Название | ARN, The Forbidden Fruit |
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Автор произведения | Frank Pedreno |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412444704 |
–Y lo tercero –continuó Erans– es ser cautelosos y pacientes. Creemos que no avanzará muy significativamente en sus investigaciones si le bloqueamos el dinero y las muestras para sus experimentos. Lo marcaremos muy de cerca, cada tres meses nuestros profesores e investigadores tienen que presentar sus resultados, por lo que iremos viendo cómo van sus experimentos.
–Por otra parte –aclaró Ina–, quiero decir que tendré acceso directo a las investigaciones del Dr. Andersen. Lo conozco personalmente desde hace muchos años y le he hecho creer que soy su única amiga en el Instituto y de momento me está funcionando. No conseguí que me explicará con detalle sus resultados preliminares, pero sé que cuando tenga algo sólido, vendrá de inmediato a presentármelo, necesita de mi ayuda y colaboración, de eso estoy completamente segura.
–Perfecto, ¿entonces entiendo que tienen controlado al tal Andersen? –preguntó el senador.
–Digamos que casi lo tenemos controlado –aseguró Ina. –No obstante, repito que estaremos marcándolo muy de cerca en todo momento. Pero hemos de ser conscientes de que se trata de un investigador con muchos recursos y que puede establecer contactos con el extranjero, estaremos también muy alertas ante esta opción.
–¿Y si después de todo, se sale con la suya y publica los resultados o los presenta en un congreso o que se yo, habla con otro colega? –pregunto Bohr.
–No creo que eso ocurra, tiene fama de megalomaníaco y este tema es francamente el más loco que podría haber pensado. No creo que ninguna otra mente en nuestro planeta sea capaz de cavilar semejante locura. Así que se lo pensará mucho antes de presentarlo si no tiene resultados mucho más sólidos o, digamos, concluyentes –respondió Erans.
–Y, digo yo, este hombre, tendrá colaboradores ¿no?, ¿creéis que podemos tener problemas con su grupo de investigadores? –O’Brien no quería dejar cabos sueltos.
–Fíjese, hasta ahora siempre ha estado solo, ha tenido muchos problemas para obtener financiación para sus proyectos, pero hace tres meses consiguió que el Sistema Nacional de Salud lo financiara para los próximos ocho años, con cinco millones para investigar en el ADN basura y lo primero que ha hecho es contratar a un post doctorando que ha venido del King´s College de Londres –explicó Ina.
–¿Cómo dice? –Bohr saltó de su asiento. –¿Cinco millones hasta principios del 2013? Eso sí que es un grave problema. ¿Cómo vamos a poder controlar en qué diablos se los gasta ese loco megalomaníaco?
–Ese es el único problema para el que no hemos podido, de momento, encontrar una apropiada solución, pero Michael está trabajando en ello, ¿no es así? –Bacon se dirigió a Erans.
–Piensen que cinco millones para los próximos ocho años no es tanto. Si descontamos su salario y el de su colaboradora, con los impuestos incluidos, se gastarán solo en ese concepto, dos millones y medio. Por tanto , para los próximos ocho años tendrá para reactivos apenas dos millones y medio, es decir unos trescientos mil al año. –el Azote del MIT había calculado hasta el último dólar del subsidio de Jimmy.
–Bueno, entiendo que la mitad de la financiación irá para los salarios e impuestos de él y de su postdoc, pero convendrán conmigo en que se deberá estar muy encima, controlando esos $300.000 anuales y, obviamente, no permitirle que utilice el resto para nada más que no sea para los salarios y los impuestos.
–En eso estamos, no se preocupe, Senador –le contestó Ina.
El arzobispo O’Brien quería ir cerrando la reunión, pensó que, con suerte, llegaría antes de las seis a la sede de la Archidiócesis y, con ese frío, le apetecía una cena caliente frente al televisor.
–Bien, creo que deberíamos reunir al Comité cada tres meses para que nos vayan haciendo una actualización de cómo va todo, ¿os parece amigos míos?
–Me parece estupendo Will, aunque si me entero de cualquier avance, les propondré convocar una reunión de urgencia –dijo Ina.
Bohr cerró su ordenador, luego de guardar el acta de la reunión, y todos se dispusieron a marcharse, pero el viejo arzobispo siempre tenía algo más que decir.
