Carmen Aldunate sin corazas. Patricia Arancibia Clavel

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Название Carmen Aldunate sin corazas
Автор произведения Patricia Arancibia Clavel
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789563248289



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y parece que la sorprendí cuando le dije que, aparte de todas sus cualidades, Adela no solo había sido una gran activista del voto femenino, sino que también escritora.

      No sabía que mi abuela hubiera escrito algo… ¡Qué interesante! ¿Y sabes sobre qué?

      En 1930 escribió Tragedias de la realidad y solo para que captes su tono, te leo el epígrafe: “Mujer cuyos ojos piadosos van a posarse sobre estas páginas, acuérdate de todas las infelices de tu sexo que están próximas a rodar al precipicio. Todos somos, o manos que empujamos brutalmente al vicio, o manos egoístas que no tendemos a tiempo”. Es un libro que cuenta historias de dolores, de mujeres que sufren, historias reales que ella conoció y que —como dice— “necesitan mucha ayuda moral y material, mucha misericordia y comprensión piadosa”.

      ¡Qué increíble el lenguaje de esa época y la capacidad de la abuela para impulsar tantas cosas a favor de las mujeres…!

      Pero hay algo más emocionante... El libro está dedicado a “mis hijos y mis nietos”, o sea, también a ti… Ella quería que la recordaran como lo estás haciendo… Escucha la dedicatoria: “Cuando mi voz enmudezca con la muerte, estas páginas que son mi canción de adentro, como música suave los envolverá en torno a recuerdos de tiempos pasados y les seguirá hablando a sus corazones vivos, ecos de mi misma sangre”. ¿No te parece precioso?

      Maravilloso…, me llega a fondo, ¡no me hagas llorar, por favor! ¿Cómo logras encontrar tantas cosas?

      ¡Me alegra sorprenderte…! Lo último que te cuento es que, en 1934, formó el movimiento “Acción Patriótica de Mujeres de Chile” con la finalidad de organizarlas para el ejercicio de sus derechos políticos. Fue uno de sus grandes logros y en las elecciones municipales de 1935, donde por primera vez las mujeres tuvieron derecho a voto, salió elegida como regidora de Santiago. Ella era de armas tomar.

A8

      Adela, Adela, Adela

      Me siento muy orgullosa de todo esto que me estás contando. La verdad es que me emociona. Me quedo con la idea que mi abuela, siendo pionera en tantas cosas, ha sido bastante opacada. Se habla mucho más de su hermano Agustín por El Mercurio y de su hermana María por haber sido miembro de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, pero nada o casi nada de Adela, mi gran heroína sin estatua…

      Que te sigue inspirando y observando en tu taller…

A9

      Silvia Salas Edwards

      También te traje algunos datos sobre el accidente de tu tía Silvia, pero antes de entregártelos, me gustaría que me contaras lo que tú sabes…

      Lo que sé es que ella tuvo una espantosa muerte en un accidente automovilístico. Mi tía era los ojos de mis abuelos y solo tenía dos años de diferencia con mi mamá, quien también iba en el auto y sufrió graves heridas. No sé bien cuándo, cómo y dónde pasó todo esto, pero, como te dije el otro día, de ahí en adelante todo cambió en mi familia. Mis abuelos nunca volvieron a ser los mismos y mi mamá —que no tenía más de 17 años— entró en una gran depresión…

      Te puedo aportar algunos hechos. El accidente se produjo en Santiago el 12 de diciembre de 1919, cuando tu tía Silvia y tu mamá regresaban de una gran fiesta, acompañadas por su institutriz —Winifried Doherty— y dos amigas: Alicia Cañas Zañartu y Virginia González Balmaceda. Era viernes y, como tantas otras veces, tu abuelo Eduardo envió a buscarlas con el chofer en el auto de la familia. En algún momento, Rafael Cañas, hermano chico de Alicia, quien también venía en el auto y no tenía más de 16 años, le pidió al conductor que lo dejara manejar, perdió el control y en la esquina de la Alameda con Riquelme chocó de manera brutal. Todas las mujeres quedaron heridas graves, pero fue Silvia y su institutriz las que sufrieron la peor parte. La gravedad de sus lesiones fue tal que ambas no lograron sobrevivir, muriendo al día siguiente.

