Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar. Andrés González Duperly

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Название Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar
Автор произведения Andrés González Duperly
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789587905106



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alimentos–, también se ha ido gestando un tipo de hombre que podría ser calificado como hombre light.

       ¿Cuál es su perfil psicológico? ¿Cómo podría quedar definido? Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él, etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que empieza a no saber a qué atenerse o, lo que es lo mismo, hace suyas las afirmaciones como «Todo vale», «Qué más da» o «Las cosas han cambiado». Y así, nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado –como está– en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral (Rojas, 2000, p. 6).

       La cultura debe cultivar al hombre y a cada hombre en toda la extensión de un humanismo integral y pleno, en el cual todo hombre y todos los hombres sean promovidos a la plenitud de cada dimensión humana. La cultura tiene el propósito esencial de promover el ser del hombre y de proporcionarle los bienes necesarios para el desenvolvimiento de su ser individual y social (discurso de Juan Pablo II en el Encuentro con Eminentes Personalidades de la Cultura. Río de Janeiro, 1º de julio de 1980).

      * * *

      El primer pasaje que elegí para introducir esta breve presentación es un fragmento del libro El hombre light, de Enrique Rojas, que es, como escribe su autor en las páginas introductorias, “un libro de denuncia contra sociedades intoxicadas por la tetralogía nihilista, a saber: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad” (p. 6). Lo escogí como epígrafe preliminar porque resume muchas de las características de las sociedades contemporáneas que numerosas investigaciones y notables intelectuales han estudiado, vertebrado de epistemología y conceptualizado con diferentes nombres: sociedades masa, sociedades líquidas, sociedades cansadas, sociedades del espectáculo, sociedades hiperconsumidoras, sociedades nihilistas, sociedades materialistas, sociedades, en fin, light y, precisamente por eso, y por muchas otras causas, extraviadas (¿desnaturalizadas?).

      Los tantos descarríos que acechan al hombre light devienen en muchas consecuencias para el desarrollo humano, tales como la fácil colonización de cualquier ideología, las adicciones a las recompensas neurofisiológicas ilegítimas (sustancias psicoactivas), los múltiples y crecientes trastornos psicológicos, el infantilismo emocional, la apatía cívica, la ausencia de pensamiento crítico, la pornografía infantil, las enfermedades de transmisión sexual, los salpicones religiosos, los deterioros cognitivos, el desasosiego vital y, al final, y en muchos casos, el suicidio.

      Contra todo este panorama sombrío existe un remedio: la educación. Pero no cualquier tipo de educación. No una educación que se amista con la lógica del beneficio y del mercado y que, en consecuencia, promueve los recortes presupuestales para las artes y para las humanidades. Tampoco educaciones meramente técnicas y tecnológicas, para las que la cultura humanística es un ornato de segunda categoría. No. Ese tipo de arquetipos educativos sumen al hombre en la orfandad de cultura; lo sumen, en conclusión, en tejidos humanos fútiles. De ahí que José Ortega y Gasset, el erudito y filósofo español que alcanzó las cimas de la Edad de Plata y sus postrimerías acusara a las sociedades de la falta de conciencia sobre la incultura y sus desvaríos. Por eso criticó, con maestría, la ignorancia de lo general que padece el sabio de lo especial (Ortega y Gasset, Misión de la universidad).

      El remedio es la educación humanística, en tanto que cultiva la humanidad de los hombres y, por eso, les concede herramientas a las comunidades para que se formen integralmente. De hecho, fue Santo Tomás Moro, según el English Dictionary, el primero en utilizar por escrito la palabra “integrity”, en 1533. Y fue Santo Tomás Moro, además de santo, un enamorado de la cultura humanística, tal y como lo certifican sus cartas, por ejemplo, a Maarten van Dorp, en 1515, a la Universidad de Oxford, en 1518, y a German de Brie, en 1520. Lo “integral”, entonces, fue un mensaje no solamente teórico en Santo Tomás Moro, sino un testimonio vital. Y lo integral, todavía hoy, hace parte del centro de las discusiones acerca de los propósitos de la educación y de la cultura. Se trata, en últimas, tal y como lo escribió Séneca en su texto Sobre la ira, de cultivar nuestra humanidad, mientras vivamos y estemos entre los seres humanos.

      El libro de Andrés González Duperly acentúa, justamente, lo integral. Lo renueva, igual que el follaje renueva la primavera. Y lo renueva en sus formas y en sus fondos, esto es, en sus articulaciones ontológicas, epistemológicas y gnoseológicas en su didáctica expositiva y, finalmente, en su transdisciplinariedad metodológica. Al principio de esta brevísima presentación anoté la tragedia del hombre light; hombre, en suma, que olvidó la máxima socrática de conócete a ti mismo. Pues bien, el texto de Andrés González Duperly nos rememora, desde su título, la causalidad necesaria entre el cultivo del ser un individuo interior y la acción humana o, más exactamente, la necesidad de aprender a ser, para saber obrar.

      Camilo Noguera Pardo1

      Bogotá, diciembre, 2019

      El espacio es limitado para nombrar y expresar mis agradecimientos a todos y cada una de las personas quienes de innumerables maneras han nutrido el sentido de vida misional que vengo definiendo mediante los intercambios en las percepciones de tantas intenciones preclaras, apertura de corazones sinceros y de voluntades direccionadas por quienes me dan una razón de ser. Incluyo a mi familia, amigos, colegas, asociados y estudiantes. Su generosidad ha sido manifiesta en múltiples itinerarios, gracias a los diálogos formales e informales y con quienes he recorrido espacios en el día a día, en las consultorías y procesos de enseñanza-aprendizaje, en empresas y en la academia durante las últimas dos décadas en Colombia. Extensiones todas estas que han nutrido el espíritu, la mente y el corazón en espirales cada vez más altos de consciencia en las construcciones del conocimiento y así, en las investigaciones aplicadas y experiencias con retinas transdisciplinares, humanistas de las que me siento privilegiado, gracias a todos.

      En particular, sobre este empeño, me refiero a Andrés Sánchez Prieto por su gran corazón, sentido intuitivo con visión interna y sentido poco común de las cosas, con cuestionamientos enriquecedores sobre varios de los temas tratados en estas líneas y que, por más de tres quinquenios, nos ha unido en noble amistad y profesionalmente. Igualmente extiendo sentipensares de agradecimiento a María Teresa Hanabergh Amore, profesional alegre y con notable sentido de humor y que con atención concentrada ha dedicado tiempos generosos y oportunas sugerencias en las impecables correcciones de estilo de los textos, en la sintaxis de los borradores de las naves idea de artículos y desarrollos inéditos y publicaciones de Gerintegral, semilleros de estas líneas durante la última década. De igual manera, mi sentido reconocimiento para Leidy Sánchez Barbosa por su admirable capacidad de trabajo inteligente, disciplina, prudencia y dedicación asistenciales y, en cuanto a estas líneas, por las numerosas revisiones, lecturas de los borradores, (tecnoescritos) con cuestionamientos agudos y aportes en la diagramación y perfeccionamiento de los esquemas de la publicación.

      En los espacios académicos de la Facultad de Administración de Empresas de la Universidad Externado de Colombia, gratitud a mis amigos-colegas José Vargas Caicedo y Rafael Camargo Remolina quienes con genuino interés compartieran apreciaciones sobre la introducción y el capítulo primero del libro, respectivamente; ambos animándome a proseguir por los alcances de la temática. De igual manera, en la infinitud, doy profundas gracias a Lucero Zamudio Cárdenas (qepd), honorable y sabia decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia quien me animó a publicar los avances sobre