101 cuentos sanadores. Susan Perrow

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Название 101 cuentos sanadores
Автор произведения Susan Perrow
Жанр Сделай Сам
Серия Colección Vivir con niños
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788412322132



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como estrellas”), la metáfora logra su mágica transformación convirtiendo una cosa en otra diferente (“Tus ojos son estrellas”). En el símil, el proceso de comparación implica a nuestro cerebro más racional, a nuestros procesos de pensamiento, mientras que la metáfora alcanza las profundidades de nuestra imaginación psíquica y, expresado de manera sencilla, “nos llega al corazón”. De hecho, podemos observarlo en el desarrollo infantil; para un niño pequeño, que vive en su mundo imaginario, un objeto cualquiera como un palo se transforma en una espada, una serpiente, un puente, una varita mágica o casi en cualquier cosa (y a veces se transforma en todas estas cosas siguiendo la secuencia del juego). Por el contrario, cuando va creciendo y empieza a decir que una cosa es como otra cosa, significa que se ha separado de la inmediatez genuina de la unidad metafórica para adoptar un punto de vista más distanciado.

      En El Principito el zorro nos enseña un sencillo secreto:

       … He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos5.

      La metáfora llega al corazón porque no se ve bien sino con el corazón. Por esta razón, la metáfora ha sido durante mucho tiempo el lenguaje de los místicos, los maestros espirituales, los poetas, los cuentacuentos y otros representantes del arte expresivo.

      Si profundizamos, por ejemplo, en la palabra “jardín” como ejemplo de “metáfora”, nos bastará una rápida mirada a los textos espirituales y a la poesía a lo largo de la historia de la humanidad para comprobar que las metáforas de “jardín” son prácticamente infinitas. ¡Sin embargo, se trata únicamente de una imagen entresacada de una fuente de metáforas igualmente ilimitada!

      Los líderes espirituales y los místicos utilizan constantemente las metáforas de “jardín” en sus enseñanzas. Sri Ma Anandamayí, una gurú de la India, decía al respecto: “Un vasto jardín se extiende por el universo. Todas las plantas, los seres humanos, los cuerpos de mentes elevadas existen en este jardín, aunque bajo formas diferentes”6. Kahlil Gibran, el famoso poeta libanés, afirma: “La vida sin amor es como un árbol sin flores ni frutos”7. En la Biblia leemos: “O dais por bueno el árbol y por bueno el fruto, o dais por malo el árbol y por malo el fruto, pues por su fruto se conoce el árbol”8.

      Asimismo, muchos poetas relacionan el jardín con el amor y la belleza y, dentro de este contexto, la imagen de la rosa se erige a menudo como lo supremo. Cuando yo misma quise manifestar el amor que sentía por mi madre, escribí un poema sobre “La rosa en el jardín de mi vida” que “Con su canción de flores llenaba nuestras vidas […] / Sus flores, dulces y llenas de energía, / solo a los tesoros de Dios pertenecían”. La metáfora de la rosa en el jardín captaba todo lo que quería expresar sobre mi amor hacia mi madre y la belleza de su maternidad consagrada.

      Sin embargo, en las metáforas con “jardín” hay algo más que espiritualismo, amor y belleza sublimes. Kipling, en su poema “The Glory of the Garden” (La gloria del jardín) —título del libro en el que está incluido—, no se detiene en las flores y la belleza, sino que muestra el trabajo que se esconde detrás y considera que “las herramientas y el cobertizo […] son el corazón de todo”. Comenta que “esos jardines no se crean sentados a la sombra y cantando ‘¡Oh, qué bonito!” y que “la mitad del trabajo de un buen jardinero se hace de rodillas”.

      William Blake sorprende igualmente con su observación en “El jardín del amor”, donde presenta imágenes de usurpación y del paraíso perdido: no de dulces flores, sino de una capilla construida en la hierba donde solía jugar con “… tumbas, / y […] lápidas allí donde debería de haber flores; / y sacerdotes con hábitos negros caminaban en ronda, / y ataban con espinos [sus] alegrías y deseos”.

