Obras escogidas de Ireneo de Lyon. Alfonso Ropero

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Название Obras escogidas de Ireneo de Lyon
Автор произведения Alfonso Ropero
Жанр Документальная литература
Серия Obras Escogidas Patrística
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788416845095



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      2. Por tanto, habiendo recibido este mensaje y esta fe, como acabamos de decir, la Iglesia, aunque esparcida por el mundo entero, lo guarda cuidadosamente como habitando en una sola mansión, y cree de manera idéntica, como no teniendo más que una sola alma y un solo corazón (Hch. 4:32), predicando y enseñando estas cosas al unísono y transmitiendo la tradición como si tuviera una sola voz.

      Porque, aunque las lenguas del mundo difieren entre sí, el contenido de la tradición es único e idéntico. Y ni las iglesias establecidas en Germania, ni las que están entre los iberos, ni las que están entre los celtas ni las del Oriente, es decir, de Egipto y Libia, ni las que están fundadas en el centro del mundo,23 tienen otra fe u otra tradición; sino que, de la misma manera que el sol, creatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así esta luz de la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los hombres, que quieren “llegar al conocimiento de la verdad” (1ª Ti. 2:4). Y ni el que es más elocuente enseñará más cosas, porque nadie es superior al Maestro (Mt. 10:24), ni el que es parco en palabras disminuirá en nada la tradición, porque siendo la fe una e idéntica, ni el que es capaz de hablar mucho sobre ella la aumentará en nada, ni el que es capaz de hablar poco la disminuirá.

      3. El que algunos según su inteligencia puedan saber más o menos, no está en que puedan cambiar el mismo objeto de la fe, imaginando otro Dios distinto del artífice y creador y mantenedor del universo como si aquél no bastara; o asimismo imaginando otro Cristo, u otro Unigénito.

      La prueba de la ciencia de un hombre está en averiguar el significado exacto de las parábolas relacionándolo con el contenido de la fe; en exponer la manera cómo se realizó el designio divino de la salvación de la humanidad; en mostrar que Dios fue magnánimo en la apostasía de los ángeles transgresores, así como en la desobediencia de los hombres; en hacer conocer por qué un solo y mismo Dios ha hecho los seres temporales y eternos, los celestes y terrestres; en comprender por qué ese Dios, siendo invisible, apareció a los profetas, no en una sola forma, sino a unos de una manera y a otros de otra.

      Que expliquen por qué Dios ha hecho muchos pactos con la humanidad, y enseñen cuál es el carácter de cada pacto; y que investiguen por qué Dios “ha encerrado todo en la desobediencia a fin de tener misericordia de todos” (Ro. 11:32); que reconozcan con acción de gracias por qué el Verbo de Dios se hizo carne y padeció, y anuncien por qué en los últimos tiempos tendrá lugar la parusía del Hijo de Dios, es decir en el fin se manifestará el principio. Que desplieguen lo que contienen las Escrituras acerca del fin y de las cosas futuras, sin pasar por alto por qué a los gentiles desesperados los hizo Dios coherederos y participantes de un mismo cuerpo y unos mismos beneficios con los santos. Que expliquen cómo esta insignificante carne mortal será revestida de inmortalidad, y lo corruptible, de incorruptibilidad (1ª Co. 15:54). Que anuncien cómo el que no era pueblo ha venido a ser pueblo, y la que no era amada, amada, y cómo son más numerosos los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido (Os. 2:23; Ro. 9:25; Is. 54:1; Gá. 4:27). Porque sobre estas cosas y otras semejantes exclamaba el apóstol: “¡Oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Ro. 11:33).

      Por tanto no se trata de imaginar falsamente sobre el Creador y el Demiurgo a una Madre suya, o a la Madre de estas personas –o sea, a la Enthimesis de un Eón extraviado– y llegar a tan gran blasfemia, ni imaginar tampoco sobre esa Madre a un Pleroma que contenga treinta eones, o una multitud innumerable de ellos.

      Así se expresan estos maestros verdaderamente desprovistos de ciencia divina, en tanto que la verdadera Iglesia universal posee una sola y misma fe en el mundo entero, tal como lo hemos dicho.

