Название | Más allá de la escuela |
---|---|
Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Учебная литература |
Серия | |
Издательство | Учебная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878661773 |
Mi experiencia como madre que educa de modo casero
La decisión de desescolarizar a los niños se fue fraguando de modo lento. No es algo que hayamos decidido de un día para otro. Teníamos muchas dudas y harta incertidumbre, pues era un camino desconocido. Cuando una recorre la trayectoria de la escolarización, puede imaginar diferentes escenarios, formas de transitar lo escolar que ya han sido recorridas por otras personas, de algún modo –como padres–podemos imaginar lo que consideraríamos un fracaso o un éxito. En cambio, con la educación casera, no. El camino es ignoto y eso asusta, pero si algo sabemos los chilenos, tan golpeados por desastres de todo tipo, es que el control es tan solo una ilusión.
En nuestro caso, nos planteamos una meta de un año. Sentíamos que no podíamos sino intentarlo. Precisamente porque nos pusimos un plazo para evaluarlo es que mantuvimos siempre la certificación de los estudios de nuestros hijos al día. Así, si algo salía mal, podríamos volver al sistema escolar. Esto puede ser considerado algo poco audaz, un tirarse a la piscina con salvavidas, pero la verdad es que, si bien teníamos mucho entusiasmo, también sentíamos fuertemente el peso de equivocarnos. No en vano, en esta cultura cada vez menos comunitaria y más individualista, el peso de la crianza descansa casi exclusivamente en los padres o en las madres.
La sensación de esos días era de vértigo, un poco de susto, mucho entusiasmo, ideas bullendo todo el día. Constantemente me preguntan qué nos llevó a decidirnos. Podría decir que el desastroso año escolar de uno de nuestros hijos catalizó la decisión pero, en realidad, esto se fraguó a fuego lento. Como antecedentes lejanos, pienso en las lecturas del pedagogo y escritor estadounidense Alcott y de León Tolstói, que de niña moldearon mis primeras ideas de lo que entendía por educar. Hoy, ellos son “abuelos” del movimiento de renovación pedagógica de la escuela nueva. También nuestra propia biografía escolar y universitaria marcada por el autoritarismo de la dictadura y un anhelo de pedagogías más liberadoras. Más cercana fue la experiencia con nuestros propios hijos: por un lado, el exceso de adaptación al rol de estudiante por parte de I; por otro, una mirada patologizadora respecto de JC por parte del orden escolar.
La decisión la tomamos nosotros como padres, no los niños. Les contamos a ellos nuestra opción poco antes de finalizar su último año escolar. Queríamos darles tiempo para despedirse en el colegio. Para ellos no fue fácil, pero pronto fueron asumiendo lo que se vendría. Lo primero que debieron enfrentar fueron las críticas de quienes los rodeaban. En esos días, mi hija escribió una entrada en el blog que manteníamos. Lo leo hoy y me admiro. Creo que para este relato es mejor darle la voz a mi hija, en aquel entonces, de 13 años:
La voz de I2
Desde que mis amigos y profesores saben lo de homeschool han estado partiendo desde la base de que yo NO quiero hacer esto. A lo que yo les respondo “a mí me da igual, ya está hecho” y “es algo nuevo, si no funciona volveré al colegio”. Una profesora me cuestiona diciéndome, escandalizada, cosas que, según yo, no tienen sentido: “¡Cómo se te ocurre decir que te da igual. Es tu educación y si tu quieres te quedas en el colegio o te vas de este, es algo que tus papás no pueden decidir! Mi hija está en un colegio el cual me gusta, pero ella se quiso cambiar a un colegio el cual no me gusta, en la postulación ella quedó entre los diez primeros lugares y como yo sé que quiere irse a ese colegio no puedo rehusar de esta decisión y la cambiaré”. Yo no sé si ella no entendió lo que yo quería decir, que sería bueno experimentar otra forma de educación, y creyó que a mí no me interesaba. Ella no me intentó escuchar, solo opinó sin saber más de lo que dije.
