Название | Consejos sobre la salud |
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Автор произведения | Elena Gould de White |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Biblioteca del hogar cristiano |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877981797 |
Pero, no obstante toda su temperancia –todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso con el fin de hallarse en la mejor condición–, los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente al Modelo. Fue Varón de dolores, experimentado en quebrantos. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad.
Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros estamos para correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera. El apóstol dice: “Nosotros, una incorruptible” [v. 25].
Y si los que se empeñan en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser temperantes en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:1, 2)? Él nos ha indicado el camino y ha señalado todo el trayecto con sus pisadas. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre.
Cultivar la habilidad
No se den por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser ni lo que Dios desea que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas, ni para que las pervirtamos en la prosecución de fines terrenales y sórdidos, sino para que sean desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, santificadas, ennoblecidas y empleadas en hacer progresar los intereses de su reino.
Nadie debe consentir en ser una mera máquina, accionada por la mente de otro hombre. Dios nos ha dado capacidad para pensar y obrar, y si actuamos con cuidado, buscando en Dios nuestra sabiduría, llegaremos a ser capaces de llevar nuestras cargas. Obren con la personalidad que Dios les ha dado. No sean la sombra de otra persona. Cuenten con que el Señor obrará en ustedes, a favor de ustedes y por medio de ustedes.–El ministerio de curación, pág. 398 (1905).
Temperantes en todo 10
La reforma pro salud es una parte importante del mensaje del tercer ángel; y como pueblo que profesa esta reforma, debemos avanzar continuamente y nunca retroceder. Es una gran cosa que podamos asegurarnos la salud acatando las leyes de la vida, y muchos no lo han hecho. Gran parte de las enfermedades y los sufrimientos que abundan entre nosotros son el resultado de la transgresión de las leyes físicas, producto de los propios malos hábitos de la gente.
Nuestros antepasados nos han legado costumbres y apetitos que están llenando el mundo con enfermedades. Las consecuencias de los pecados que los padres cometen al complacer los apetitos pervertidos recaen dolorosamente sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generaciones. La mala alimentación de muchas generaciones, los hábitos de glotonería y desenfreno de la gente, han hecho que se llenen nuestros hospicios, prisiones y manicomios. La intemperancia en el consumo de té, café, vino, cerveza, ron y brandy, además del uso de tabaco, opio y otros narcóticos, ha producido una gran degeneración mental y física que crece constantemente.
¿Son estos males que azotan a la raza humana un resultado de la providencia de Dios? No; en realidad existen porque la gente ha vivido en forma contraria a su providencia y todavía continúa ignorando sus leyes irresponsablemente. Con palabras del apóstol, apelo a las personas que no han sido cegadas ni paralizadas por enseñanzas y prácticas erróneas, a quienes están listos para rendirle a Dios el mejor servicio del cual son capaces: “Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2). No tenemos derecho a violar caprichosamente un solo principio de las leyes de la salud. Los cristianos no deben aceptar las costumbres y prácticas del mundo.
La historia de Daniel se registró para beneficio de nosotros. Él eligió una conducta que lo hizo conspicuo en la corte del rey. No se conformó a los hábitos alimentarios de los cortesanos, sino que propuso en su corazón no comer las carnes de la mesa del rey ni beber sus vinos. Esta decisión no fue tomada a la ligera ni de modo vacilante sino que fue con inteligencia y practicada resueltamente. Daniel honró a Dios; y en él se cumplió la promesa: “Yo honraré a los que me honran” (1 Sam. 2:30). El Señor le dio “conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias” y también le concedió “entendimiento en toda visión y sueños” (Dan. 1:17); de modo que llegó a ser más sabio que todos los miembros de la corte real, más sabio que todos los astrólogos y magos del reino.
Los que sirvan a Dios con sinceridad y verdad constituirán un pueblo peculiar, diferente del mundo y separado de él [1 Ped. 2:9]. Sus alimentos no serán preparados para complacer la glotonería o gratificar el gusto pervertido, sino para obtener de ellos la mayor fortaleza física y, en consecuencia, las mejores condiciones mentales...
La gratificación excesiva en la comida es un pecado. Nuestro padre celestial ha derramado sobre nosotros la gran bendición de la reforma pro salud para que lo podamos glorificar obedeciendo las demandas que hace de nosotros. Los que han recibido la luz acerca de este importantísimo tema tienen el deber de manifestar un mayor interés por los que todavía sufren por falta de conocimiento. Los que esperan el pronto regreso de su Salvador no deberían manifestar una falta de interés en esta gran obra de reforma. La acción armoniosa y saludable de todas las facultades del cuerpo y la mente produce felicidad; mientras más elevadas y limpias sean estas facultades, más pura y genuina será la felicidad. Una existencia sin propósitos es una muerte en vida. La mente debería preocuparse de los temas que se refieren a nuestros intereses eternos. Esto contribuirá a la salud del cuerpo y la mente.
Nuestra fe requiere que levantemos las normas de la reforma y demos pasos de progreso. Debemos separarnos del mundo si queremos que Dios nos siga aceptando. Como pueblo, el Señor nos amonesta: “Salid de en medio de ellos, y apartaos... y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Cor. 6:17). Pueda ser que el mundo los desprecie por no conformarse a sus normas ni participar en sus diversiones disipadas ni seguir sus costumbres perniciosas; pero el Dios del cielo ha prometido recibirlos y ser para ustedes un padre: “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (vers. 18).
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