Consejos sobre la salud. Elena Gould de White

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Название Consejos sobre la salud
Автор произведения Elena Gould de White
Жанр Документальная литература
Серия Biblioteca del hogar cristiano
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877981797



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gratificar el apetito con comidas exuberantes y estímulos artificiales, de modo que se fortalecen las propensiones anima­les y se coarta el crecimiento y desarrollo de las facultades mo­rales. A menos que los descendientes de Adán decidan practicar la temperancia en todas las cosas, no hay ningún estímulo que se le pueda dar a ninguno de ellos para que lleguen a ser militan­tes victoriosos en la lucha cristiana. Si la practican, no pelearán como quien hiere el aire [1 Cor. 9:26].–Testimonios para la igle­sia, t. 4, pág. 39 (1876).

      Otra preciosa bendición es el ejercicio apropiado. Hay mu­chos indolentes inactivos, quienes no sienten inclinación por el trabajo físico o el ejercicio porque los cansa. ¿Qué importa si los cansa? La razón por la cual se cansan es porque no for­talecen sus músculos por medio del ejercicio; por tanto, les afecta el más pequeño esfuerzo. Las mujeres y niñas enfer­mas se sienten más satisfechas al ocuparse en trabajos livianos –como crochet, bordado o encaje de hilo– que en hacer trabajo físico. Si los enfermos desean recuperar la salud, no debie­ran descontinuar el ejercicio físico; porque así aumentarán la debilidad muscular y el decaimiento general. Venden un brazo y dejen de usarlo por unas pocas semanas, después quítenle las vendas y descubrirán que es más débil que el brazo que han estado usando moderadamente durante el mismo tiempo. La inactividad produce el mismo efecto en todo el sistema muscular. No permite que la sangre despida las impurezas como sucedería si el ejercicio indujera una circulación activa.

      Cuando el tiempo lo permite, todos los que puedan hacer­lo debieran caminar al aire libre en verano e invierno. Pero la ropa debiera ser apropiada para el ejercicio, y los pies de­bieran estar bien protegidos. Una caminata, aun en invierno, sería más benéfica para la salud que todos los remedios que los médicos puedan prescribir. Para los que pueden caminar, es preferible caminar en vez de cabalgar. Los músculos y las venas pueden realizar mejor su trabajo. Habrá un aumento de la vitalidad, tan necesaria para la salud. Los pulmones ten­drían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los pulmones.

      Algunos piensan que las riquezas y el ocio son realmente bendiciones. Pero cuando algunas personas se enriquecen, o inesperadamente heredan una fortuna, interrumpen sus hábitos activos, están ociosos, viven cómodamente, su utilidad pare­ce terminar; se vuelven intranquilos, ansiosos e infelices, y su vida pronto se acaba. Los que siempre están ocupados, y lle­van a cabo alegremente sus tareas diarias, son los más felices y más sanos. El descanso y la calma de la noche brindan a su cuerpo cansado un sueño ininterrumpido...

      El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de comer –con la cabeza erguida, los hombros enderezados y haciendo un moderado ejercicio– será de gran beneficio. La mente se apartará de uno mismo y se concentrará en las bellezas de la naturaleza. Cuanto menos se preste atención al estómago después de una comida, mejor. Si constantemente temen que la comida les haga mal, muy probablemente su­cederá así. Olvídense de ustedes mismos y piensen en algo alegre.

       El aire puro y los resfríos

      Muchos son víctimas de la idea errónea de que si se han resfriado deben excluir el aire exterior y aumentar la tempe­ratura de su habitación hasta que sea excesivamente alta. El organismo puede estar descompuesto, los poros pueden estar cerrados por el material de desecho, y los órganos internos más o menos inflamados, porque la sangre se ha retirado de la superficie y se ha ido hacia ellos. En estos casos, más que en otros, no se debiera privar a los pulmones de aire puro y fresco. Si hay un momento en que el aire puro es necesario, es cuando alguna parte del organismo, como los pulmones o el estómago, se enferma. Un ejercicio juicioso llevaría sangre a la superficie y aliviaría los órganos internos. Un ejercicio vigorizante, aunque no violento, al aire libre, con espíritu alegre, activará la circulación, dando un brillo saludable a la piel y enviando la sangre, vitalizada por el aire puro, a las extremidades. El estómago enfermo se aliviará con el ejer­cicio. Con frecuencia los médicos aconsejan a los enfermos visitar países extranjeros, ir a las termas o navegar con el fin de recuperar la salud; cuando, en nueve casos de diez, si se alimentaran moderadamente e hicieran un ejercicio saludable con ánimo alegre, recuperarían la salud y ahorrarían tiem­po y dinero. El ejercicio, y un aprovechamiento generoso y abundante del aire y de la luz solar –bendiciones que el Cielo brinda liberalmente a todos–, darían vida y fuerza al extenua­do enfermo...

