101 cuentos sanadores. Susan Perrow

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Название 101 cuentos sanadores
Автор произведения Susan Perrow
Жанр Сделай Сам
Серия Colección Vivir con niños
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788412322132



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El cuento “Panya el ratón” (página 158) sirve de ejemplo al respecto: un ratón encuentra un viejo sombrero que después transforma en su hogar; a continuación, llega Chura la rana, que se muda a vivir con él; uno a uno, van llegando los demás animales, que también se mudarán al viejo sombrero. Esta acumulación de personajes consigue que el final (la trampa que se le tiende a la hiena) tenga más fuerza e impacto; de hecho, hay diferentes versiones de este cuento en las diferentes culturas del mundo, por ejemplo, ¿Queda sitio para mí? y La manopla, entre otros. Sin embargo, si no se produjera esta acumulación de personajes, el cuento tan solo sería el relato de un hecho bastante insignificante: “Un ratón encontró un viejo sombrero y se mudó a vivir dentro de él”.

      En los cuentos para niños algo más grandes, es necesario que el “desarrollo” sea más complejo, que por el camino haya una búsqueda de algún tipo y varios momentos cruciales, contratiempos o tareas que realizar. En “El caballo alado” (página 216), los giros y vueltas que se producen en el desarrollo sumergen al fascinado oyente en lo más profundo del tema del cuento. Si la anciana del bosque le hubiera concedido el deseo al niño en su primera visita, apenas habría habido desarrollo, es decir, el cuento habría terminado demasiado pronto, habría sido demasiado fácil, prácticamente no habría habido cuento (reflejo de algunas situaciones actuales en las que a los niños se les satisfacen los deseos casi al instante). En lugar de eso, la anciana le da al niño tres cosas: un cuchillo de metal afilado, una flauta de madera y un mechón de su larga cabellera de plata; con la ayuda de estos tres regalos el niño emprende su búsqueda y se las arregla para escalar los escarpados acantilados, domar al dragón y ponerle la brida al caballo alado para cabalgar con él por el cielo nocturno.

      Actualmente, para formentar la resiliencia y fortalecer el carácter, los niños necesitan escuchar este tipo de narraciones con sus complicaciones (y viajar por ellas); de lo contrario, la vida les parecería demasiado fácil y se nutrirían muy poco del poder de la resistencia.

      Se pueden encontrar ejemplos de viajes más complejos en muchos de los cuentos de hadas más célebres, como, por ejemplo, en “Cenicienta”, “Blancanieves”, “Blancanieve y Rojaflor”. En este libro se incluyen ejemplos de este tipo: “El árbol de las reverencias”, “Los caballos arcoíris” y “El camaleón inteligente”.

      Generalmente, el viaje del cuento es la parte más difícil, pero si ya sabes cuál va a ser el argumento —“algo en desequilibrio recupera su equilibrio”— y se te han ocurrido algunas ideas para una o más metáforas, entonces tendrás, al menos, un punto de partida.

      Para que puedas sentir lo que significa la tensión y el desarrollo en diferentes cuentos (simples y complicados), te recomiendo que leas muchos cuentos infantiles; intenta pedir prestado o comprar colecciones de cuentos populares de diferentes culturas; asimismo, en internet hay muchas páginas donde puedes encontrar una gama maravillosa de cuentos.

      Algunos cuentos sanadores ganan una fuerza adicional cuando se utilizan conjuntamente con el “accesorio” correspondiente o con un juguete. En algunas ocasiones, es el cuento terapéutico el que impone esta estrategia, pero no siempre es así, ya que, en la mayoría de los casos, el mensaje se transmite realmente a través del propio argumento. Sin embargo, algunos cuentos y situaciones “piden” claramente que se utilicen accesorios o muñecos en el relato; después de escuchar el cuento, según se considere, se les podría dejar a los niños para que los utilicen como juguete, vestimenta o joya.

