Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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más se semejaba un sueño sin base real. Le habían arrancado de sus brazos siendo adolescente con la excusa de una pretendida prometedora valía para la Academia ¿Qué habría ocurrido con ellos, dónde estarían? ¿Por qué, por qué, por qué? Cuántos inútiles “por qués” de mierda. Sin duda para el hombre de las preguntas sin respuesta, al menos una cosa quedaba claro: se trataba de un plan maestro urdido por alguien muy receloso con los márgenes de maniobra de las voluntades ajenas; pero sobre todo, totalmente desprovisto de humanidad ¿Cómo no sentirse un muñeco? Un muñeco arrastrado en la inmensidad de un bucle sin sentido que conducía hacia sus nublados pensamientos. Tampoco era que pidiera a la vida un mundo de magia e ilusión; tiempo ha que había renunciado a esperar más suerte que vivir por vivir, pero al menos, no tener que presenciar el gratuito sufrimiento ajeno. Para conjugar ética con realidad, lo mejor era no pensar, pero qué difícil tarea.

      -Consulta: datos.

      NAVE. Análisis masa-carbono asociado a niveles humanos verificado. Potencia de seis. Quince cinco, primera; quince ocho, segunda.

      Sí, las paredes desnudas compuestas de la tecnología más elegantemente invisible lo confirmaban: millones, como en la última ocasión; y tantas. Ahora se estaban sirviendo los mortuorios fuegos artificiales, azules, hermosos; horribles. Nave había podido reanudar su camino de la forma más rutinaria. Total, ¿qué había supuesto aparcarse un momento en mitad del espacio, un par de efímeros cots? Ni siquiera eso. Lo justo para seleccionar y abatir. Podría haberlo hecho sobre el camino, incluso sin reducir drásticamente la velocidad. Pero no. Ría no deja cabos sueltos ¿Qué hubiera costado ignorar a quien está en el abismo tecnológico comparativo? Razonamiento en vano: la destrucción según los cánones procede siempre, porque un enemigo declarado no puede constituir una posibilidad estadística pendiente para el futuro, y de otra parte, ha de ser -según corresponde a las completísimas normas de seguridad- un proceso bien atado. Así, se estipulaba el análisis preceptivo: procesado de toda la información inherente a la tecnología y ocupación humana, y, naturalmente, archivado para servir de conocimiento y mejora. Según datos aportados por Nave a requerimiento de Ist varios sics antes- que ponían de manifiesto que él no había sido consciente de casi un tercio de los enfrentamientos- en el ciclo anterior se habían registrado cuarenta y siete encuentros. Aquel hombre perdido entre macabras certezas prefirió no revisar los datos de pérdidas de vidas humanas. Meditar sobre ello día sí y día también ya era suficientemente insoportable ¿Qué pensaría el resto de oficiales y comandantes ante tamaña aséptica barbarie? ¿Y el resto de cerebros normales? ¿Por qué vivir era tan difícil?

      -NAVE. Llegada. Tiempo, tres mil seiscientos veintiséis estados.

      En el poco tiempo que Ist pudo reflexionar algo sobre la nada, el asco y la sinrazón del universo, Nave había continuado su curso sin más novedad. Finalmente esta, ahora sí, se detuvo en el lugar indicado. A su izquierda, un curioso asteroide acribillado por miles de meteoritos. La nave inició su programado cometido y aperturando a velocidad vertiginosa las inmensas compuertas de su panza, engulló su comparativamente raquítica presa. Ahora albergaba en su interior un poco más de materia extra para obtener combustible. En realidad no era ese el verdadero motivo. Esta vez la presa no había sido destinada a tal fin, pero en cualquier caso igualmente confinada como el resto de trofeos en una cámara de carga, inertizada en sus características gravitatorias y su naturaleza física normal. O sea, el control total de una enormidad en una cavidad mucho más grande. Flotando en un éter energético especial, esperaba su destino. Nave sin más preámbulos, volvió a proseguir camino, pero esta vez a una velocidad de reconocimiento visual.

      -Ese es mi destino.

      Ist se refería al desnudo armazón que tenía ante su vista.

      -NAVE. Procediendo.

      A continuación, una lengua de energía envolvió la esfera conformada por incontables hilos de materia tubular plateada. La nave, casi seis veces mayor que el juguete de corroídas entrañas, chorreaba su fluido amarillento cubriendo en un parpadeo su superficie.

      -Secuencia.

      -NAVE. Inicio.