       Inacción y debilidad

      Los que no usan sus extremidades todos los días notarán que se sienten débiles cuando tratan de hacer ejercicio. Las venas y los músculos no están en condiciones de cumplir su función y mantener toda la maquinaria en saludable acción, cada órgano cumpliendo su parte. Los miembros se fortalecen con el uso. Un ejercicio moderado cada día impartirá fuerza a los músculos, que sin ejercicio se ponen fláccidos y endebles. Por medio del ejercicio activo y diario al aire libre el hígado, los riñones y los pulmones también se fortalecerán para hacer su trabajo. Traigan en vuestra ayuda el poder de la voluntad, que resistirá el frío y dará energía al sistema nervioso. En poco tiempo serán tan conscientes del beneficio del ejercicio y el aire puro que no vivirán sin esas bendiciones. Vuestros pul­mones, privados del aire, serán como una persona hambrienta privada de alimento. Por cierto, podemos vivir más tiempo sin alimento que sin aire, que es el alimento que Dios ha provisto para los pulmones. Por tanto, no lo consideren un enemigo sino una preciosa bendición de Dios.

      Cuando hay tiempo agradable, en ningún caso debe pri­varse a los enfermos de abundante aire fresco. Puede ser que sus habitaciones no hayan sido construidas para permitir que las ventanas y las puertas se abran en ellas sin que la co­rriente de aire los afecte directamente, exponiéndolos a un enfriamiento. En esos casos las ventanas y las puertas debe­rían abrirse en una habitación adyacente, permitiendo así que el aire fresco entre en el cuarto ocupado por el enfermo. El aire fresco resultará más benéfico para los enfermos que los medicamentos, y es mucho más esencial para ellos que su ali­mento. Les irá mejor y se restablecerán más pronto privados de alimento que de aire fresco...

      Muchos inválidos han estado confinados durante semanas y meses en habitaciones cerradas, privados de la luz y el aire puro y vigorizador del cielo, como si el aire fuera un ene­migo mortal, cuando éste era precisamente el medicamento que el enfermo necesitaba para recuperarse... Estos remedios valiosos provistos por el cielo, y que no cuestan nada, fueron dejados de lado y considerados no sólo sin valor sino también como enemigos peligrosos, mientras los venenos prescriptos por los médicos eran tomados con ciega confianza.

      Miles de personas han muerto por falta de agua pura y de aire puro, y sin embargo habrían podido vivir. Y miles de inválidos que están vivos, que constituyen una carga para sí mismos y para otros, piensan que su vida depende de la in­gestión de los medicamentos recetados por los médicos. Se están protegiendo continuamente del aire y evitando el uso del agua. Pero necesitan de estas bendiciones para restable­cerse. Si quisieran recibir instrucción y dejaran de lado los medicamentos, si se acostumbraran al ejercicio al aire libre y a tener aire en sus casas, en el verano y en el invierno, y a utilizar agua pura para beber y bañarse, estarían compara­tivamente bien y felices en lugar de arrastrar una existencia miserable.

       Tómese en cuenta la salud de la enfermera

      Los asistentes y las enfermeras que trabajan en los cuartos de los enfermos deben cuidar su propia salud, especialmente en los casos graves de fiebre y tuberculosis. No debe per­mitirse que una sola persona permanezca durante un tiempo prolongado en la habitación del enfermo. Es más seguro que dos o tres enfermeras cuidadosas y competentes se turnen para atender al enfermo en su cuarto cerrado. Cada una debería hacer ejercicio al aire libre con tanta frecuencia como sea posible. Esto es importante para los que asisten a los enfermos, especial­mente si los amigos del