      Sistema doctrinal de Valentín y sus discípulos

      1. Veamos ahora la enseñanza inestable de estas personas y cómo, desde el momento en que se reúnen dos o tres, no contentos de no decir las mismas cosas a propósito de los mismos temas, se contradicen mutuamente tanto de pensamiento como de palabra. El primero de ellos, Valentín,24 tomando los principios de la mencionada secta gnóstica, los ha adaptado al carácter propio de su escuela. He aquí cómo ha fijado su sistema:

      Existía una Dualidad innominable, uno de cuyos términos se llama Indecible y el otro el Silencio. A continuación este Dúo ha emitido un segundo Dúo, cuyos términos son uno el Padre, y otro la Verdad. Esta Tétrada ha producido como frutos al Verbo y a la Vida, al Hombre y a la Iglesia: y he aquí la primera Ogdóada. Del Verbo y de la Vida han salido diez virtudes, como hemos dicho ya; del Hombre y de la Iglesia han sido emitidas otras doce Virtudes, una de las cuales después de haber abandonado el Pleroma, y haber caído en una falta, ha realizado el resto de la creación. Valentín coloca dos Límites. Uno, situado entre el Abismo y el Pleroma, separa los eones engendrados del ingénito Padre, en tanto que el otro separa a su Madre del Pleroma. Cristo no ha sido emitido por los eones del Pleroma, sino de la Madre, que cuando se hallaba fuera del Pleroma, le ha dado a luz según el recuerdo que conservaba de las realidades superiores, con una especie de sombra. Como este Cristo era masculino arrancó de sí esa sombra y regresó al Pleroma.

      La Madre, entonces, abandonada con la sombra y vaciada de la sustancia espiritual, emite a otro hijo: es éste el Demiurgo, a quien llama también el todopoderoso de lo que está debajo de él. Al mismo tiempo que él, fue emitido también, según Valentín, el Primer Principio de la izquierda, de la misma manera que aquellos que serán llamados por nosotros los gnósticos de falso nombre.

      En cuanto a Jesús, él le hace derivar ora del Eón que se ha separado de la Madre y se ha reunido con los demás, es decir, el Perfecto (Theletos), ya de aquel que regresó al Pleroma, es decir, de Cristo, ya también del Hombre y de la Iglesia. En cuanto al Espíritu Santo, dice que ha sido emitido por la Verdad para probar y hacer fructificar a los eones. Él entra en ellos de manera invisible y por medio de él, los eones dan, como frutos, renuevos de Verdad. Tal es la enseñanza de Valentín.

      2. El segundo de los herejes gnósticos enseña que la primera Ogdóada comprende una Tétrada de derecha y otra de izquierda: la una es Luz, la otra Tinieblas. En cuanto a la Virtud, que se ha apartado del Pleroma y ha sufrido la “deficiencia”, no proviene de los treinta eones, sino de sus frutos.

      3. Otro, que está considerado como célebre maestro entre ellos, alcanza un conocimiento más elevado y más gnóstico y describe la primera tétrada de la manera siguiente:

      Ante todas las cosas existe un Pre-Principio, pro-ininteligible, indecible e innominable, que yo llamo Unicidad. Con esta Unicidad coexiste una Virtud que él llama también Unidad. Esta Unidad y esta Unicidad, siendo una misma cosa, han emitido, sin emitir, a un Principio de todos los seres, ininteligible, ingénito, invisible, Principio que en el lenguaje común se llama Mónada. Con esta Mónada coexiste una Virtud de la misma sustancia que ella, que él llama el Uno. Estas virtudes, esto es, la Unicidad, la Unidad, la Mónada y el Uno, han emitido al resto de los eones.

      4. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!, verdaderamente es preciso pronunciar una exclamación así de trágica ante una formación semejante de nombres, ante la audacia de ese hombre que pone sin pudor nombres a sus falsas invenciones. Porque al decir: “Existe ante todas las cosas un Pre-Principio, un pro-ininteligible que yo llamaría Unicidad, y con esta Unicidad coexiste una Virtud, que yo llamaría Unidad”, confiesa él claramente que todas sus palabras no son más que una ficción y que él pone sobre esa ficción los nombres que ningún otro ha empleado hasta él. Sin su audacia, la verdad, según él, ¡no tendría nombre ni aun hoy en día!

      Pero entonces nada impide que algún otro, tratando el mismo asunto, fije sus términos de la manera siguiente: “Existe un cierto Pre-Principio real, un pro falto de inteligibilidad, un pro carente de sustancia, un pro-pro dotada de redondez que yo