Obras escogidas de Ireneo de Lyon. Alfonso Ropero

Читать онлайн.
Название Obras escogidas de Ireneo de Lyon
Автор произведения Alfonso Ropero
Жанр Документальная литература
Серия Obras Escogidas Patrística
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788416845095



Скачать книгу

nombres el orden de los eones de la Ogdóada; y no hubiera mencionado la primera Tétrada muy al final, como si la hubiera olvidado durante largo intervalo de tiempo, y la hubiera recordado después de repente. Después, si hubiera querido indicar las parejas (syzygias) no hubiera callado el nombre de la Iglesia, sino que una de dos, o bien, se hubiera conformado también en las demás parejas con nombrar a los eones masculinos, dejando que los femeninos fueran sobreentendidos, y ello a fin de guardar perfectamente la unidad; o bien, si hubiera nombrado a las compañeras de los demás eones, hubiera debido indicar también la compañera del Hombre, en vez de hacernos adivinar su nombre.

      2. Por tanto salta a la vista la falsedad de su exégesis. En realidad proclama Juan a un solo Dios todopoderoso y a su Unigénito Hijo, Cristo Jesús, por quien todo fue hecho; este es el Verbo de Dios, el Unigénito, el Autor de todas las cosas, la luz verdadera que ilumina a todo hombre, el Autor del Universo; el que ha venido a su propiedad, el mismo que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:1-14).

      Estas gentes, en cambio, tergiversando con sus argucias capciosas la exégesis del texto, pretenden que, según la emisión, uno sea el Unigénito, al que llaman también el Principio, otro el Salvador, otro el Logos, esto es el Verbo, hijo del Unigénito, otro, en fin, el Cristo emitido para la reparación del Pleroma. Apartando cada una de las palabras de la Escritura de su verdadero significado y usando de sus nombres de manera arbitraria, los han cambiado en el sentido de su sistema, de tal manera que, según ellos, en un texto tan largo Juan no ha hecho mención del Señor Jesucristo.21

      Porque al citar al Padre y a la Gracia, al Unigénito y a la Verdad, al Logos y a la Vida, al Hombre y a la Iglesia, Juan, según su sistema, habrá mencionado simplemente a la primera Ogdóada, en la que no se hallan todavía ni Jesús, ni Cristo, el Maestro de Juan. En realidad así como el apóstol no ha hablado de las parejas de eones, sino de Nuestro Señor Jesucristo, del que sabe que es el Verbo de Dios, así nos lo mostró también Juan, volviendo en efecto a aquel de quien ha dicho más arriba que era en el principio, es decir, el Verbo, añade esta frase precisa: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (v. 14). Según su sistema, en cambio, el Verbo no se hizo carne, porque él no ha salido jamás del Pleroma; el que ha salido de todos los eones y es posterior al Verbo es el Salvador.

      3. Aprended por tanto, insensatos, que Jesús, que ha padecido por nosotros (1ª P. 2:21) y ha habitado entre nosotros es el Verbo mismo de Dios. Si algún otro Eón se hubiera hecho carne por nuestra salvación, se podría admitir que el apóstol haya hablado de ese otro; pero, si aquel que ha descendido y ascendido (Ef. 4:10; Jn. 3:13), es el Verbo del Padre, el Hijo único del Dios único, encamado por los hombres, según el beneplácito del Padre, entonces Juan no habla ni de ningún otro, ni de una supuesta Ogdóada, sino más bien del Señor Jesucristo.

      Según ellos, el Verbo no se hizo carne, propiamente hablando, el Salvador, dicen ellos, se revistió de un cuerpo psíquico, procedente de la “economía” y preparado por una providencia inefable, de tal manera que pudiera hacerse visible y palpable. Mas, les responderemos nosotros, la carne es aquella antigua plasmación del lodo de la tierra, realizada por Dios al principio en Adán, y que, según Juan, es la misma carne en que se ha convertido realmente el Verbo de Dios. Con ello se deshace la primitiva y fundamental Ogdóada. Porque una vez probado que el Verbo, el Unigénito, la Vida, la Luz, el Salvador, el Cristo y el Hijo de Dios son el mismo ser, que se encarnó precisamente, por nosotros, queda deshecha su Ogdóada.

      Reducida ésta a la nada, se hunde todo su sistema, que es un vano sueño para cuya defensa maltratan las Escrituras.

