Consejos sobre la salud. Elena Gould de White

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Название Consejos sobre la salud
Автор произведения Elena Gould de White
Жанр Документальная литература
Серия Biblioteca del hogar cristiano
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877981797



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poderes del siglo venidero” (Heb. 6:5) tienen un trabajo que hacer en sus propios ho­gares y entre sus vecinos. Debe proclamarse el evangelio de salvación a otros. Toda persona que ha sentido el po­der convertidor de Cristo en su corazón se transforma, en cierto sentido, en un misionero. Debe hablarse del amor de Dios a los amigos. Cada uno puede anunciar dentro de su propia iglesia lo que el Señor significa para él: su Salvador personal; este testimonio, presentado con sencillez, será de mayor provecho que el más elocuente discurso. Además hay una gran obra que hacer: tratar a los demás con justi­cia y caminar humildemente con Dios. Los que trabajan en su círculo de influencia están ganando una experiencia que los capacitará para una esfera de mayor utilidad. El trabajo misionero que se hace en el país donde uno vive prepara al cristiano para la realización de una obra mayor en el ex­tranjero.

       El cuidado del enfermo

      ¿Cómo puede realizarse el trabajo del Señor? ¿Cómo po­dría alcanzarse a esas almas que se pierden en la medianoche de las tinieblas? Tenemos que hacerle frente al prejuicio; es difícil lidiar con una religión corrompida. Los mejores mé­todos y formas de trabajo deben considerarse con oración. Hay una forma en que muchas puertas se abrirán ante el mi­sionero. Aprenda él a trabajar inteligentemente en favor de los enfermos como enfermero o enfermera; o aprenda, como médico, a tratar las enfermedades; y si está lleno del espíritu de Cristo, ¡cuán vasto campo de servicio se abrirá delante de él!

      Cristo es el Salvador del mundo. Durante su ministerio terrenal los enfermos y los afligidos fueron el objeto espe­cial de su compasión. Cuando envió a sus discípulos, los co­misionó para que sanaran al enfermo tanto como a predicar el evangelio. Cuando envió a los 70, también les ordenó que curaran a los enfermos, mientras predicaban que el reino de Dios estaba cerca. Primero debían atender la salud física, para así abrir el camino y luego la verdad llegar a su mente.

       El método de evangelismo de Cristo

      El Salvador dedicó más tiempo y labores a la curación de los afligidos por enfermedades que a la predicación del evan­gelio. El último encargo que les dio a los apóstoles –sus repre­sentantes en la Tierra– fue que impusieran las manos sobre los enfermos para sanarlos. Y cuando el Maestro vuelva, recom­pensará a los que hayan visitado a los enfermos y aliviado las necesidades de los afligidos.

      Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por la humanidad caída y sufriente [Mat. 14:14]. Y si seremos seguidores de Cristo, también debemos cultivar la compa­sión y la simpatía. Un interés vivo por el sufrimiento de otros debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción hu­mana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo siempre necesitarán ayuda. Entre ellos existe una oportu­nidad para proclamar el evangelio: levantar a Jesús, espe­ranza y consolación de todos los seres humanos. Cuando el cuerpo sufriente obtiene sanidad, y se ha mostrado un interés viviente por el afligido, entonces el corazón se abre y podemos derramar el bálsamo celestial dentro de él. Si acudimos a Jesús, y obtenemos de él conocimiento, forta­leza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros.

      Habrá que vérselas con una gran cantidad de prejuicios, celo falso y piedad fingida, pero tanto en el propio país como en el extranjero hay más almas que Dios ha estado preparan­do para recibir la semilla de la verdad de lo que nos podemos imaginar. Estas recibirán gozosamente el mensaje que se les presente.

      No debe existir duplicidad ni doblez en la vida del obre­ro. Aunque el error es peligroso para cualquiera, aunque se cometa por equivocación, la no sinceridad en la verdad es fatal.

       Trabájese con fervor y entusiasmo

      No debemos ser espectadores ociosos de las escenas impre­sionantes que prepararán el camino de la segunda venida del Señor. Debemos desplegar el valor y el entusiasmo del soldado cristiano. El que no está con Cristo es su enemigo. “El que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). En los libros del cielo la inactividad se considera como una obra contraria al trabajo de Cristo, porque produce el mismo fruto de hostilidad abierta. Dios llama a obreros activos.

      Cuanto más claramente observen nuestros ojos las maravillas del mundo futuro, más profunda será nuestra solicitud por los habitantes de este mundo. No podemos ser egoístas. Vivimos en una época especial de conflicto entre los poderes de la luz y las tinieblas. Sigamos adelante; dejemos que brille nuestra luz; difundamos sus rayos a todo el mundo. Cristo y sus mensajeros celestiales, cooperando con los agentes humanos, unirán en un todo perfecto las partes fragmentadas. Dejamos de brillar cuan­do abandonamos nuestro puesto y no demostramos interés por los demás, porque nos gusta la comodidad y preferimos no inco­modarnos. Si nos portamos de esta manera, ¡qué tremenda será la culpa y cuán terribles las consecuencias!

      Algunas personas deben prepararse para llegar a ser médi­cos y enfermeras misioneros cristianos. Las puertas se abrirán y estos fieles hijos de Dios podrán trabajar entre las clases altas y las bajas. Toda influencia que podamos tener debe consagrar­se a esta tarea. De la obra misionera que se realice aquí debe surgir una cadena de luces ardientes y vivientes que circun­den la Tierra; toda voz e influencia debe hacerse eco de: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apoc. 22:17).

      Entre los profesos cristianos del mundo existe muy poca fuerza moral. Muchos han acariciado hábitos equivocados, y las leyes físicas y morales se han descuidado hasta el punto en que la norma general de virtud y piedad es extremadamente baja. Los hábitos equivocados rebajan las normas de la salud física y entorpecen las fuerzas mentales y espirituales. La com­placencia de los apetitos y pasiones desnaturalizados ejerce una influencia poderosa sobre el sistema nervioso del cerebro. Los órganos animales se fortalecen, mientras que los órganos morales se debilitan. Es imposible que una persona intempe­rante sea cristiana, porque sus facultades superiores llegan a ser esclavas de las pasiones.–Testimonios para la iglesia, t. 3, pág. 60 (1871).

      Hay una enorme tarea delante de nosotros: el trabajo final de dar el último mensaje de advertencia de Dios a un mundo pecador. ¿Pero qué hemos hecho para dar este mensaje? Les ruego que consideren los muchísimos lugares donde ni siquie­ra hemos entrado. Miren a nuestros obreros que recorren el mismo camino una y otra vez mientras a su alrededor se halla un mundo descuidado, sumido en la corrupción y la impiedad: un mundo que aún no ha sido amonestado. Para mí este es un cuadro terrible. ¡Qué indiferencia más asombrosa manifesta­mos hacia las necesidades de un mundo que perece!–Testimo­nios para la iglesia, t. 7, págs. 102, 103 (1902).

      1 Testimonios para la iglesia, t. 6, págs. 257-261 (1900). Las fechas entre paréntesis, junto a las páginas de las obras (traducidas o no traducidas aún), corresponden al año de su publicación en inglés.

      2 Christian Temperance, págs. 7-12 (1890).

      3 Testimonios para la iglesia, t. 7, págs. 257-259 (1902).

      4 Christian Temperance, págs. 13, 14 (1890).

      5 El Deseado de todas las gentes, págs. 763-765 (1898).

      6 Medical Missionary, Enero de 1891 (t. 1, Nº 1, págs. 1, 2).