101 cuentos sanadores. Susan Perrow

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Название 101 cuentos sanadores
Автор произведения Susan Perrow
Жанр Сделай Сам
Серия Colección Vivir con niños
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788412322132



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que había empezado a jugar a que ella era la “bebé canguro” que saltaba al regazo de la madre para mamar, a la que incluso llamaba “mamá canguro”. Como los canguros también tienen unos marsupios o bolsas como los wombats, fue la elección perfecta para esta situación familiar.

      Uno de mis propios ejemplos de cuentos modificados para adaptarlos a situaciones diferentes es el cuento de “una muñeca” que escribí por primera vez para una niña huérfana, Silviah, de la aldea infantil SOS de Nairobi. Desde entonces he trabajado y cambiado este cuento para adaptarlo a otras dos situaciones: cuando una maestra murió de repente y necesitábamos un cuento para sus alumnos (“Una muñeca del cielo”, página 134), y para una niña huérfana con incontinencia nocturna (“Una muñeca llamada Arcoíris”, página 269).

      El hecho de cambiar cuentos escritos por otros para adaptarlos a diferentes situaciones tiene dos grandes ventajas. Por un lado, facilita la posibilidad de tener la experiencia positiva de lograr un cuento sanador y, por otro, sirve de motivación para probar otras ideas. En efecto, la experiencia de modificar un cuento escrito por otro autor es un paso importante en la creación de tus propios cuentos.

      Una madre compartió en un taller una experiencia que disgustó mucho a su hija de ocho años debido a la cual estaba teniendo pesadillas: sus amigas del colegio le contaron una historia que trataba de un payaso que había raptado a un bebé de la cuna mientras su canguro dormía. Se lo comenté a mi marido y me dijo que tal vez lo habían sacado de una película de suspense en la que salía un payaso. Me puse en contacto con la madre para sugerirle que reescribiera la historia con un final positivo o feliz, pues me pareció que esto podría ayudarle a que desaparecieran las pesadillas; ¡yo misma tuve que inventarme un final para poder dormir bien esa noche!

      Una semana después recibí el siguiente correo electrónico:

       Gracias por tu idea de buscarle un final al cuento del payaso de mi hija Mali. Me inventé un final donde el payaso era tío del bebé y trabajaba como médico-payaso en el hospital de la zona. Al volver a casa, entró por la puerta trasera; cuando oyó a la niña llorar, la cogió para calmarla. Luego se quedaron los dos dormidos en la habitación contigua. Cuando los padres llegaron a casa, se aclaró lo que había ocurrido; fue un final muy feliz. Le dije a Mali que sus amigas solo le habían contado la mitad de la historia y que yo me había enterado del final. Me hizo algunas preguntas para probarme y se aseguró de que encajaba con lo que había oído ella, pero, en general, se quedó encantada con ese final. Definitivamente su mente se quedó tranquila y liberada del terror inicial.

       ¡Fue una experiencia tan interesante el hecho de reescribir el final de una historia de miedo!; no tiene nada que ver con lo que significa escribir un cuento partiendo de cero (más fácil incluso). Creo que podría ayudar a muchos padres.

      Es necesario contextualizar el ejemplo anterior: en realidad, la niña de ocho años solo había escuchado a medias una historia basada en una película de suspense cuyo argumento era inadecuado para su edad. La madre le hizo a su hija un gran favor al cambiar el final.

      Esa situación es muy diferente a cuando el niño escucha un cuento de hadas o un cuento sanador diseñado con un desarrollo sano y una resolución positiva; es muy probable que en el camino haya obstáculos (incluso pasajes de miedo), pero, al final, siempre se superan. Si se eliminaran por completo, al no tener que vencer ningún obstáculo, no habría un progreso positivo en el cuento.

      Al investigar sobre los cuentos infantiles a lo largo de la historia y las diferentes culturas, en todos los cuentos clásicos encontramos que, o bien hay un simple problema que resolver, como el del vendedor ambulante que intenta que los monos le devuelvan sus gorras (“Las gorras del vendedor ambulante”, página 175), o bien hay una confrontación con el mal que puede adoptar muchas formas, como, por ejemplo, la hiena en la versión keniana de “Los cerditos y la hiena” (página 222) o la “bruja” del cuento tanzano “Los niños y la mariposa” (página 184).

