Tú y yo. Milagros García Arranz

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Название Tú y yo
Автор произведения Milagros García Arranz
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788416164752



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y ni corto, ni perezoso me dijo literalmente «estoy por ti, ¿quieres ser mi novia?». Lo dejé en mitad de la pista sin poder decirle nada. ¿Cómo me pudo decir «estoy por ti»? Una frase tan horrible…, y me dirigí a buscar a Pedro para contarle todo lo que me había pasado. Claro, esto tuvo sus consecuencias. Me dejó de decir cuándo quedaban a ensayar y Pedro me comentó que Luis estaba muy triste y que había dejado de componer.

      Con el tiempo, todo se olvidó. Seguimos siendo amigos y salíamos de vez en cuando todos juntos. Quedábamos la pandi —Cristina, por supuesto, formaba parte de ella—, además de los miembros del grupo de música y algunas novias, que iban y venían. Yo, que soy muy casamentera, ayudé a que Cristina y Pedro empezaran a salir juntos.

      Cada vez que nos juntábamos lo hacíamos en la zona vieja, una zona de vinos donde quedábamos gente joven algo alternativa. Pasaba a buscar a Cristina para llegar a nuestros garitos habituales, ya que su casa me pillaba de camino. Atravesábamos un parque para llegar a la zona vieja y, a veces, veíamos sentada en la parte superior de uno de los bancos del parque a la Marimacho. Así llamaban a una chica muy alta y delgada, con un aire misterioso y atractivo, que se comportaba y vestía como un chico. Me hubiera encantado algún día haber perdido la vergüenza que el simple hecho de mirarla de reojo me ocasionaba y haber sacado fuerzas y la valentía para que, sin importarme el qué dirán, me hubiera sentado a charlar con ella.

      Normalmente la señalaban con el dedo y lo que solía suscitar en los demás era desprecio. En cambio, a mí me llamaba mucho la atención y lo que me generaba era mucha curiosidad y ganas de aprender a su lado. Era mi heroína, sabía lo que quería y aparentaba vivir acorde a lo que le apetecía y sentía, sin importarle la opinión de los demás. Yo, sin embargo, había empezado a salir con un compañero de clase, Álvaro, sin tener claros mis sentimientos y luchando por saber lo que me pasaba y sentía, porque en el fondo quería estar con mis amigas y con alguna de una manera muy especial.

      Acabamos el COU y la selectividad —pruebas de acceso a la universidad— y toda la pandi aprobamos. No quiero resultar melodramática, pero sufría mi incomprensión en silencio con mucho dolor, sin nadie que me pudiera comprender, ni entender, sin poder ir a ningún lugar a que me orientaran, sin conocer a ninguna persona que fuera mi guía, sin poder acceder a información sobre mis sentimientos (te recuerdo que en aquel momento no existía internet y tampoco daban noticias por televisión) y, lo peor de todo, sin saber si había personas que pudieran sentir lo que yo sentía.

      Me sentía tan rara, tan poco normal… Muchas noches lloraba en silencio hasta que agotada me quedaba dormida. A veces, escribía poesías como esta que te comparto, por si alguna vez has sentido mi dolor:

      TE ESPERO

      Creces dentro, muy dentro.

      Muerta estuviera si no te reconociera.

      Vuelves a mí sentimiento,

      mas hazte de carne: tangible y real.

      Vive, respira y goza,

      disfruta como si estuviera cerca tu final,

      pero no me alimentes más,

      si no te vas a hacer material.

      Toma forma y verás

      como el amor es un hecho

      y los sueños acontecimientos.

      Te propongo una locura,

      toda una aventura.

      Ese vacío que te envuelve,

      ese hueco que aún tienes,

      no lo tapes más,

      ¡déjalo en paz!

      No te engañes ya,

      ¡desnúdate!

      Siente lo que te digo

      y descubrirás que tu realidad es mi realidad.

      Funde tu mirada en la mía,

      y verás que mi miedo va desapareciendo.

      Haz que me sienta querida,

      necesito tus abrazos, caricias y besos.

      ¡Descubramos juntas nuestros cuerpos!

      Y cuando despertemos,

      desnudemos cada mañana

      con dulces lamentos.

      3

      SALIDA DEL ARMARIO

      Todos comenzamos con mucha ilusión la universidad. Yo seguía saliendo con Álvaro, sabiendo que lo que iba estudiar no era lo mío y que Álvaro y yo no sabía cómo acabaríamos. Lo que realmente me gustaba era la psicología, pero no lo hice por muchas razones, porque mis padres pensaban que esa carrera era para perdedores y para gente que luego estaría en el paro y, por otro lado, yo estaba ansiosa de estudiar algo que me diera alas para ser económicamente independiente lo antes posible.

      La primera vez que tuve una mayor evidencia de las que había tenido hasta entonces sobre mis controvertidos sentimientos fue cuando conocí a una compañera que estaba pasando en nuestra facultad un trimestre haciendo un erasmus. Era americana y su nombre era Jessie. Tenía una larga melena rubia ondulada y era de complexión fuerte. Además de ser estudiante, era cheerleader en Los Ángeles, su ciudad natal. Me encantaba estar con ella. Las horas se me pasaban como minutos y me di cuenta de que prefería pasar más tiempo con ella que con mi novio Álvaro. Un día se lo llegué a confesar a él. En una ocasión que me pidió con mucha tristeza en sus ojos que pasara más tiempo con él, le dije que no sabía lo que me pasaba, pero que necesitaba estar con Jessie. Los dos acabamos llorando sin entender la situación. Creo que no fui lo suficientemente explícita, entre otras cosas, porque ni yo misma sabía lo que me pasaba, ya que después de que se fuera Jessie seguimos juntos, aunque no por mucho más tiempo.

      Soy una persona que hace fácilmente amigos. Además de la pandi, comencé a salir los fines de semana con una pandilla de solo chicas, más mayores que yo y muy desinhibidas. Todo lo contrario que yo, que seguía siendo virgen a mis veintiún años.

      Lola, la hija mayor de una familia amigos de mis padres, me presentó en su pandilla y me pareció que podía aprender tantas cosas de la vida a su lado, que decidí empezar a salir con ellas. Eran una media de dos años mayores que yo. Me encantaba escuchar tantas historias sexuales de todo tipo. ¡Vaya derroche de experiencia tenían todas! Ellas sabían que yo aún no podía compartir historias como las suyas y me respetaban.

      Lola debía ser un fenómeno en la cama, incluso había hecho que una pareja a un mes de casarse rompiera el compromiso, porque el chico y ella se encapricharon. Se rumoreaba que uno de los miembros de la pandilla, Juana, había tenido alguna experiencia con alguna chica, que era bisexual decían, aunque se comportaba como la más reservada y no alardeaba tanto de sus conquistas. Era morenita, de tez muy blanca, de complexión delgada y deportista, tenía una melenita corta, ojos castaños y estaba terminando la carrera de Historia del arte. Me parecía la chica más culta de la pandilla y eso para mí era y sigue siendo uno de los valores más seguros para conquistarme. No era la más guapa, pero me empezó a interesar de una manera especial. Por fin, conocí a una chica que había tenido alguna relación amorosa con otra chica. Ya había alguien que podía sentir lo que yo intuía que sentía. ¡No estaba sola en el mundo!

      Decidí contar mis tendencias y sentimientos homosexuales a mis veintiún años y decir de alguna manera que me gustaban las chicas a tres personas: a mi amiga Cristina, a mi confesor y a mi mamá. Te aseguro que sentía un miedo que casi me paralizaba y cuando relataba lo que sentía, daba tantas vueltas al tema que hasta yo misma me perdía en mis explicaciones. Con Cristina y mi confesor resultó todo muy fácil y me dieron esperanza. Me dijeron: «Sigue a tu corazón». Cuando se lo conté a mi amiga, me debí de poner muy tremendista,