Un fin de semana con la esposa de mi amante. Yerleny Nuñez

Читать онлайн.
Название Un fin de semana con la esposa de mi amante
Автор произведения Yerleny Nuñez
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418411755



Скачать книгу

Buen día princesa. Espero tu respuesta para salir a cenar hoy.

      «Ummmm», pensé, «salir a comer nuevamente con un desconocido; le preguntaré a las chicas».

      —¡Ey! ¡Vamos, despierten! —Con la almohada les pegaba—. Chicas, Ernesto pregunta si la cita sigue en pie.

      —¿Qué Ernesto? —respondió Cami.

      —¿Es en serio, Cami? Anoche me decías que estaba guapo, ¿y hoy ni recuerdas?

      —¡Ay, amigas! ¡Ya! —dijo Yani—. Vamos a esa cena; total, solo tenemos como diez días disponibles en Santo Domingo. Vamos a ir para vivir una aventura.

      Le respondí en un texto a Ernesto: Acepto. Nos vemos hoy a las 7.00 de la tarde.

      Y volvió ese perfecto caballero que toda chica desea y preguntó: ¿Prefieres que te busque o te envío la dirección del restaurante?

      Yo voy en coche, respondí.

      Cuídate, mi amor, escribió él.

      De inmediato, pensé sorprendida: «¡Ah! ¿Cómo que “mi amor”? ¿Qué le pasa a este mocoso?». Porque, en realidad, no me producía nada en ese momento, sino que era otro más sin importancia.

      Pasó el día superrápido; ya casi eran las 7.00 de la tarde y estábamos en un mall comprando ropa. «¿Qué me pongo, qué no?», pensé.

      —Chicas, faltan diez minutos para las 7.00 p. m. y tenemos una cita —dije.

      —Ya casi terminamos —respondió Yani.

      —Puta mierda, me llama Ernesto —respondí un poco estresada—: Sí, ¿qué tal, Ernesto? Oye, creo que llegaré un poco tarde. Me disculpas.

      —No hay problema, aquí te espero —me contestó él al otro lado del teléfono.

      Llegamos tres horas después, a las 10.00 p. m., y él aún esperaba por mí.

      —Ya estamos aquí —le dije mirándolo a los ojos—. ¿En serio no te fuiste?

      —Sí, ¿por qué me iba a ir? Hay mujeres a las que vale la pena esperar —exclamó de nuevo este caballeroso hombre.

      Mientras sus ojos se quedaron clavados sobre mi, que belleza de mujer, eres lo más parecido a una princesa de esos cuentos de hadas. Pero sexi —dijo Ernesto.

      —Gracias. Pero ¿tres horas, Ernesto? —pregunté.

      —Esperaría más por usted, señorita, si es necesario.

      Ese hombre diez empezó con sus halagos de nuevo y sentí que lo que mi amiga Cami dijo, con respecto a que le gustaba, era verdad.

      —Sí, todo hombre hace lo que sea cuando quiere tener a una mujer —dijo Cami—. Los hombres, cuando quieren a una mujer por primera vez —continuó—, son capaces de bajarle la luna, si es necesario. Siempre se están divorciando o se quedan con su mujer por los niños y bienes. Cuando un hombre quiere obtener a una mujer no esperaría tres, esperaría diez horas.

      Cami era muy directa y clara.

      —¡Cami! —grité—. Cálmate, por favor.

      Pero Cami prosiguió:

      —Todo esto pasa mientras la mujer dice que no, insinuándole un sí. Aunque son temas de mujeres, me los reservo. Tienes razón, Leny, aprovechemos la noche.

      La miré a Cami con cara de «te mato».

      —¡¡Salud!! —dije rápidamente. El comentario de Cami me hizo sentir un poco comprometida con Ernesto.

      Todos alzamos las copas.

      —Brindemos por una mujer que desde el primer día impactó mi corazón. Y sé que estará conmigo hasta el último día de mi vida. Pues esta mujer me ha dejado profundamente atraído. Leny es una mujer que irradia dulzura, pero a la vez frialdad y, no sé, eso me gusta —dijo Ernesto.

      Pensé que Ernesto estaba loco con lo que decía, y no me imaginaba una vida con él. Pero brindamos; total, era parte de la noche de aventuras.

      Pasaba otra mágica noche, después del triunfo, estaba apareciendo un hombre. Aunque no era el soñado por mi, sí había cosas que me impactaban de ese caballero joven.

      Parece que, cuando pides algo al universo, este conspira con todo. Dicen que, cuando te va bien en los negocios, hay un 90 % de posibilidad de que te vaya a ir bien en el amor. Y atraes todo lo bueno y positivo. Solo basta con dar el primer paso a un viaje, a una nueva vida, una salida, un nuevo negocio, e ir a por todo lo extraordinario. Aunque no tengas las herramientas ni estrategias en ese momento. Ya diste el primer paso para que el universo conspire a tu favor.

      Ernesto se puso de pie y dijo que iba al baño.

      —Ya no aguanto, chicas. Este hombre no me gusta, no es mi tipo, me voy —dijo Leny.

      —Aguanta un poco más, no lo podemos dejar así; es más, dale un besito —dijo Cami.

      Todas reímos.

      —¿Qué dicen?, ¿están locas?

      —Pues no le dejarás así como si nada después de que se ha portado tan bien —dijo esta vez Yani.

      —Chicas, pero ¿un beso, en serio?, ¿están locas?

      —Ahí viene. Ya sabes.

      —Chicas, ¿adónde vamos ahora? Sigue la rumba —dijo Ernesto.

      —A la casa, Ernesto —dije.

      —No, vámonos a otro lugar, quiero bailar —proclamó Cami.

      —Seguro que no —contesté.

      —Está bien. Si Leny quiere irse a casa, yo la llevo —dijo Ernesto.

      —Gracias, Ernesto. Ustedes tomen el coche pueden adelantar chicas, yo me voy con Ernesto —dijé.

      Llegamos a mi apartahotel y me dijo:

      —Eres la mujer mas hermosa que he conocido.

      —Gracias —le respondí—. Tú también eres bien guapo.

      —¿Te puedo dar un beso?

      Ahí vino la pregunta de intercambio. No entiendo por qué el hombre no puede dar nada sin pedir algo a cambio. Pero pensé: «Solo es un beso. Sí, lo sé, soy casada, pero es solo un beso, nada más. Total, no es feo; lo voy a besar, a ver qué se siente con unos labios carnosos llenos de juventud, qué se siente al besar puro colágeno».

      —Por supuesto —respondí—. ¿No te importa que sea el primer y el último beso?

      —Será el primero, pero no el último —respondió él con seguridad.

      Sus labios empezaron a pegarse a los míos, sentía su saliva fría, su aliento refrescante en ellos. Continué, me dejé llevar por el beso. Abrí mi boca y le di continuidad a un beso que me estaba empezando a gustar, él paró. Le pregunté por qué.

      Lo agarré por el pelo mientras continuábamos en su coche. Lo besé más fuerte, con más pasión. Sentía que era el mejor beso que me habían dado en muchos años, que, si tuviera que recordar, sería el segundo mejor beso, después de aquel a los doce años de edad . Me paró de besar. Me miraba a los ojos y me dijo con una sonrisa pícara: «¿Viste que no será el último beso?».

      Yo me sonreí, porque no niego que me encantó. Y más cuando acerqué su olor a piel exquisita: me fascinó. No puedo creer cómo estoy hablando de esa manera de un chico de treinta años. Pero él era más que solo un chico, sabía tratar a una dama.

      —¿Salimos mañana a desayunar? —me preguntó.

      «Otra cita más», pensé. Esto era peligroso para mí estando casada, aunque él aún no lo sabía. Pero estaba de vacaciones; lo que pasa en Santo Domingo, se queda en Santo Domingo.

      —Acepto —y le di un último