      Mi colega Silviah Njagi escribió “Los gnomos y las coronas doradas” (página 219) tras el robo que se produjo una mañana temprano en su colegio, en Nairobi. Lo escribió realmente para su clase con el objetivo de transmitir a las familias, a los niños y a los maestros el mensaje de las posibilidades del trabajo conjunto en la reconstrucción del jardín de infancia, proporcionándoles valor y confianza para enfrentarse al futuro, independientemente de los obstáculos que pudieran aparecer. A cada niño de la clase se le ofreció un accesorio evidente (extraído directamente del argumento del cuento): una sencilla corona dorada tejida con los dedos con hilo de lana amarillo dorado. El poder llevar estas coronas en el colegio y en casa (incluso dormir con ellas, en caso necesario) fue una idea perfecta para reforzar el cuento mediante un accesorio; asimismo, es muy posible que el hecho de haber ayudado a los niños a confeccionarlas haya sido terapéutico también para las familias y los maestros.

      En el cuento “La familia wombat” (página 146), la madre que lo escribió decía que, para ayudar a su hijo de tres años y medio en el proceso de destete, primero le había contado el cuento y, posteriormente, utilizó pequeños peluches de wombat (un bebé y dos más grandes como si fueran el papá y la mamá) para representarlo. El niño siguió jugando con los wombats y la madre comentaba que en diferentes momentos el niño planteaba preguntas relacionadas con la historia, como, por ejemplo: “Cuando el bebé wombat crezca, no tomará más tetita, ¿verdad?”. El accesorio visual, por lo tanto, contribuyó a que “interiorizara” el cuento. De manera similar, también sería efectivo utilizar algunos accesorios visuales durante la narración del cuento “La trompa del elefante” (página 97) —tanto si se cuenta en casa como en el colegio— con el fin de enseñar cómo un elefante es capaz de levantar peso con su trompa; además, si mediante esta estrategia uno o varios niños logran captar el uso positivo de la fuerte trompa de la abuela elefanta para poner al elefantito a salvo, entonces se estará ayudando igualmente a la interiorización del cuento.

      Por otro lado, después de haber contado “El pez cubierto de percebes” —concebido especialmente para un niño de seis años que con frecuencia se hacía caca en los pantalones—, se le sugirió a la familia que le hiciera al niño un pececito de fieltro, nuevo y limpio, igual que el pececito del cuento; de hecho, se le podría poner un cordón para colgárselo al cuello o trabarlo con un lazo para que lo lleve en el bolsillo de la chaqueta; un delicado recordatorio del pez limpio y feliz (libre de percebes).

      Natalie, que contribuyó con el cuento “El eucalipto” (página 265), me envió un correo electrónico donde me describía cómo había prolongado el argumento del cuento al utilizar una casita de madera en un árbol de juguete y algunas bolitas de eucalipto. En cuanto a los efectos en su hijo de tres años, me comentó lo siguiente: “… le encantan estos juguetitos con los que jugamos. Ahora soy capaz de modelar cualquier cuento o comportamiento para él; ha sido mágico observar cómo libera sus miedos o inquietudes por medio de un sencillo cuento y los accesorios adicionales”.

      EJEMPLO

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       A continuación, comparto un ejemplo sobre cómo utilizaba Natalie los accesorios, tras el éxito obtenido con el cuento “El eucalipto”:

       “La hora del baño se estaba convirtiendo en un desafío para mi niño, pues no le gustaba el agua ni mojarse la cara; de modo que, en estos momentos, en el cuento de la noche aparecen las bolitas de eucalipto que regresan del bosque a su casita del árbol, donde les espera la mamá bolita de eucalipto; luego se meten en la rutina de volver a casa: subir al cuarto de baño, darse un baño agradable y divertido, subir unos escalones más y acostarse a dormir. La canción que cantan las bolitas de eucalipto en la bañera es la siguiente:

      ¡Frota, frota! Pompas en la bañera. ¡Salpica, salpica! El baño nos espera. Aquí y allá… ¡Y ahora, la cabeza!

       Poco después de haber añadido esta parte en el cuento, mi hijo dejó de armar un alboroto a la hora del baño y empezó a gustarle esta rutina; incluso, días más tarde, le escuché cantar mientras se bañaba y oí el sonido del agua cayendo: había cogido una taza y se estaba lavando él mismo la cabeza mientras se echaba agua por toda la cara. ¡Ahora el baño dura una eternidad!”.