Campo Abierto. Max Aub

Читать онлайн.
Название Campo Abierto
Автор произведения Max Aub
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788491343974



Скачать книгу

      Esa intransigencia comunista la padece asimismo Vicente Dalmases cuando se le acusa de haber confiado en Asunción, sospechosa por la delación de que ha sido objeto su padre, anteponiendo sus sentimientos hacia ella a sus deberes como militante del partido. Vicente atraviesa por momentos de pesimismo y desconfianza respecto de los resultados de la lucha en que se encuentra embarcado y esta actitud es compartida por otros personajes «positivos» (Templado, Cuartero, Rivadavia, Villegas y otros tantos) quienes, además, son presentados por el narrador a través de sus diálogos o soliloquios como personajes dubitativos y contradictorios, aunque convencidos de que su lugar está al lado de la República. En contraposición con ellos aparece, en cambio, el intelectual egoísta que vive exclusivamente para su obra anteponiendo la supervivencia de esta a la defensa de la empresa colectiva e inhibiéndose de cualquier tipo de acción; se trata de una figura de reiterada presencia a lo largo del ciclo de los Campos (piénsese en el Lledó de Campo cerrado o en el Ferrís de Campo de los almendros ) y que en Campo abierto está representado por Roberto Braña, si bien su postura la comparten también otros personajes, como Servando Aguilar, el filósofo escéptico, o don Nicasio Gómez de Urganda, el catedrático que, cimentada su fama de hombre de izquierdas, tiene acceso a todas las prebendas del régimen pero rehuyendo cualquier tipo de compromiso activo.

      Muy distinta de la de estos es la actitud de Gustavo Rico, figura sobre la que el narrador parece verter todas sus simpatías, a quien su total escepticismo en cuestiones de ideología no incapacita para la acción. Representa otro tema muy querido de Aub, el del conflicto entre la teoría y la praxis política, que cuando se plantea se resuelve decididamente como indica Soldevila a favor de esta última. Gustavo Rico, quien, viviendo de traducciones, «había aprendido a respetar las opiniones ajenas encontrándolas todas malas», se halla siempre dispuesto a sacrificarse por los demás y a defender con las armas en la mano, junto con sus amigos, los ideales que están en liza, en los que, sin embargo, confiesa no creer.

      La atención a la figura del intelectual está directamente relacionada con otro tema muy grato a Aub y cuya presencia en esta novela, así como en las otras de la serie, aflora en diversas ocasiones en los diálogos que mantienen los personajes: el del compromiso del artista con la sociedad y, unido a él, el de la función que el arte puede ejercer como instrumento al servicio de la transformación de esta. Como en otras cuestiones, el autor rehúye toda actitud dogmática y deja que a través de las voces de sus interlocutores se vayan planteando posturas encontradas, aunque defendidas con idéntica pasión e igual solidez de argumentos en cada caso, en las que se recogen todos los matices posibles. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el amplio diálogo que, en presencia de un Vicente Dalmases agotado y somnoliento tras varios días de combate, mantienen en La Granja del Henar los pintores latinoamericanos Lugones y Laparra, con intervención de José Renau, Paulino Cuartero y otros personajes que se van sumando; a lo largo del apasionado coloquio van surgiendo temas como la definición del pueblo, al que se entiende como destinatario del arte, las actitudes paternalistas de las minorías selectas, la independencia del artista frente al poder político, la conveniencia o inconveniencia de un arte vinculado a los imperativos de la propaganda y un largo etcétera.