–Debo reconocer que tenían razón al decirnos que estamos ante una situación potencialmente muy grave para la humanidad. No podemos permitir que el ser humano se aleje de Dios. Nuestra forma de vida se basa en la familia, en la economía tal y como la entiende este gran país, en las fuerzas armadas que nos protegen de nuestros enemigos y, sobre todo, en nuestras profundas creencias religiosas. Para nada necesitamos de la ciencia, hemos vivido muy bien durante miles de años sin ella, y así debe continuar siendo. Nuestras profundas y sólidas bases como seres humanos se han sustentado a lo largo de nuestra historia, desde hace más de 2000 años, en la creencia de que después de la muerte nos espera Dios con los brazos abiertos, pero, obviamente, solo a los hombres que hemos seguido sus preceptos, y que el resto, es decir los herejes, sufrirán el castigo eterno en los fuegos del infierno. Nadie nos debe arrebatar nuestra forma de vivir y, sobre todo, de pensar. Así que amigos míos, eso de que una nueva especie de seres humanos está apareciendo entre nosotros, y que son mucho más inteligentes porque siguen los preceptos de la ciencia, no puede ver jamás la luz.
»Por cierto, solo por curiosidad, averigüen qué nombre quiere darle a esa nueva especie de seres humanos.
–Ya lo ha bautizado con el nombre de Homo scientificus –dijo el Dr. Bacon, arqueando las cejas.
–¡Oh, Dios mío!, ¿os dais cuenta de que esto no puede ver la luz jamás? –cariacontecido, les dijo el arzobispo y futuro miembro del Sacro Colegio Cardenalicio.
Todos asintieron y se fueron levantando lentamente, cada uno recogió su vaso, acomodó de nuevo su silla bajo la hermosa mesa oval de madera de roble rojo canadiense y salió, sin llamar la atención, de la mansión que el Arzobispado había adquirido para facilitar a los altos cargos eclesiásticos de su congregación, el merecido y necesario recogimiento espiritual. En solo tres meses volverían a reunirse de nuevo en el precioso pueblo de Concord.
3. EL VIKINGO LOCO
Jimmy era el único hijo de una humilde familia danesa que huyó de su país durante la ocupación nazi. Su madre, Sarah Rothschild, fue una librepensadora que a la temprana edad de 20 años y en contra de la opinión de su tradicional familia judía, se casó con Magnus Andersen. Su padre, el vikingo, como le gustaba a Magnus que le llamasen, pertenecía a una familia protestante, pero al igual que Sarah jamás estuvo por las cosas del creer. Sin embargo, ese historial familiar de libertad de conciencia y opinión no pareció interesar mucho a los nazis. A finales de 1943 varios batallones de las SS llegaron a Dinamarca con la orden de Hitler de arrestar y deportar a Alemania a todas las familias judías. La consigna era clara, aplicar la «solución final».
Los profesores de la escuela de Nyhavn donde trabajaba Sarah como ayudante le dijeron que ella y su marido iban a ser deportados. El destino fatal de los Andersen parecía estar escrito, pero gracias a la ayuda de sus amigos pudieron huir a Suecia y luego, desde allí a los Estados Unidos. Magnus consiguió trabajo en la oficina de correos de Cambridge y Sarah empezó la profesión de maestra de educación primaria en una pequeña escuela de Somerville. Escogieron vivir en el suburbio de pequeñas casas de madera de Lechmere, al este de Cambridge, muy cerca del río Charles, porque se parecía mucho a su querido Nyhavn y, aunque no disponían de ningún lujo, su pequeña casita de madera y sus humildes trabajos les permitieron tener una vida digna. Después de intentarlo durante mucho tiempo Sarah, por fin, quedó embarazada y el 10 de febrero de 1960 nació Jimmy. La vida transcurría apaciblemente en un entorno seguro, sin embargo, esos momentos de felicidad apenas duraron unos pocos años y la trágica y repentina muerte de Magnus por un cáncer de páncreas cuando Jimmy apenas había cumplido los doce años, marcó su infancia, le robó la adolescencia y bruscamente lo trasladó a la vida adulta. Casi no tenía recuerdos de su padre, y aunque lo intentaba una y