Название | Campo Abierto |
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Автор произведения | Max Aub |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788491343974 |
2. El nivel temático
De acuerdo con lo señalado, resulta evidente que el tema central de Campo abierto lo constituye la Guerra Civil, y que la novela puede ser abordada como una pieza nueva añadida por Aub al edificio que está construyendo con el fin de asumir plenamente la misión de cronista que se arroga y que justifica el proyecto de esta serie.9
Pero dicha labor de cronista está matizada por la lucidez a la que acabamos de aludir y que se manifiesta en una actitud alerta, que mitiga entusiasmos y evita el tono de exaltación, derivado de la identificación plena del narrador con sus héroes, propio del relato épico. La tendencia al claroscuro, la ausencia de héroes de una pieza, la actitud de permanente relativismo originada por la confrontación sistemática de perspectivas nos lleva a hablar más que de epopeya enaltecedora sobre la contienda civil de una reflexión sobre la condición humana propiciada por unos acontecimientos que el narrador vivió no solo como testigo privilegiado sino, en ocasiones, como protagonista. Por eso la guerra, aunque obsesivamente presente en Campo abierto, aparece más que como acontecimiento central como telón de fondo que permite explicar y reflexionar sobre los comportamientos humanos que las circunstancias bélicas propician.
Retomando la afirmación que hace Soldevila en el estudio que precede a Campo cerrado, la novela inaugural de la serie, puede decirse que en Campo abierto continúa vigente, nutriendo el marco ideológico-conceptual de la novela, la idea de solidaridad que cristaliza en la necesidad del otro, en la potenciación de la vida individual en el seno de la existencia colectiva, que Aub bebió directamente de la doctrina unanimista de Jules Romains. El hombre es en la medida en que es con los otros: por eso no encontramos personajes protagonistas de peripecia individualizada (a no ser que esta sea negativa, como sucede en los casos de Jorge Mustieles, del Uruguayo o de Claudio Luna), sino personajes cuya actuación se justifica y adquiere sentido en la empresa común en que toda la colectividad se halla comprometida (los jóvenes de «El Retablo», Bonifaz, Cuartero, Templado, Riquelme, Fajardo, etc.) y que encuentra su culminación en la gesta del pueblo madrileño, resistiendo el avance del ejército fascista en los primeros días de noviembre de 1936, cuya narración ocupa la tercera parte de la novela. Mientras que en Campo cerrado existía todavía un personaje, Rafael Serrador, en torno a cuya peripecia individual discurría el hilo conductor del relato, en Campo abierto solo encontramos personajes cuyas actuaciones conforman fragmentos de un episodio de trascendencia colectiva a modo de pequeñas piezas que van configurando el diseño general de una historia que trasciende las acciones de los individuos para proporcionarles sentido solo en el conjunto de una acción global.
Pero es necesario insistir en que no se trata de una épica sin fisuras y que la narración del conflicto dista mucho de ser abordada desde una perspectiva por completo positiva: junto a la solidaridad y al esfuerzo común por la victoria coexisten el egoísmo, la indecisión y la traición; el microcosmos que ha seleccionado el narrador como representación de la sociedad fragmentada y envuelta en la violencia que la contienda civil conlleva está compuesto en gran medida del esfuerzo heroico y de la abnegación de quienes lo pueblan, pero también de egoísmos y cobardías, de actitudes pusilánimes o decididamente dirigidas al medro personal. La traición se erige, así, en uno de los temas recurrentes que contrapuntea el relato, desde la historia pórtico en que Gabriel Rojas es muerto alevosamente por el disparo de un francotirador oculto en el tejado momentos después de que su hija acabe de llegar al mundo, a la emboscada mortal de que son objeto Manuel Rivelles y la columna de confiados expedicionarios anarquistas; o la de Amparo, la madrastra de Asunción, que acaba provocando la ejecución de su esposo, al que ha acusado de fascista en connivencia con su amante Luis Romero. El tema de la traición aflora, igualmente, a otros niveles, como referente histórico para la situación que en aquel momento está viviendo España, en la escena en que Paulino Cuartero lee a sus amigos las cláusulas del tratado secreto de Verona por el que las naciones firmantes (Francia, Austria, Rusia y Prusia) se juramentaron en 1822 para intervenir militarmente en España y Portugal o en cualquier otro país europeo donde pudiesen triunfar las ideas democráticas.
