Consejos sobre la salud. Elena Gould de White

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Название Consejos sobre la salud
Автор произведения Elena Gould de White
Жанр Документальная литература
Серия Biblioteca del hogar cristiano
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877981797



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el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a to­dos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:37-39). En nuestros días existen los mismos pecados que acarrearon los juicios de Dios sobre el mundo en la época de Noé. En la actualidad, hombres y mujeres se exceden tanto en la comida y la bebida que terminan en glotonería y borra­chera. Este pecado prevaleciente, de la indulgencia del ape­tito pervertido, inflamó las pasiones de los seres humanos en los días de Noé y los condujo a una corrupción generalizada. La violencia y el pecado alcanzaron el cielo. Finalmente esta corrupción moral fue barrida de la Tierra mediante las aguas del diluvio.

      Los mismos pecados de glotonería y ebriedad entorpecie­ron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma, de tal modo que el crimen parecía ser el deleite de los hombres y las mujeres de esa ciudad malvada. Por eso Cristo amonestó al mundo así: “Asimismo, como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyo a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Luc. 17:28-30).

      Aquí Cristo nos ha dejado una lección importantísima. Expone ante nosotros el peligro de transformar nuestro co­mer y beber en algo supremo. Nos presenta los resultados de la complacencia desenfrenada de los apetitos. Las facultades morales se debilitan de modo que el pecado no aparece peca­minoso. El crimen se considera livianamente y la pasión con­trola la mente, hasta que los principios e impulsos nobles son desterrados y Dios es blasfemado. Todo esto es el resultado de comer y beber en exceso. Cristo declara que estas serán exactamente las condiciones existentes durante el tiempo de su segunda venida.

      El Salvador nos presenta un objetivo más elevado por el cual trabajar que la mera preocupación acerca de qué comere­mos o beberemos o con qué nos vestiremos. El comer, el beber y el vestirse se llevan hoy a tales excesos que se transforman en crímenes. Están entre los pecados distintivos de los últimos días y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y las energías que pertenecen al Señor, pero que él nos ha confiado, se desperdician en la superficialidad del vestir y la lujuria por el apetito pervertido, los cuales me­noscaban la vitalidad y acarrean sufrimiento y corrupción. Es imposible que presentemos nuestro cuerpo en sacrificio vivo a Dios cuando lo llenamos continuamente con contaminación y enfermedad por causa de nuestra propia complacencia pecami­nosa. Debe instruirse a la gente acerca de como comer, beber y vestir con el fin de preservar la salud. La enfermedad es el resultado de violar las leyes de la naturaleza. Obedecer las le­yes de Dios es nuestro primer deber; es algo que le debemos a Dios, a nosotros mismos y a nuestros semejantes. En esos preceptos están incluidas las leyes de la salud.

      Vivimos en medio de una “epidemia de crímenes”, frente a la cual los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrorizados. Es indescriptible la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nuevas revelaciones de lu­chas políticas, cohechos y fraudes. Cada día trae su registro doloroso de violencia, anarquía, indiferencia para con los padecimientos humanos, brutalidades y muertes alevosas. Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente ac­tividad, para distraer y corromper la mente, manchar y des­truir el cuerpo?

      Y mientras abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el evangelio se predique con tanta indiferencia que sólo hace una débil impresión en la conciencia o la con­ducta de los hombres. En todas partes hay corazones que cla­man por algo que no poseen. Suspiran por un poder que les dé dominio sobre el pecado, un poder que los libre de la escla­vitud del mal, un poder que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.

      El mundo necesita hoy lo que necesitaba 1.900 años atrás: una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de refor­ma, y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.–El ministerio de curación, págs. 101, 102.

      El mundo está desquiciado. Al observar el cuadro, el pano­rama nos parece desalentador. Pero con una seguridad llena de esperanza el Señor les da la bienvenida a los mismos hom­bres y mujeres que nos causan desalientos. Descubre en ellos cualidades que los capacitarán para ocupar un lugar en su viña. Si se disponen a aprender constantemente, los transfor­mará mediante su providencia en hombres y mujeres capaces de realizar un trabajo que no está más allá del alcance de sus posibilidades; les concederá poder de expresión mediante el impartimiento del Espíritu Santo.

      Hay muchos campos áridos y no trabajados que deben ser penetrados por aspirantes. El resplandor del panorama que el Salvador observa en el mundo inspirará confianza en muchos obreros, quienes, si comienzan el trabajo hu­mildemente y se entregan a él de corazón, serán idóneos para el tiempo y el lugar. Cristo observa toda la miseria y desesperación que hay en el mundo, cuya contemplación haría que algunos de nuestros obreros de gran capacidad se inclinaran agobiados por un peso tan grande de desáni­mo, que ni siquiera sabrían cómo empezar a conducir a las personas al primer peldaño de la escalera. Sus meticulosos métodos tendrían poco valor. Sería como si se pararan sobre peldaños altos de la escalera diciendo: “Suban aquí donde estamos nosotros”. Pero las pobres almas no saben dónde colocar sus pies.

      El corazón de Cristo se alegra al ver a los que son pobres en todo el sentido de la palabra; Se alegra al ver a los que son mansos, a pesar de las vejaciones; se alegra por el hambre de justicia, al parecer insatisfecha, que algunos experimen­tan por no saber cómo cambiar. Él recibe con agrado, por decirlo así, el mismísimo estado de cosas que desanimaría a muchos pastores. Reprende nuestra piedad equivocada dan­do la responsabilidad del trabajo, en favor de los pobres y necesitados de los lugares difíciles de la Tierra, a hombres y a mujeres dotados de un corazón capaz de compadecerse de los ignorantes y los que andan descarriados. El Señor ense­ña a esos obreros cómo relacionarse con aquellos a quienes desea ayudar. Se sentirán estimulados al ver que delante de ellos se abren puertas para entrar en lugares donde puedan rea­lizar trabajo médico-misionero. Puesto que poseen muy poca confianza en sí mismos, le rinden toda la gloria a Dios. Puede ser que sus manos sean ásperas e inexpertas, pero poseen un co­razón susceptible a la piedad; los embarga el ferviente deseo de hacer algo para aliviar la miseria tan abundante; y Cristo se halla presente para ayudarlos. Él obra a través de quienes disciernen misericordia en la miseria, y ganancia en la pérdida de todas las cosas. Cuando la luz del mundo pasa por algún lugar se descu­bren privilegios en todas las privaciones y aparece orden en la confusión; el éxito y la sabiduría de Dios se revelan en quienes parecían ser un fracaso.

      Mis hermanos y hermanas, acérquense a la gente al prac­ticar su ministerio. Levanten a los abatidos. Consideren a las calamidades como si fueran bendiciones disfrazadas, y a las aflicciones como misericordias. Trabajen de tal manera que en el lugar de la desesperación brote la esperanza...

       Dios, la fuente de sabiduría y poder

      Quiero decir a cada obrero: Avance con fe humilde, y el Señor lo acompañará. Pero vele en oración. Esta es la ciencia de su trabajo. El poder es de Dios. Trabaje dependiendo de él, y recuerde que es un colaborador suyo. Él es su Ayudador. Su fuerza depende de él. Él constituirá su sabiduría, su justicia, su santificación y su redención.

      Algunos sostienen el punto de vista de que la espiritualidad es perjudicial para la salud. Esto es un engaño de Satanás. La religión de la Biblia no es perjudicial para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es el mejor remedio para la enfermedad. El cielo es todo salud;