      En general, podríamos decir que cuanto más leve es el problema que se plantea, más adecuado es el cuento para niños más pequeños; cuanto más grandes son las dificultades o mayor es la “maldad”, más se adapta el cuento a niños más grandes. Sin embargo, en todos los cuentos hay cierto grado de tensión como parte integral e imprescindible en cualquier desarrollo, cuyos diferentes tipos de ambientación y desafíos ofrecen una especie de “entrenamiento del alma” necesario para el desarrollo de niños sanos. Los cuentos “tiernos” o sensibleros de hoy en día carecen de esta cualidad presente en el desafío. En un esfuerzo por proteger a nuestros hijos puede que sea tentador evitar cuentos más duros (en los que al final el bien triunfa sobre el mal), pero esto puede conllevar el riesgo de que no desarrollen las capacidades indispensables para, más adelante, superar el miedo y afrontar la realidad de la vida tal como se presenta.

       La regla de oro es el “final feliz”. Estoy convencida de que tenemos la responsabilidad de encontrar (o escribir) cuentos para niños (sobre todo para los más pequeños) con desarrollos donde haya obstáculos que superar, pero siempre con un final positivo, justo y feliz.

      TAN SENCILLO COMO UN CONEJO

      En Nairobi conocí a una señora procedente de la India, madre de una hija y divorciada, pero con la ilusión de volver a casarse pronto. Quería contarle a su hija que un hombre le había propuesto matrimonio, de modo que eligió darle la noticia a través de un sencillo cuento sobre conejos (el animal favorito de su hija). Se lo contó por la noche, antes de dormir, en forma de un teatrillo en el que utilizó los conejos de juguete sobre un escenario improvisado con las mantas de la cama. El cuento trataba de una mamá coneja y su conejita que le tenían que decir adiós al papá conejo y encontrar otro lugar donde vivir. Durante el viaje se encontraron con un nuevo papá conejo que les invitó a su casa; entonces, la madre le preguntó a su hija: “¿Crees que aceptarán y le dirán ‘Sí, claro, nos venimos a vivir contigo’?”.

      La elección de la madre fue muy simple y bastante directa; a un paso prácticamente de la situación real, pero, afortunadamente, consiguió el resultado que esperaba: la hija, por lo visto, empezó a saltar gritando “Sí” y quiso que le contara el cuento muchas veces a partir de ese día. Es posible que pienses que la madre se arriesgó; ¿y si la hija hubiera dicho que no? Seguramente habría encontrado una forma de superarlo; ¿a través de otro cuento tal vez?

      A veces yo también utilizo argumentos sencillos cuando la situación y la edad del niño implicado no parece que exijan nada más complejo, por ejemplo, en el cuento de “La Niña Canoa”: “La Niña Canoa […] [estaba] buscando algún amigo, alguna amiga —alguien que jugara con ella y la cuidara…—, pero ¿dónde podría encontrar una amistad así?” (página 207). Este cuento corto fue escrito para ayudar a los niños de piel negra que vivían en una comunidad predominantemente blanca a desarrollar la conexión con su identidad cultural a través de un muñeco o muñeca de piel oscura también. (En una comunidad predominantemente negra, el mismo cuento se podría utilizar para los niños de piel blanca, invirtiendo el color de la piel). Saqué la idea del cuento de uno que había escrito anteriormente para mi propio hijo, “El Niño Nube” (véase Cuentos sanadores. Una ayuda…); aunque bastante sencillo, tuvo un efecto profundamente positivo en mi hijo y en nuestra situación familiar.

      Otros ejemplos de cuentos sencillos de este libro, en los que ignoré casi por completo la estructura que yo misma propongo, son “La estrella brillante” (página 224), “Los colores del arcoíris” (página 121) y “El petirrojo solitario” (página 247); lo que verdaderamente cuenta es que los tres cuentos lograron su efecto terapéutico.

       Solo sabremos si un cuento es terapéutico