Junto con el tema de la traición, las historias de Jorge Mustieles y de Claudio Luna ejemplifican la cobardía del individuo a quien su indecisión y pusilanimidad llevan a convertirse (con su asentimiento en el primer caso y materialmente en el segundo) en ejecutores de personas próximas; en ambas historias se ponen, además, en evidencia algunos de los aspectos más sórdidos y antiheroicos de la campaña, como es el de la represión desencadenada en la retaguardia y encaminada a la eliminación física del adversario político. Aub no repara, incluso, en narrar una historia protagonizada por un personaje que convierte esa actividad sucia en ocasión para el enriquecimiento personal, la del pistolero conocido como El Uruguayo, consciente de que estaba proporcionando argumentos al enemigo, pues el estereotipo del miliciano sádico y sanguinario que convierte la tarea de «limpieza de la retaguardia» en una actividad lucrativa al servicio de su propio enriquecimiento fue uno de los más cultivados por la propaganda franquista en sus intentos de denigrar al bando republicano; basta para comprobarlo la lectura de una serie de novelas y libros más o menos autobiográficos publicados en la otra zona.
Los personajes «positivos» no son, por otra parte, personajes sin fisuras, e incluso los sometidos a un tratamiento más idealizador, como sucede en el caso de Vicente Dalmases y Asunción Meliá, presentan momentos de debilidad y de duda que los humanizan, alejándolos de la irrealidad de los héroe monolíticos. La constante confrontación dialéctica que tiene lugar entre todos ellos sirve como instrumento de la estrategia perspectivística que adopta el autor, enemigo de todo dogmatismo y en permanente actitud dubitativa ante las verdades que se suelen proclamar como incuestionables. De ahí que uno de los temas expuesto con mayor riqueza de matices a lo largo de los diversos diálogos entre los personajes que van pautando la acción sea el de la confrontación entre la servidumbre impuesta por los ideales políticos y los imperativos humanitarios. Confrontación que se desarrolla con amplitud en la historia protagonizada por Vicente Farnals (capítulo IV de la primera parte), en la que este, socialista convencido, defiende frente a la intransigencia del comunista Gaspar Requena la ayuda que ha prestado para facilitarle la huida a un viejo amigo, militante en el bando enemigo. Dicho capítulo, en el que la acción es mínima, sirve para introducir un amplio excurso ensayístico en el que Aub convierte a su personaje en portavoz de unas convicciones sobre las que él no albergó nunca duda alguna:
–Para vosotros sólo existe la política. Para mí, no. Para mí la política es una parte integrante del hombre, no todo. […] Por cuenta de la política ahogáis toda una porción del hombre que os proponéis salvar. Sois capaces de forjar una humanidad nueva donde todos sean iguales: todos cojos. […] Si machacáis, en pro del deber, toda simpatía y regís vuestros sentimientos por lo que el Partido, o tus ideas políticas, impone, ¿no crees que corréis el riesgo de atrofiar toda una parte natural del hombre? Despertaros, un día, vueltos máquinas, burócratas. Sin clases, pero sin razón de vivir. Porque el día en que se implantara así un socialismo aséptico, científico, como decís enjuagándoos la boca, perfecto si quieres, tras haber pisoteado todas vuestras inclinaciones incontrastables ¿qué quedaría del hombre? (cap. «Vicente Farnals»)10
El propio Aub defendió en diversas ocasiones en sus textos no ficcionales estas ideas; recuérdese, por ejemplo, las frases de su carta a Roy Temple House, que cita Soldevila a propósito de Campo cerrado para ilustrar una actitud semejante de su protagonista Rafael Serrador:
Creo, además, en la amistad. Me repugnan esas personas para quienes lo político priva lo personal. Mientras los seres respeten las leyes humanas, mi deseo, tal vez incumplido, es poder seguir diciendo: mi amigo Malraux,