Название | Caída y ascenso de la democracia |
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Автор произведения | David Stasavage |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418895784 |
El gobierno del ayllu era la administración central inca, y nos quedaríamos cortos si la calificáramos de organizada. El imperio estaba dividido en cuatro partes administradas por un apu, o señor, y cada una de ellas comprendía provincias de veinte mil hogares administradas por un gobernador de etnia inca nombrado por el centro. Los burócratas ayudaban al gobernador, a los cuales se les habían enseñado el sistema de nudos quipu para llevar un registro de los acontecimientos, las transacciones y otros mensajes.80
El concepto más común sobre la obtención de ingresos en la economía inca es que los gobernantes se servían de una ideología donde la obligación mutua dentro de cada ayllu se aplicaba a todo el imperio. En la práctica, esto significaba que eran las personas las que se trasladaban, en vez de los bienes, para cumplir con sus obligaciones derivadas del sistema de corveas. Más tarde, esto ayudaría a formar la base de los sistemas de mita y encomienda de trabajo forzoso utilizados por los conquistadores españoles. Los incas también reubicaron a un gran número de habitantes: entre tres y cinco millones, según un cálculo.81 Es una cifra asombrosa si se tiene en cuenta que hablamos de una sociedad sin medios de transporte y comunicación modernos, ni siquiera la rueda.
Aunque sabemos que el Estado central inca era autocrático, sabemos menos respecto a cómo el control imperial afectaba a lo que ocurría en cada ayllu. ¿Fue como el caso azteca, donde las ciudades originalmente autogobernadas al estilo de la democracia temprana perdieron este rasgo? El ayllu sigue siendo una destacada institución social en las comunidades andinas hoy en día, y muchos lo señalan como un ejemplo de igualitarismo. Sabemos que el ayllu, en la época preinca, estaba organizado en torno a una figura prominente a la que se veneraba después de su muerte, pero esto, por sí solo, no nos dice gran cosa sobre la gobernanza.
Los cacicazgos del Misisipi
Entre las comunidades de América, la autocracia no existió solo al sur del río Bravo. A principios del siglo xvi, los conquistadores españoles entraron en lo que hoy es el sureste de Estados Unidos. Al hacerlo vieron ejemplos de sociedades misisipianas que diferían radicalmente de los hurones o los iroqueses: se trataba de las sociedades del Misisipi que existían desde alrededor del año 1000 d. C. Los misisipianos construyeron los túmulos que, tras su desaparición, dejaron la huella en el paisaje que tanto impresionó a los posteriores conquistadores europeos. Sus sociedades se caracterizaban por poblaciones sedentarias que practicaban formas de agricultura intensiva, por lo general basadas en el maíz y a menudo ubicadas en valles fluviales densamente poblados. El mayor asentamiento misisipiano conocido, Cahokia, emplazado al este de lo que hoy es San Luis, tenía una población de unos quince mil habitantes.82 Las sociedades misisipianas eran más avanzadas, según los parámetros normales, que los pueblos nativos de los bosques del noreste americano, como los hurones. Su agricultura era más intensiva, sus poblaciones eran mayores y nos han dejado evidencia de un mejor desarrollo artístico. Las sociedades misisipianas también resultaban ser considerablemente más autocráticas.
Los arqueólogos han excavado los túmulos que dejaron los misisipianos para entender mejor cómo estaban organizadas sus sociedades. Desafortunadamente, debido a que los misisipianos no tenían un sistema de escritura, no dejaron ningún rastro directo sobre cómo se gobernaban. Algunas personas quizá infieran que la construcción de túmulos conllevaba una autocracia. Sin duda esto lo motiva el ejemplo del Egipto antiguo, cuando pensamos en el trabajo esclavo utilizado para construir las tumbas faraónicas. Otros sugieren que no nos apresuremos a asumir esta interpretación negativa. Tal vez la población quiso participar en una gran iniciativa, de modo similar a cómo la población de París construyó voluntariamente los Campos de Marte durante la Revolución francesa.83
El problema de esta idea es que la evidencia arqueológica apunta a que los jefes de Cahokia tenían un tipo de estatus exaltado muy desagradable. En un yacimiento que hoy recibe la anodina denominación de “Túmulo 72” se ve a una serie de individuos selectos enterrados con una gran cantidad de abalorios; junto a ellos se encuentran los restos de muchas jóvenes ejecutadas por estrangulamiento o degollamiento.84
Podemos reunir una evidencia más directa sobre las sociedades misisipianas a partir de los relatos de la expedición de Hernando de Soto. Entre 1539 y 1541, durante sus viajes por América del Norte, De Soto y sus acompañantes se encontraron con una poderosa tribu conocida como los coosa. Se cree comúnmente que los coosa vivieron en lo que ahora es el norte de Georgia, en un lugar conocido como el “Pequeño Egipto”.85 Como en el caso de los hurones y los iroqueses, los coosa eran una sociedad agrícola que cultivaba sobre todo maíz. Aparte de esa similitud, todo lo demás era distinto.