Mis amigos me dicen cosas como: “I, que tienes mala suerte, no puedes aprender en la casa jajaja”. O “¿Y cómo vas a aprender?” Y la de siempre, que pueden decírmela de varias formas:
–“¿Pero ¿cómo tendrás amigos?”
– “No vas a tener amigos”
–“¿Cómo vas a conocer gente nueva?”
Esas son algunas de las preguntas y afirmaciones típicas de la gente. A la gente le impacta ver que alguien haga algo tan “raro”, como el homeschool, porque no se pueden abrir a nuevas experiencias.
A mí me gustaría hacer homeschool con más familias, porque así sería una mejor experiencia, todas las familias dicen “Vamos a ver cómo te va y hacemos lo mismo” a lo que yo pienso “¿Cómo voy a comparar una experiencia de homeschool en la cual estudie yo y mi hermano a otra en la que este más gente?”.
Este texto da voz a las aprehensiones de la gente, pero también a las de ella. Por un lado, afirma la posibilidad de experimentar, pero por otro, le gustaría hacerlo con más personas, haciéndose así eco de las dudas que todos teníamos. Si algo me maravilla de este texto es la confianza que nuestra hija depositó en nosotros, haciéndose parte de esta aventura.
Ese fue un tiempo de harta reflexión en conjunto con los niños. En especial, conversamos sobre lo que significa educarse, las diferentes perspectivas al respecto; sobre la necesidad de experimentar e intentar ser fiel a lo que uno cree; sobre la posibilidad de equivocarse intentando caminos nuevos. Durante todo el tiempo que desescolarizamos, y aún hoy, esta reflexión se ha mantenido; creo que la pregunta sobre por qué y para qué educar es un tema recurrente.
La voz de los amigos
Obviamente, nuestros amigos y parientes opinaron bastante. En tiempos de una parentalidad hipervigilada, una opción de este tipo no deja de ser polémica. Creo que algo que todos los padres y madres que decidimos educar de modo casero debemos enfrentar es la crítica. Eso trae consigo un peligro y una oportunidad. El peligro es que, en el afán por afirmar la propia opción, se caiga en un fanatismo reduccionista, que finalmente es más autodefensa complaciente que reflexión seria sobre el proceso de educación de los hijos. La oportunidad, que es muy bonita, es de reflexionar críticamente y conscientemente respecto de lo que estás haciendo.
En esa época mantuve correspondencia con varias personas. Creo que sería interesante copiar algunos diálogos para ilustrar los comentarios que recibimos.
Ante algún comentario en Facebook, un amigo profesor comenta:
“Es mejor estar en casa contentos; sí, contentos, excluyéndose de conocer a otros distintos a él, quedándose con el capital cultural de sus padres, sin abrirse a otros. Teniendo a su mamita o papito que lo atienda (y consienta) durante todo el día. Considerando que su manera de hacer las cosas es LA manera de hacer las cosas. Aprendiendo a convivir con situaciones de conflicto, a poder participar de algo aunque no esté de acuerdo. En fin, aprendiendo a ser un Sujeto, sí de esos con mayúscula que les gusta tanto en el campo de la educación”.
Otro, también profesor, responde:
“En función del comentario anterior, déjame comentarte que me parece que hay muchas formas posibles de llegar a Roma, y tantas Romas posibles como viajeros. No sé si una escuela es el único lugar donde conocer a otros distintos, cuando en ocasiones la escuela no es un espacio diverso, ni socioeconómica, ni ideológica, ni religiosa, ni culturalmente. Me parece que un grupo scout, un taller de arte o un club deportivo pueden ser espacios de socialización secundaria inmensamente más diversos que un colegio chileno tan segmentado como son las instituciones educativas en nuestro país. Creo que pasar tiempo con los padres no es para nada sinónimo de un estilo de crianza laissez faire y ‘consentidor’,