Название | Guía práctica para descubrir la voluntad de Dios |
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Автор произведения | Troy Fitzgerald |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789875678545 |
Un niño de cuarto grado asumió la responsabilidad de educarme en cuanto a figuras en tres dimensiones, y, ¡he aquí que mis ojos fueron abiertos! El primer truco que me enseñó fue comenzar por leer las instrucciones. Es impresionante cuánta información valiosa contienen las instrucciones bien especificadas. El próximo secreto era mirar fijamente y con paciencia la figura. No había estado mirando por suficiente tiempo la figura, esperando que emergiera la imagen escondida. Dicho y hecho, un pícaro alumno de cuarto grado tuvo éxito en entrenarme para ver la imagen claramente.
Conocer la voluntad de Dios, ¿es como ver la imagen escondida de las figuras tridimensionales? ¿Se esconde Dios detrás de la aparente realidad, jugando a las escondidas con la humanidad? Según las Escrituras, Dios ha dado a conocer su voluntad al mundo a través de su Palabra y a través de su Hijo. Escucha lo que dijo el autor de Hebreos: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:1-3).
No creo que Dios esté jugando con nuestras vidas como si su voluntad fuera un acertijo a resolver o un rompecabezas por armar. Aunque descubrir su voluntad implica buscarla, no estamos buscando a un Dios que se está escondiendo.
Mito 2: Dios tiene un plan muy específico para nuestras vidas
–¿Qué pasa si este es el elegido? –suplicó Carly.
–¿Cuál de todos? –le respondí.
Aparentemente, el novio de Carly se estaba cambiando de universidad, y ella debía decidir si hacer el pase para acompañarlo a él o si romper el noviazgo y quedarse en casa. Ella lo amaba, lo cual era evidente. Pero su dilema actual la confundía, y esperaba que Dios tuviera algún tipo de orientación para ella.
–¿Quieres decir el único elegido? –insistí.
–¿Acaso no tiene Dios una pareja perfecta para nosotros? Quiero decir, estoy segura de que debe haber más de una persona con la cual yo podría casarme, ¿pero hay una persona en especial con la cual debería casarme?
¿Hay un plan maestro perfecto en el cielo que nos habilitaría, si solamente tomáramos las decisiones correctas, para experimentar una vida feliz? ¿Es el plan de Dios para nuestras vidas un juego de ajedrez en el que cada decisión determina el destino del jugador?
Esta idea parece absurda. Si la voluntad de Dios es un escenario de vida específico o un plan maestro proyectado minuto a minuto, experiencias detalladas, ¿qué ocurre entonces cuando tomo una decisión equivocada? ¿Quedo afuera del plan? ¿Desciendo a una pista inferior de vida en la que mi potencial podría estar bien pero no tan bien como podría haber estado si hubiera hecho otra elección? ¿Acaso puedo pasar del plan A al plan B, y luego al plan C, etc.? Si la voluntad de Dios para mí es una historia que ya ha sido escrita y que simplemente requiere que tome las decisiones correctas en la situación correcta, ¿cómo sabemos cómo y cuándo elegir apropiadamente? ¿Qué sucede si cometo un error? ¿Qué sucede si tengo un mal día?
J. I. Packer sostiene que la idea de que Dios tiene un plan específico y detallado para nuestra vida es una idea equivocada que puede compararse con viajar con un itinerario creado por un agente de viajes: “Siempre y cuando estés en el lugar apropiado en el momento indicado para abordar cada avión o tren u ómnibus o barco, todo irá bien. Pero si pierdes una de las conexiones planificadas con anticipación el itinerario quedará inutilizado. Un plan revisado solo puede ser inferior y ocupar el segundo lugar en relación con el original”.1
Si este mito ocupa un papel prominente hoy no debería sorprendernos que la frustración y el malestar inutilicen a las personas. Todo depende de descubrir el recorrido específico de Dios para ti. Si conseguir entender cómo descubrir ese trozo de información del tamaño del monte Everest no fuera suficiente para preocuparte, qué decir del hecho de que todavía debes tomar la decisión correcta, no de vez en cuando o algunas veces, sino siempre. Inicialmente, esta idea de un plan empaquetado podría parecer reconfortante, pero tomar esta rama de pensamiento y alejarse del tronco del árbol es directamente perjudicial para tu salud.
Jerry Sittser compara este modelo de entender la voluntad de Dios con un laberinto: “En este modelo, entonces, cuando se debe tomar una decisión, la vida repentinamente se convierte en un laberinto. Sólo hay una forma de salir. Todos los otros caminos terminan en un callejón sin salida, cada uno de ellos significa una mala elección [...]. Si elegimos correctamente experimentaremos su bendición y alcanzaremos el éxito y la felicidad. Si elegimos equivocadamente podríamos extraviarnos y perder la voluntad de Dios para nuestras vidas, permaneciendo perdidos para siempre en un laberinto incomprensible”.2
Una vez más, cuando le pides a la gente que cuestione la suposición de que un Dios amante y omnisapiente armaría un plan único ideal para que descubramos y elijamos, al final siempre se hace evidente la locura de un plan semejante. Uno de los conceptos más básicos que debemos comprender antes de cavar más hondo en el plan de Dios es que él puede ser omnisapiente siempre, pero al mismo tiempo puede ser completamente libre en dejar a los seres humanos elegir lo que les plazca. El hecho de que Dios conoce el futuro no significa que Dios elige y determina un curso de acción para nosotros. No quiero caer en el pensamiento de creer que conozco lo que Dios sabe y no sabe. Algunos teólogos, aunque bien intencionados, han buscado determinar lo que Dios sabe y lo que es incapaz de conocer basados en lo que ellos se imaginan. El problema es obvio: el conocimiento de Dios, su poder y habilidades están mucho más allá de nuestros límites de comprensión:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8, 9)
El problema no es lo que Dios sabe o no sabe. Es cuán limitados estamos como seres finitos para comprenderlo. Yo no sé cuánto sabe Dios, y no estoy seguro si quiero ser el encargado de delinearlo, simplemente porque me cuesta mucho entenderlo.
Es cierto que Dios declara con anticipación algunos aspectos del destino de una persona. Le dijo a Abraham que sería el ancestro de aquél que habría de salvar el mundo:
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gén. 12:2).
Moisés fue salvado milagrosamente en un canasto y fue criado con el entrenamiento de un rey a fin de prepararse para librar de la esclavitud al pueblo de Dios e introducirlo en la Tierra Prometida. No cabe duda de que Moisés fue elegido desde su nacimiento para un propósito específico en la vida. Luego de que Moisés había sido preparado por el desierto, Dios dijo: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto [...]. te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxo. 3:7, 10).
Cuando surgió la necesidad de un nuevo rey para Israel, Dios tenía un hombre en mente: “Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey” (1 Sam. 16:1). Luego de haber observado a todos los hermanos, el joven David fue traído ante el profeta, y el Señor le dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque éste es” (vers. 12).
Ester, una mujer cuya vida es caracterizada por un momento especial de coraje, era la persona correcta en el lugar correcto en el momento correcto: “Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Est. 4:14).
Aun antes de que Juan el Bautista fuera concebido, ya tenía un destino especial. Los detalles de su vida estaban claros en la mente de Dios, incluyendo su sexo, nombre, hábitos de alimentación, y por sobre todo, su misión en la vida:
“Tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás