Название | Tú y yo |
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Автор произведения | Milagros García Arranz |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788416164752 |
Volviendo a los sobres, si no los has conocido, te cuento. Eran sobres de papel en cuyo interior había colecciones, siempre en material de plástico, de soldados, indios y vaqueros en miniatura o kits de montaje, como armamento en general, para formar ejércitos como coches, barcos, aviones, tanques…, y lo mejor de todo, podíamos comprar siempre, mínimo, un sobre, porque costaba solo una peseta.
En cuanto llegábamos a casa nos íbamos a nuestro cuarto de juegos y comenzábamos a realizar nuestra primera tarea, que era separar los soldaditos o piezas que componían el kit del plástico sobrante, que servía para sujetar todas las piezas. Y si era un kit, uníamos las piezas a presión o con pivotes. No necesitábamos pegamento, ni celo, ni ningún tipo de sellador.
Después comíamos lo más rápido posible para comenzar nuestras batallas. Lo que más me divertía era formar diferentes ejércitos dentro del fuerte que creaba colocando cada pieza de for-ma estratégica. El problema llegaba cuando Juan quería comenzar la batalla y yo mandaba a mi general en un carro de combate con un pequeño ejército detrás rumbo al fuerte del oponente en señal de paz. Mi hermano señalaba que quería la guerra y entonces, enfadado, cogía varias canicas y plaf, plaf, plaf. Las empezaba a lanzar una a una contra mi fuerte y distintos ejércitos y equipos de combate, hasta que no quedaba nada en pie.
Nunca entendí cómo alguien se podía divertir jugando con las muñecas, y mira que lo intenté veces. Si eran bebés, les acunaba, les daba de comer, les sacaba los gases, cambiaba los pañales y a dormir y vuelta a empezar. Si eran muñecas, las cambiaba una y otra vez de vestido. A la tercera vez de hacerlo, ya estaba más aburrida que una ostra.
Antes de jugar a algo más divertido, algunas veces le pedía a Juan que cogiéramos cada uno a un Nenuco y que jugáramos a que éramos sus papás, aunque, como te decía antes, el juego duraba muy poco, porque enseguida nos dejaba de divertir.
1
MI PRIMER AMOR
Los fines de semana solíamos quedar con diferentes familias, amigas de mis padres, que tenían hijos también. Mi suerte era que todas las parejas tenían solo niños de nuestra edad o alguna hija mayor que yo, por lo que, aunque a mí me interesaba mantener contacto con ellas, al ser más pequeña, no entraba dentro de sus planes o posible relación de amistad. Y decía suerte, porque nuestros juegos eran básicamente de chicos: jugar a indios y vaqueros, a las canicas, a las guerras y si nos íbamos de picnic, a subir a los tractores y a las pacas de paja, a coger lagartijas para cortarles la cola, a coger renacuajos en las charcas y a tirar con las escopetas de perdigones a posibles pájaros. Siempre he querido a los animales, así que cuando querían jugar a esto último, les proponía otras actividades, como tirar a la diana con escopetas.
Una de las familias con las que manteníamos más contacto era una que, además, era vecina nuestra. Tenían una hija más de seis años mayor que yo —con lo que no me hacía apenas caso— y tres niños, el mayor de los cuales se llamaba Albertito, que era de mi edad, apenas unos meses mayor que yo.
Por aquel entonces uno de mis sueños era que algún día tendría un rancho, un caballo y un perro, y que cada día cabalgaría por mis tierras melena al viento, disfrutando del paisaje y del frescor del aire en la cara. Un día le conté a Albertito mi sueño y, qué casualidad, él también lo compartía, así que de una manera especial me empezó a interesar.
A mis cerca de ocho años Albertito me propuso que, como éramos tan amigos, nos enseñáramos nuestros cuerpos, «nuestras partes de abajo», dijo, que así seríamos novios y a la vuelta de un domingo que habíamos ido a pasar el día a un camping, hicimos una parada los dos coches para que los conductores descansaran. Paramos en la carretera, donde había un restaurante y al lado un conjunto de pacas de paja apiladas. Albertito me agarró de la mano y me llevó detrás de las pacas, fingiendo que nos hacíamos pipí y allí me pidió que nos bajáramos los pantalones. Yo no quería, pero él me dijo que si quería ser su novia, lo tenía que hacer. Ya había anochecido, casi no se veía nada, así que accedí. Cuando ya nos habíamos bajado los pantalones, me pidió que le tocara el pito. Yo apenas lo rocé con mi dedo índice y él hizo lo mismo. Nuestras madres nos interrumpieron llamándonos para que volviéramos.