      Pero el tema nuclear que subyace bajo la narración de Campo abierto y de todas las novelas del ciclo no es otro que el de la problemática complejidad del ser humano, la cual se constituye en eje articulador de todo este universo narrativo, pues el hombre es en última instancia el objeto de las especulaciones en las que se enzarzan los personajes y el motivo permanente de todas las digresiones del narrador: el hombre enfrentado a un universo caótico que las limitaciones de sus sentidos le impiden explicar con un mínimo de coherencia; un universo entendido como laberinto, como espacio cerrado cruzado por multitud de caminos que no conducen a ninguna parte y en medio del cual el ser humano se debate por encontrarle explicación y salida. A esa idea central del mundo como laberinto responden el título de la serie y la estructura desde la que están planteados (y a cuya luz adquieren sentido) todos los relatos que la integran. La Guerra Civil y los conflictos que desencadena podríamos decir que constituyen el núcleo temático evidente,11 pero también que nos lleva de la mano a otro tema más abstracto y, por ello, más universal: las circunstancias bélicas de las que Aub quiso erigirse en cronista acabarán siendo una referencia vacía para lectores futuros, pero la reflexión que desde ellas se plantea sobre la condición humana seguirá teniendo vigencia. A partir de la narración de unos hechos concretos, el autor consigue remontarse al planteamiento de las eternas interrogaciones del hombre enfrentado a una realidad que le desborda y cuyo sentido es incapaz de abarcar. Ese es el tema subyacente en toda la novela, el que ilumina de manera muy especial las insistentes reflexiones de los personajes, sus puntos de vista contradictorios, su deambular muchas veces sin rumbo como insectos desorientados a los que la catástrofe ha sacado, descentrándolos, de su rutina habitual y obligado a buscar la respuesta para preguntas no planteadas hasta entonces.

      Dicho tema nuclear no solo se manifiesta de manera latente, sino que aflora explícitamente en varios de los diálogos a través de los que esos personajes desorientados se enfrentan a sus obsesiones y sus dudas. Recuérdense, por citar un ejemplo, las palabras de Julián Templado en su peripatético diálogo con Paulino Cuartero la noche del 6 de noviembre, mientras los fascistas inician el asalto a Madrid:

      –No te das cuenta de lo estrecho de tu visión. ¿Qué ve el hombre? Una parte de lo existente. Hay colores que no percibe, tamaños que le son prohibidos por lo elemental de los sentidos. Basándose en ellos dices que la ciencia es incapaz de demostrar el origen de la vida. Acepto. Pero ¿me vas a negar que es probable que en este inmenso mundo que no podemos ver, sea posible descubrir –como cosa natural– el origen de la energía? La biología se considera incapaz, las matemáticas no bastan, el estudio del cálculo de probabilidades no logra dar con la posibilidad del origen; en vista de eso recurrís, como niños, a Dios. Así se arregla todo. Eso de que estamos hechos a su imagen y semejanza… sería demasiado fácil. Si hubiese Dios –esa anticasualidad– ¿por qué los peces, y tú y yo, segregamos esa enormidad de huevos? Bastaría con uno. (cap. 6 de noviembre, por la noche, más tarde)

      O estas otras que pronuncia Riquelme, interlocutor de Cuartero, mientras intenta salvar las vidas de los heridos de la guerra en el Hospital de San Carlos:

      –El hombre es un centro tan complicado que jamás podremos prever todas sus reacciones. Alabado sea por eso. Porque si no, no habría progreso posible, dado que daríamos con un límite.

      –¿Y no lo hay?

      –Más allá de nuestros sentidos, nadie lo puede decir. Pero para nuestras facultades, aun centuplicadas, no; no lo hay.

      –Entonces vivimos en un laberinto mágico.

      –Limitados por nuestros cinco sentidos. (cap. «7 de noviembre»)

      La sensación de vivir en un laberinto es reforzada por la incomunicación existente entre los seres que lo habitan, entre quienes los diálogos no son más que un cruce de palabras que se pierden y rebotan sin conseguir traspasarla, contra la burbuja que aísla al otro; meros soliloquios que cada interlocutor lanza desesperadamente al vacío, más para afirmarse en sus obsesiones que para encontrar confirmación de estas.

      La dispositio de Campo abierto se adecua plenamente a las características de la inventio a las que acabamos de referirnos en la descripción del nivel temático. La estructura de la novela responde a un desarrollo fragmentario de historias diversas, protagonizadas por un variado conjunto de personajes y conectadas entre sí a través de mínimos aunque suficientes nexos. Se trata, por lo demás, del mismo diseño formal que adoptan las restantes novelas de la serie en las que con la excepción de Campo cerrado (donde existe un personaje central, Rafael Serrador, aglutinador de los acontecimientos narrados, aunque su protagonismo se devalúe perceptiblemente en la parte final), la acción se fragmenta en episodios diversos con el fin de ofrecer una panorámica lo más abarcadora posible de los acontecimientos y del ambiente cuya narración constituye el objetivo del relato.

      Se ha empleado, a veces, para referirse peyorativamente a ese diseño compositivo la etiqueta de «estructura caótica»,