Nuestro relato de la expedición de De Soto proviene de un compañero de viaje que pasó a la posteridad como “el caballero de Elvas”. A su llegada, la expedición de De Soto fue recibida por el cacique coosa, llevado en litera por sus varios de sus hombres y rodeado de gente que tocaba la flauta y cantaba.86 Esto, por sí solo, no prueba nada, pero sin duda la exaltación del jefe coosa sugiere que no era un simple primus inter pares. En otros cacicazgos del sureste también era habitual que los gobernantes fuesen llevados de esta manera.
La evidencia arqueológica posterior corrobora la idea de que los jefes coosa tenían un estatus exaltado. En el yacimiento del Pequeño Egipto se encontraron rastros de varios túmulos de plataforma que datan de diferentes épocas. En general se cree que estos túmulos servían para poner de relieve el poder de los gobernantes de los cacicazgos misisipianos. La residencia del cacique se ubicaba en el túmulo, donde llevaba a cabo sus deberes ceremoniales.87
El jefe coosa gobernaba de forma directa un área relativamente pequeña, pero De Soto y sus acompañantes viajaron durante veinticuatro días y se encontraron varias aldeas cuyas poblaciones, se decía, le habían declarado su lealtad mediante el pago de tributos, como maíz y otros bienes. Desafortunadamente, tenemos poca evidencia directa de cómo se gobernaban los coosa porque, a diferencia de los jesuitas franceses en el territorio hurón, Hernando de Soto no tenía interés en escribir relatos de carácter erudito.
El pueblo natchez nos proporciona un último ejemplo que apunta a un régimen autocrático entre los pueblos misisipianos. Los natchez era un pueblo misisipiano tardío, ubicado en el territorio de la actual ciudad homónima, que sobrevivió con su cultura intacta durante algún tiempo después del contacto europeo. Un viajero francés llamado Antoine-Simon le Page du Pratz vivió varios años entre los natchez en la década de 1720, aprendiendo su lengua. Dejó un extenso relato etnográfico de estos viajes en su Histoire de la Louisiane. Le Page du Pratz cuenta lo que sucedió cuando un jefe natchez llamado Stung Serpent cayó enfermo y murió. En su funeral, dos de sus esposas fueron estranguladas y enterradas con él, al igual que su médico, su principal sirviente, su portador de pipa y otros criados.88 Le Page du Pratz no se mordió la lengua al calificar el sistema político de los natchez de despótico.89
Deberíamos considerar la posibilidad de que Le Page du Pratz tuviera una visión sesgada para favorecer los intereses franceses. Algunos observadores han cuestionado esta descripción de la autocracia natchez y dicen que, sobre todo, pretendía impresionar: es posible que los natchez tuvieran unas “maneras autocráticas”, pero no un “régimen autocrático”.90 Es cierto que Le Page du Pratz se refiere en su crónica a un consejo de guerra convocado en una ocasión, pero no hay indicios de que se mantuvieran reuniones periódicas.91 El funeral de Stung Serpent sugiere que las maneras autocráticas de los natchez podían ser a veces muy desagradables.
FIGURA 2.3. El reino de los azande. Fuente: Evans-Pritchard, 1971, p. 170. Reproducido con permiso del propietario de los derechos de autor a través de PLSclear
Los azande de África central
El reino del pueblo zande en África proporciona un claro ejemplo de régimen autocrático