A10

      Mis abuelos paternos

      ¡No quiero imaginarme cómo habrá sido eso! Nunca supe los detalles y durante mucho tiempo en mi casa se mantuvo reserva sobre el nombre de quién iba manejando. Nadie hablaba del tema abiertamente, ni siquiera cuando yo era grande. Mi mamá fue siempre muy reservada al respecto y me imagino que fue porque no quería revivir ese dolor.

      Es que fue un gran drama familiar…

      La vida social de mis abuelos terminó abruptamente y la casa de Catedral —esa que tú me muestras en esas fotografías— perdió todo su esplendor y se volvió fría y lúgubre. Cuando yo viví ahí, a comienzos de los años cuarenta, es decir algo más de veinte años después, todo era sombrío.

      ¿Aún la recuerdas?

      Era un caserón gigantesco que tenía un teatro con escenario y butacas en el primer piso. Ahí yo jugaba con mi prima Angélica Salas, la única hija de Andrés, hermano de mi mamá. Nos encantaba intrusear las piezas del segundo piso y una vez que nos mandaron a dormir siesta, abrí un velador y nos encontramos con una “pelela” que en esos tiempos le decían “cantora”. Nos reímos muchísimo, imaginando a algunos de mis abuelos usándola. Toda la casa estaba llena de cosas raras, entre ellas, muchos animales embalsamados, ciervos y tortugas, como las de Galápagos. Subiendo la escalera, había unas armaduras horribles y mi prima Angélica subía con los ojos cerrados… También me acuerdo que en los baños —que eran grandes— había lavamanos floreados y las tinas tenían patas de bronce… ¡Las cosas que me haces recordar!

      Debes de haber tenido 4 o 5 años…

      Y, claro, ahora entiendo… rara vez vi a mi abuelo. Pasaba encerrado en su taller de fotografía y ni siquiera bajaba al comedor. Mi abuela, en tanto, simplemente decidió desaparecer de la casa y llenarse de más actividades feministas y de caridad. Creo que su principal salida era al Cementerio General, donde mandaron a construir un gran mausoleo de tres pisos que hoy es monumento nacional. Ambos vivían solo para recordar a la tía Silvia.

      Tanto es así que, todavía veinte años después, en mayo de 1939, Adela fundó una escuela básica particular que hasta el día de hoy funciona, y que lleva el nombre de Silvia Salas Edwards. Queda en la calle Antofagasta, en el barrio de Estación Central, y la dirigen las religiosas adoratrices…

      Entre paréntesis, ¿supiste qué pasó con esa casa y las cosas?

      Poco tiempo después que murió mi abuelo se vendió y parece que —¡oh, paradoja!— por un período fue sede del Partido Comunista. Como te conté, ya viuda, mi abuela Adela se fue a vivir frente a nosotros, y mi mamá con mi tía Mary —que eran muy yuntas— se hicieron cargo de deshacer el enorme caserón. Fue todo un acontecimiento. Me acuerdo que con mis primos José y Felipe nos paseábamos incrédulos mirando cómo se tiraban las cosas a la calle y que una multitud de gente se llevaba todo. Nosotros con mis primos también recogíamos lo que nos gustaba, pese a que mi mamá y la tía Mary nos revisaban como policías para que no devolviéramos nada. Así y todo, logré salvar una vitrina de cristal preciosa. Me acuerdo que cerraron la cuadra y que se botó muchísimo. La calle parecía tienda de antigüedades y el lema ¡llegar y llevar!

      ¿Conservaste algo para ti?

      Ese “apoya pie” que ves ahí y que debe tener más de dos siglos porque era de la “mamita Juana”. A mi mamá nunca le interesaron las cosas materiales, así que conservó muy poco de esa casa. Pero mi prima Angélica me ha contado que tiene unas copas de cristal finísimas, que dan miedo hasta mirarlas por lo frágil que son y que mis abuelos se habían traído de Europa en algún viaje anterior a la muerte de Silvia.

      ¿Y la casa del fundo de Nogales?

      Eso sí