      IST sujetaba en sus manos con clara apatía una representación en bioplasma de cómo iba a quedar el juguete. La energía, controlada por una tecnología apabullante comenzaba, como si de un colosal pantógrafo se tratase, a tallar a gigantesca escala una fiel recreación de la miniatura sobre aquel peculiar ovillo. Y así, alzábanse de inmediato y con brillantez artística montes, mares, playas, fiordos, istmos, lagos... Una atmósfera respirable. Ahora un planeta.

      -NAVE. Dos estados. Fin. S.H.O. cero. Condiciones de habitabilidad correctas. Procedimiento completo.

      Un planeta nuevo. En sólo dos míseros estados. Partícula Q a partícula Q cada una en su ubicación exacta, reproducíase el boceto con brutal fidelidad, y sin duda funcional para la vida. Nada especial para el creador: lo había repetido en incontables ocasiones. Rutina. Para fabricar aquella piel instantánea dos planetoides y medio del Sistema Nt2-24-r recolectados en tránsito habían desaparecido en la curiosa proyección masa-energía-masa. Ningún problema, tan sólo se trataba de un cambio de apariencia totalmente reversible. Había que recoger antes de irse, era lo estipulado según el manual para estas operativas. El apéndice-cabina, centro de operaciones y tantas otras cosas, se separó y se dirigió hacia la obra recién creada. Ist divisaba a través de su descomunal mirador un mundo a medida. El mismo que las últimas tres veces anteriores, y réplica exacta del más occidental de los tres planetas Enlañ que solía visitar para acopio de provisiones. Cuando gusta un diseño, sueles repetir.

      Ist era comandante de orden 3, la más alta previa al acceso al generalato de menor categoría, pero sólo por ello ya poseía implantes no intrusivos para control de acceso A02, lo cual le permitía disponer de la máxima información, sin criba previa, en todos aquellos aspectos registrados en las bases de conocimiento de Ría; a excepción, claro estaba, de la reservada para el generalato. Pensaba y se le proporcionaba. Una cubierta fina, casi invisible, de material bio conversor energía-tiempo-energía, fijada sobre el cuero cabelludo, le dotaba de acceso inmediato al máximo poder deseado. Sabía de este modo del fracaso de tantas teorías acerca de la energía y la materia. Le gustaba recordar aquellas ancestrales leyendas relativas al control del tiempo; gran inconveniente o gran suerte para cualquier civilización. O de aquella hipótesis clásica que indicaba dogmáticamente que el incremento de la velocidad próximo al de la luz aumentaría proporcionalmente la conversión de energía en materia hasta niveles infinitos, imposibilitando así que este fenómeno pudiera darse. Todo lo contrario: en la actualidad cualquier vulgar transporte la doblaba con facilidad. En realidad la teoría no fallaba esencialmente, pero aquella limitación se había superado holgadamente porque los científicos habían podido controlar el fenómeno de la línea temporal de la energía, que permitía derivar esta en tiempo; es decir, en transporte de la materia en lugar de generación de más de la misma. Convertir en materia la energía y viceversa era algo que ya se conocía desde hacía mucho tiempo, pero que esta les proveyera del extraño fenómeno que les permitía desplazarse decenas de años luz en un suspiro, y su increíble capacidad como uso autodefensivo, eran regalos impagables. Todo ello, y sumado a que disponían de los conocimientos necesarios para adecuar la gravedad de cualquier cuerpo planetario a las necesidades humanas -fuera cual fuera su tamaño- había permitido al pueblo riano alcanzar los confines del Universo, algo que nadie más tenía a su alcance. De hecho, si aquel recién capturado asteroide había estado rotando alrededor del cableado planeta fantasma hasta el momento, sólo podía deberse a que algún mando riano había actuado intencionadamente sobre el sistema gravitatorio de ambos para que persistiera el recíproco equilibrio de forma artificial.

      Ría, un pueblo respetado a la fuerza y no discutido -por si acaso-, salvo por aquellos que como las naves que poco antes habían reventado en el espacio demostraban su ignorancia más supina, como macro estado, confederación de provincias galácticas, se había eregido finalmente en pacificador necesario; y con ello, había conseguido unir según sus intereses y ordenar, también según sus intereses, -a las bravas claro estaba- sin contemplaciones, punto, todo un mundo de provincias distribuidas en eje radial. A pesar de todo, proliferaban –aún- demasiadas civilizaciones residuales, rastro de la diáspora