquista le adjudicó el nombre de Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, un teniente general del arma de Caballería, conocido por su participación en la Guerra Civil española, durante la cual la ciudad permaneció leal al Gobierno de la II República hasta abril de 1939. El bombardeo de Jaén por parte de la Legión Cóndor fue decidido por Queipo de Llano el día uno de abril de 1937, en respuesta al bombardeo republicano sobre Córdoba.

      Ian Gibson, en su biografía de Federico García Lorca, le acusó de haber ordenado el fusilamiento del poeta y dramaturgo español. Queipo, en conversación telefónica, habría dicho la frase clave: «Dadle café, mucho café». De esta conversación se conserva únicamente el testimonio del telefonista de la capitanía de Sevilla, relatado posteriormente a sus parientes. La frase clave escondería el acrónimo «Camaradas Arriba Falange Española», grito usado tras los fusilamientos llevados a cabo por los milicianos falangistas. El teniente general Queipo de Llano, con quien colaboró estrechamente el giennense Cuesta Monereo, destacó por el uso que hizo de Unión Radio Sevilla, lanzando arengas diarias a favor del alzamiento. Nombrado jefe del Ejército del Sur, asumió el Gobierno militar y civil, y a lo largo de la guerra actuó con casi total independencia, lo que le llevó a ser conocido como el Virrey de Andalucía. Ascendido a teniente general y condecorado con la Laureada de San Fernando tras su triunfo en la Guerra Civil, fue sin embargo cada vez más postergado por Franco, al que se refería burlonamente como Paca la Culona.

      II

      Dulce, prima de su amigo Andrés, se encontraba en el chalet a medio terminar que la familia Molina tenía en una parcela del Puente Tablas. Enterada de la afición de Pedro por las damas, dijo que le apetecía jugar con él en el trastero con techo de uralita que había junto a una higuera en un lateral de la alberca que servía de piscina. El citado trastero, que además de albergar un cutre catre ejercía funciones de vestuarios, le pareció que resultaría algo incómodo por la cantidad de cachivaches que tenía alojados. Sin embargo, Pedro accedió, persuadido de que Dulce —pese a las estrecheces, el pestilente olor y las moscardas— lo habría propuesto porque ahí nadie les molestaría. La prima de Andrés, criada en el toledano pueblo de El Toboso —ennoviada quizá prematuramente de un tal Alonso Quijano que se encontraba haciendo la mili en Ceuta— tenía 17 bien cumplidos. Igual que a su primo, a Dulce le encantaba la música del cantante John Denver, hasta el punto de ir a todos lados con un radiocasete tamaño A3 del que exclusivamente emanaban canciones country del compositor norteamericano.

      Dulce era una lozana moza de piel echada en harina y de abundante melena anaranjada, aspecto que, con seguridad, no le venía otorgado por quien decía, con protuberante orgullo, ser su progenitor, Sancho Montuno, posiblemente pariente de Vicente Montuno Morente, al que Jaén tiene dedicada una de sus calles más empinadas a través de la cual se llega al barrio de La Alcantarilla, donde está la iglesia de San Eufrasio.

      El templo parroquial comenzó siendo la conocida como Ermita de San Félix, fundada el 25 de mayo de 1717 por un notario, de familia acaudala y religiosa, de nombre Luis Garrido-Ayuda. Un hermano suyo, perteneciente a la Orden de los Capuchinos, fue misionero y obispo en África, donde, después de fundar cinco hospitales fue mártir, y murió quemado vivo por los Sarracenos. Estando enfermo, Garrido-Ayuda recibió la visita de unos clérigos capuchinos: estos pernoctaron unos días en su casa, y al marcharse le obsequiaron con una pequeña imagen del primer santo de esta institución, San Félix de Cantalicio. Entonces, se invocó a él y sanó de su enfermedad.

      En agradecimiento construyó la que fue la ermita de San Félix, transformada después en la Parroquia de San Eufrasio, patrón de la Diócesis de Jaén. Antes de ello, la ermita acogió la fundación de la cofradía del Cristo de Charcales (Cristo del Arroz). A finales del siglo XIX los hortelanos de toda la zona, especialmente las conocidas como Huerta Baja y Senda de los Huertos y Valondo, fundaron una cofradía con el nombre de San Félix, ofreciendo al santo todos los años el primer fruto de sus huertas, que eran las cerezas. Estas se bendecían y se repartían gratuitamente a los asistentes en la misa del día 18 de mayo, día de la festividad del Santo, junto con rosquillas.