Desde ese instante hasta que me pude confesar por primera vez empecé a sentirme mal, me sentía sucia, sentía que había hecho algo muy malo. Pasé un año con remordimientos y sin ganas de divertirme, casi nada hacía que me sintiera en paz conmigo misma. Una de las veces que nos juntamos en mi casa, Albertito me pidió volver a hacerlo, esta vez en el cuarto de baño, a lo cual no accedí, así que me anunció lo más alto que pudo que dejaba de ser mi amigo y se fue de mi casa. Mi hermano vino corriendo al escucharle y se enfadó conmigo, pensando que le había hecho algo para que se fuera. Por supuesto, que seguimos viéndonos, aunque yo procuré nunca volver a quedarme con él a solas. Procuraba que estuvieran siempre presentes sus otros dos hermanos y el mío.
El siguiente chico que me interesó, y ya no solo como amigo, fue Marcos y ocurrió cuando estaba estudiando octavo de EGB y tenía trece años. Me empezó a gustar el chico más popular de mi escuela. Tenía una preciosa melenita rubita y unos ojos verdes como los míos. Era una monada y, además, bailaba fenomenal. Iba a mi clase y no parábamos de mirarnos y tontear, pero como interesaba a muchas chicas y las había muy guapas, pensé que tenía mucha competencia. Yo también era muy popular y ya me habían dicho varios chicos de la clase, o se lo habían dicho a mi hermano, que querían salir conmigo, pero a mí el que de verdad me interesaba era Marcos. Un día se acercó y me dijo que le gustaba. Yo le dije que él a mí también.
La primera vez que quedamos fuera del cole fue un sábado en un parque. Les dije a mis padres que iba a la casa de una de mis mejores amigas, Rut, que vivía al lado mío y me fui al encuentro de mi amiga a ver a Marcos. Decidimos pasar poco rato, porque temía que mis padres pudieran llamar a la casa de Rut y se percataran de que no estábamos allí. Iba nerviosa perdida y me había pasado toda la mañana eligiendo lo que me iba a poner. Cuando llegamos noté su sorpresa al verme aparecer con Rut. Hablamos los tres un rato y luego Marcos le pidió a Rut que nos dejara un rato a solas.
Dimos un paseo y hablamos de los amigos. Me dijo que estaba muy guapa y que muchas veces apenas se podía concentrar en clase, ya que no paraba de mirarme. Mientras tanto, sentía como mi corazón se aceleraba y como mi boca se secaba por los nervios que me invadían. Rut vino a indicarnos que se quería ir, que se estaba aburriendo. Le pedí que se quedara unos minutos más y que nos dejara despedirnos. Marcos ya me había pedido un beso, pero me hice de rogar. Antes de decirle adiós, me acerqué, le agarré de las manos y uní dulcemente mis labios a los suyos. Nunca había besado a nadie en los labios hasta ese momento y me pareció el beso más bonito que me habían dado hasta entonces.
Lo miraba cada mañana al llegar a clase y sentía lo afortunada que era al saber que me había elegido a mí y no a otra compañera. Parecía que de verdad le interesaba y no paraba de darme muestras de ello. Un día en clase de baile me dio una sorpresa con la canción Another one bites the dust, de Queen. Se inventó una coreografía y me la dedicó. ¡Qué emoción! Él y yo de protagonistas… Otro día, concretamente cuando cumplí catorce años, su hermano Pedro me dijo que había vendido su tesoro —parte de su colección de discos de vinilo— para comprarme un anillo de plata con una aguamarina preciosa. ¡Qué detallazo!
En primero de BUP nos tuvimos que cambiar de colegio, ya que comenzábamos otra etapa que el nuestro no tenía. Mis padres eligieron un colegio privado de monjas y mi Marcos se fue a un instituto público. El cambio de colegio fue una de las peores cosas que me pudieron pasar. Yo estaba acostumbrada a estudiar, jugar, divertirme, hacer deporte, preparar obras de teatro y de baile