Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar. Andrés González Duperly

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Название Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar
Автор произведения Andrés González Duperly
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789587905106



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mentales-intelectivos y físicos…, en medio de incertidumbres frente a la condición de ser uno mismo (mismidad), en aguas cada vez más contaminadas de la [pos]modernidad líquida de Bauman (2009), en las relatividades en las que el homo cibernéticus, nada. Y mientras tanto, la realidad de los sistemas, la calidad y los estilos de vida se fragmentan aceleradamente y son cada vez más insostenibles. El ser sintiente y pensante, el individuo interior, pareciera que se encuentra cada vez más por fuera de su centro, perdido en remolinos de sistemas complejos y dinámicos, sensibles a las variaciones en los ámbitos ambientales, éticos, biológicos y científico-sociales, cuatro de los grandes campos en procesos de articulación en los aprendizajes a la luz de la consiliencia2 en la dinámica de la unidad del conocimiento (Wilson, 1998), entre otras tantas perplejidades en las ebulliciones de la crítica inestabilidad geopolítica y económica planetaria.

      Entretanto, en el orden de la moral, los alientos del mal hacen presencia en los sinsentidos y en el absurdo, produciendo efectos sombríos en lo material (físico) y en lo espiritual (metafísico). Paradójicamente, la civilización humana jamás tuvo, como hoy, los medios y conocimientos para alcanzar niveles más altos en la equidad y alegría, para solucionar las situaciones-problemas de las injusticias económico-sociales del presente y contrarrestar las fuerzas restrictivas perfiladas arriba, entre otras tantas de futuro en el transhumanismo que aflora a borbotones. Pero, nunca como ahora, la humanidad ha desperdiciado tanto la posibilidad de lograr ecuanimidad y armonía entre los estados de orbe, y de mejorar las oportunidades de bienestar de las sociedades y comunidades menos favorecidas en el telos aristotélico del bien común.

      Conscientes de las fuerzas restrictivas y de las oportunidades de la modernidad y la posmodernidad en las transformaciones, a pesar de las incertidumbres y del debilitamiento del sentido de identidad en la sociedades emergentes, nos conviene identificarnos con el “Individuo Interior”, al que reconocemos como “unidad concreta y esencial de todo acto, anterior a toda diferencia esencial de los actos, es decir, a toda diferencia entre los actos de la apercepción3 interior y exterior de estos” (Stern, 1944, p. 34), al pensar, sentir, ser, saber, obrar, amar, temer, ser generosos, aprender, relativizar, etc. Desde la lente de las Dimensiones Humanas en Acción: Ser para Saber Obrar, el individuo interior es universo íntimo personal; está en unidad con los atributos expresos y es esencial a todos los actos, “anterior a toda diferencia esencial de los mismos” (Stern, 1944, p. 72). En otras palabras, el individuo interior es el ser, el ente que sirve de fundamento a los actos, la individualidad que existe y vive para responder con habilidad frente a estos.

      En estas líneas, el individuo interior es espiritual, intelectivo, volitivo, emocional, moral. Es el ente consciente en mar de contingencias, alerta a las disgregaciones de la sociedad, consciente de las tijeras del tiempo, sabiéndose misional y fibra sensible, temporal en el tejido humano. El individuo interior es entonces la singularización de la “persona” en el nivel sensible que tiene de sí mismo, guiado por la consciencia al mirar la realidad con ojos de unicidad y, a la vez, con un sentido de colectividad responsable para dirigir la vida con sentido transcendente desde la inmanencia.

      Consciente de adquirir un autoconocimiento mayor de sí, el individuo interior que nos proponemos entrever se sabe guiado por un espíritu abierto, atajando la mente, el corazón y la voluntad en la unidad de los saberes. Se da cuenta de dónde no está frente a sí mismo en su razón de ser; es decir dónde es que quiere estar frente a sí. Aprende, aprehendiendo y desaprehendiendo con sensatez y agilidad, mediante las vivencias en los actos para obrar, en intenciones preclaras y en grados más altos de consciencia, espacio esencial, el endocentro4, apercibido por querer entenderse crecidamente en los principios que guían una vida en la integridad desde la perspectiva de las Dimensiones Humanas en Acción del Ser para Saber Obrar.