      Los ejemplos anteriores ilustran, en una pincelada fugaz, el papel tan importante y variado que ha desempeñado la metáfora en las formas de expresión del ser humano en la cultura y la comunicación. Las imágenes le hablan directamente a la imaginación, establecen sus conexiones a través de los sentimientos sin recurrir, en absoluto, al razonamiento teórico o abstracto. Al igual que en los textos espirituales y en la poesía, cuando una o varias metáforas aparecen integradas en el cuento, pueden conllevar misterio y magia, a veces sutiles, otras poderosas; a menudo cobran vida y ellas mismas se nutren entre sí de energía en una interacción emocionante y dinámica. Dependiendo del desarrollo del cuento, una misma metáfora puede asumir diferentes papeles; así, por ejemplo, en un contexto determinado, una “laguna” será el obstáculo que tendrá que superar una ballena atrapada, mientras que, en otro, adoptará la función de proporcionar la seguridad y ayuda necesaria para un barco que consigue refugiarse de la tormenta. Naturalmente se refleja aquí la naturaleza de fluidez que subyace a la propia vida y los cambios dinámicos de significado que pueden presentarse según el contexto y la situación.

      En la creación de cuentos terapéuticos, las metáforas representan un ingrediente vital, ya que ayudan a formar las conexiones imaginativas que atraen y “encantan” al oyente. Evidentemente, forman parte integral del viaje de estos cuentos en el que pueden desempeñar tanto un papel negativo (obstáculos, impedimentos y tentadores/tentaciones que provocan un desequilibrio en el comportamiento o en una situación determinada) como positivo (ayudantes o guías que devuelven el equilibrio y la integridad al comportamiento o a la situación). En el cuadro de “Metáforas utilizadas en los cuentos” (página 41), muestro más ejemplos, pero considero que es mejor trabajarlo, primeramente, a partir de varios enfoques posibles.

      PRIMER EJEMPLO

      Imagina un cuento escrito para un niño que se expresa con un lenguaje “grosero” y que aborda ese problema de una manera directa, es decir: un niño que siempre insulta a los demás, pero que aprende a dejar de hacerlo si los otros niños no quieren ser sus amigos. Si el maestro lo cuenta en clase, al carecer de las metáforas, que son las que ayudan a los cautivados oyentes a “sumergirse” en la imaginación, alguien lo interrumpirá gritando: “¡Joshua es igual! Está todo el tiempo insultando y diciendo palabrotas”. Incluso sería cuestionable si un ejemplo de ese tipo, desprovisto de imágenes, podría considerarse un cuento.

      Ahora vamos a coger la misma historia para crear un cuento con metáforas. Al principio puede ser útil utilizar el “símil”, puesto que nos sirve para hacer nuestra primera incursión en la creación de cuentos. Un niño que dice palabrotas podría ser comparado, por ejemplo, con una serpiente de lengua venenosa; posteriormente, eliminamos la comparación (“como”) y, en su lugar, creamos una metáfora que utilizaremos para adentrarnos en el cuento: “Había una vez una hermosa serpiente que vivía cómodamente dentro una enorme cesta y viajaba con el mejor circo del mundo. […] ¡Se trataba de Pitón, una serpiente que cantaba! (“Pitón canta y la osa danza”, página 253).

      Este es el momento en el que se incorporan algunas de las metáforas de “obstáculos” y de “ayuda”: la serpiente se vuelve perezosa durante su actuación y el público (una metáfora de obstáculo) empieza a gritarle groserías, a insultarle. Pitón, que así se llama la serpiente, los imita y descubre que así atrae la atención, aunque de forma negativa. Sin embargo, este comportamiento no se corresponde con el que se espera de un circo familiar, de modo que el director del circo llama a la sabia osa bailarina (una metáfora de ayuda) para que encuentre la solución. La siguiente metáfora que aparece en el desarrollo del cuento (otro obstáculo) es la hierba entretejida para tapar la cesta de la serpiente; se crea, entonces, un espacio oscuro en el interior y Pitón cae en un profundo sueño. Cuando se despierta, tiene dificultades para escabullirse a través de una tapa tan gruesa y volver a salir a la luz del día; por el camino, pierde su vieja piel, su antiguo yo. La resolución es el “propio progreso” de la serpiente hacia