      Retomando las peculiaridades del engendrador de la lozana moza, se trataba este —que repetía orgulloso ser su padre— de un hombre de andares notablemente almorranaos; rudo, bravucón, de voz metida en orza, entrado en kilos, de metro cincuenta, moreno aceituna y escasa cabellera zaína. Nació en Andújar y emigró a La Mancha en busca de un destino brillante. Mientras esa reluciente venidera vida llegaba o no, todos los años, por abril, el tal Sancho Montuno se aferraba a plegarias marianas, acudiendo como fiel devoto a la romería de la Virgen de la Cabeza.

      En 1947, aprovechando la celebración del IV centenario del nacimiento de Cervantes, destacados personajes de la cultura provincial remitieron un escrito a los ilustrísimos señores directores generales de Regiones Devastadas, solicitando la colocación de una lápida de bronce en la fachada del santuario mariano con las palabras dedicadas por el célebre escritor a la Romería del Cabezo en su obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Dicha solicitud la firmaron Ángel Cruz Rueda, Cecilio Barberán, Manuel Mozas Mesa, Antonio Alcalá Venceslada, Salvador Vicente de la Torre y Vicente Montuno Morente. La obra lapidaria se encargó al escultor Jacinto Higueras, y fue realizada en 1954 por acuerdo de la Diputación y el Ayuntamiento de Andújar.

      Dulce, la Montuno, según la llamaba Andrés, el amigo de Pedro, había heredado poco, muy poco, de Sancho, y mucho, bastante, de la madre que la parió, de nombre Adelina, como la balada de Richard Clayderman. Fruto de dichos genes femeninos, portaba unos descomunales pechos que, tersos, se le desbordaban por arriba, por abajo y por ambos lados del bikini con estampado floral que lucía orgullosa, igual que la medalla de la Virgen del Rocío, que, enganchada a una gruesa cadena dorada, abrazada por sus abombados senos, le llegaba hasta media cuarta más arriba del ombligo. Dulce disponía de un trasero —más moderno que el de su excitante mamá— equipado con doble airbag, de manera que una eventual colisión carecía de riesgo, haciendo a todas luces innecesario seguir los perspicaces consejos de Paco Costas en el programa de TVE La segunda oportunidad.

      Otra curiosidad de aquel caluroso domingo 26 de agosto es que, a las diez de la noche, el fantástico Flamengo de Zico y el Ujpest Dozsa iban a disputar la final de la vigésimo quinta edición del Trofeo Carranza. Días antes, el Atleti —del que, junto al Real Jaén, Pedro era incondicional seguidor—, con Aragonés en el banquillo y jugadores como Reina, Arteche, Capón, Ayala y Rubén Cano, le había clavado 5-0 a la Real Sociedad en el Villa de Madrid. La fidelidad al club colchonero la mantenía desde que su cabeza quedara marcada para siempre durante la final de la Copa de Europa contra el Bayern de Múnich.

      El mundo giraba alrededor de las doce menos cuarto del miércoles 15 de mayo de 1974, cuando su padre lo mandó a la cama bajo el reiterado y cansino «que mañana tienes que madrugar para ir a la escuela». Ya en el dormitorio, atento desde la litera de abajo a los comentarios de la retransmisión televisiva, incorporó alborozado la mitad de su cuerpo al escuchar que, en el 114, mediante un magistral lanzamiento de falta al borde del área, Luis ponía la copa casi en las vitrinas rojiblancas. Seis minutos más tarde se dio cuenta de que sangraba por la parte superior de su frente. Fue al escuchar que un tal Schwarzenbeck, de disparo lejano, batía a Miguel Reina en el último suspiro de la prórroga. En el partido de desempate, dos días después y con la herida en carne viva por el testarazo que se había dado con el somier de la litera de arriba, el Bayern se imponía al Atleti por 4-0, con doblete goleador de Uli Hoeness y Muller.

      Desde entonces, Pedro mantenía que llevó siempre a gala que, al menos, «una del pupas» era suya. Como suya fue la satisfacción que, con 12 años, en mayo del 76, se llevó al enterarse por la retransmisión de Fernando García Camazón, a través de la onda media de Radio Popular que, tras empatar a cero en el campo del Ceuta, el Real Jaén C.F conseguía el ascenso directo a Segunda División.

      Una hora antes de la llegada de la expedición, Pedro se encontraba en el graderío de tribuna