      Al interior de la propuesta del Ser para Saber Obrar (en adelante SSO) sugerimos el marco metodológico intitulado Dimensiones Humanas en Acción (DHA). Las reflexiones sobre la trilogía del SSO y las DHA se fundamentan en el humanismo clásico para afrontar, entre tantas otras fuerzas restrictivas, el transhumanismo5 y asignar al ser humano mayor valoración en estos momentos de crisis recurrentes en las potenciales deshumanizaciones en tantos niveles. La consciencia espiritual es puerto de salida del navío del SSO. En la alegoría trabajamos con esta bahía de profundo calado como el endocentro metafísico y racional cuya ontología es el soma de toda naturaleza —la humana, la animal y la medioambiental— y, en particular de la revelación y la manifestación superior humana en la ética. Se trata del ámbito de la idea del ente-vida que, en la sabiduría se intuye espiritual desde la racionalidad, como los sentipensamientos de la consciencia del individuo interior en actos colectivos-sociales, y que cada quien viste y desviste con los valores morales en los “deber ser” y por el bien común en las demás zonas axiológicas. Todo esto en sociedades golpeadas por las bioideologías y por “ismos” que pululan por doquier.

      Sobre lo anterior, cubriremos las distancias del tapiz SSO-DHA con hilos de filosofía práctica; y será filosofía-práctica (con guion) porque relaciona los pensamientos sentidos y los sentimientos pensados (reflexionados) con la acción humana en los fines aplicables del enfoque transdisciplinar que se pretende compartir hacia el autoconocimiento del individuo interior, autoconsciente —Directivo Integral de Vida—. De manera que, para entender los caos en las complejidades y minimizar los conflictos individuales y colectivos, espiritual-religiosos, psíquico-emocionales, social-culturales, político-económicos o productivo-empresariales en los direccionamientos, partimos de la autogobernabilidad y de los procesos de gobernanza en espacios externos sociales, emocionales u organizacionales para lograr, desde el criterio, más eficacias (en las eficiencias y la efectividad con base en esfuerzos inteligentes), considerando la importancia de rescatar las virtudes cardinales, trabajar las habilidades transversales —hoy críticas—, con base en competencias colaterales y organizacionales y facultades endógenas del ser interior.

      Con base en la ética y las fuerzas morales subyacentes que guían al individuo interior, este exterioriza facultades que lo definen a partir de un sentido coherente de sí entre el “yo real”, el “yo ideal” y el “yo percibido” (Horney, 1959). Y hace esto gracias a su capacidad de interpretar la realidad sintiente zubiriana que percibe del mundo interno y externo al conducir los actos frente a resultados deseados a partir del sí mismo, de su psiquis. Alimenta las nociones anticipadas sobre futuros deseados y despliegues de las inteligencias múltiples6 de Garner (1998). Desde el fluir del pasado continuado, el individuo interior gana aprendizajes, gracias a la memoria de las experiencias en el direccionamiento de las intervenciones. Y desde el presente, se representa y actúa según los diferentes estados de consciencia, “dándose cuenta de” (awareness) las cosas en las prioridades que lo ocupan.

      El individuo interior que modelamos en la dirección integral (de vida) se apropia de los rumbos que elige con intuición en imaginarios, es decir, en las anticipaciones sensatas, congruentes, con base en principios (universales), guiado por una tabla diáfana de valores y zonas, como sugiere Russell. Se compromete así con lo que considera coherente con los valores teóricos y operativos que maneja desde el criterio que lo distingue, pues, como plantea Balmes (1974), “¿de qué sirve discurrir con sutileza o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme a la realidad?”. El ente del ser integral es el individuo interior del sí mismo en busca en la intersubjetividad y la dialógica, la verdad bien pensada y con prudencia a pesar de las aflicciones físicas, emocionales y espirituales que la vida engendra. Y hace esto “de cara a la obligación de verdad en su relación consigo mismo” (Foucault, 2014), reafirmando así el carácter y la verdad, la correlación que existe entre la consciencia y la realidad interior y la realidad del mundo sensible.

      Esta persona, individuo interior ser integral–, representa dos realidades connaturalmente diferentes unidas por la temporalidad en la pluridimensionalidad, por las diversas maneras de representarse, de saberse ser, en la acción, en los actos que, al fin de cuentas, son obras. Desde la lente ontológica de Heidegger (1927) en el planteamiento de “Dasein”, el “ser ahí”, el individuo interior enlaza la consciencia en las simultaneidades y combinaciones por “ser estando” –estado especial que