      4. Después de haber forjado su sistema de muchas piezas resumen a continuación los textos y los nombres esparcidos y, como ya hemos dicho, al significado natural le dan un significado que les es extraño.

      Hacen como los que se proponen presentar cuestiones controvertidas, amañándolas con versos de Homero de forma que piensen los ignorantes que fue Homero el que compuso los versos sobre esas cuestiones enteramente nuevas; muchos de ellos se dejan sorprender a causa de la serie bien ordenada de versos y se preguntan si no sería realmente Homero el autor del poema. He aquí cómo se ha podido describir con versos de Homero el envío de Hércules al perro del Hades, hecho por Euristeo. Nada nos impide recurrir a un ejemplo similar, porque se trata de una tentativa del todo idéntica tanto en un caso como en otro:

      Habiéndole hablado así, le despedía de la puerta llorando al noble Hércules, autor de famosas hazañas (Odisea, 21), Euristeo, hijo de Stenelo el Persa (Ilíada 19,23), y le encargaba rescatar del Erabo al perro del cruel o Hades (Ilíada 3,368).

      Partió como un ágil león alimentado en las montañas, confiando en su fuerza (Odisea 6, 130), a través de la villa, por la mitad de la ciudad. Sus amigos todos juntos le seguían (Ilíada 24,327), tanto los ancianos, como los niños, como las muchachas solteras y viejos infortunados (Odisea 11,381), exhalando lamentos lastimeros, como si marchara a la muerte (Ilíada 24,328).

      Le acompañaba Hermes, así como Atenea de ojos azules (Odisea 11,626), porque sabían qué pena sentía en su corazón su hermano (Ilíada 2,409).

      ¿Quién es el simple que no se deje sorprender por estos versos y no crea que Homero los compuso como para este tema?

      Quien esté versado en relatos homéricos podrá reconocer los versos, no reconocerá en cambio el asunto tratado; sabrá muy bien que alguno de estos versos se refiere a Ulises, otro a Hércules mismo, otro a Príamo y otro también a Menelao y Agamenón. Y, si toma estos versos para restituir cada uno de ellos a su libro original, hará desaparecer el tema en cuestión. Así ocurre al que guarda de manera inalterable en sí la regla de la verdad (regula fidei), que ha recibido por medio de su bautismo, reconocerá los nombres, las frases y las parábolas procedentes de las Escrituras; pero no reconocerá el sistema blasfemo inventado por éstos. Podrá reconocer las piedras del mosaico; pero no tomará la silueta del zorro como retrato del rey. Al reponer cada una de las palabras en su propio contexto y al adaptar al cuerpo de la verdad, descubrirá su ficción y demostrará su inconsistencia.

      5. Puesto que a esta comedia de enredo no le falta más que el desenlace, es decir, que alguien ponga punto final a su farsa, agregando una refutación en regla, creemos necesario subrayar ante todo en qué puntos difieren entre sí los padres de esta fábula, inspirados como están por diferentes espíritus del error. Por tanto será posible desde ahora conocer exactamente, aún antes de que presentemos la demostración, tanto la sólida verdad proclamada por la Iglesia como la mentira preparada por estas personas.

      El credo apostólico

      1. La Iglesia, aunque esparcida por el mundo entero hasta los confines de la tierra, ha recibido de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre omnipotente, “que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos”, y en un solo Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que ha proclamado por medio de los profetas los tiempos (economías) de Dios: la venida, el nacimiento del seno de la virgen, la pasión, la resurrección de entre los muertos y la ascensión corporal a los cielos del amado Jesucristo nuestro Señor y su venida de lo alto de los cielos en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas, y resucitar toda carne de todo el género humano, a fin de que ante Jesucristo nuestro Señor, nuestro Dios, nuestro Salvador y Rey, según el beneplácito del Padre invisible, doblen su rodilla los seres celestiales, los de la tierra y los infernales y toda lengua le confiese y realice Él en todos un justo juicio, enviando al fuego eterno los espíritus del mal, y a los ángeles transgresores y apóstatas, así como los hombres impíos, injustos, inicuos y blasfemos; mientras que a los que han permanecido en su amor, unos desde el principio, otros desde su conversión, a los que han guardado sus mandamientos, les dará como gracia la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna.22