Lenguaje escrito y dislexias. Luis Bravo Valdivieso

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Название Lenguaje escrito y dislexias
Автор произведения Luis Bravo Valdivieso
Жанр Учебная литература
Серия
Издательство Учебная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561426917



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disléxica” y la lectura comprensiva indicó que había un 32% de variabilidad común entre ellas. En el grupo control con lectores normales, solo un niño cometió errores de este tipo. Una conclusión de este estudio fue que el tipo de alteraciones que presenta la escritura de los niños disléxicos impide evaluarla de acuerdo con las normas corrientes de la ortografía castellana. Los niños disléxicos cambiaban las palabras dictadas, las omitían o las distorsionaban, de tal manera que no es posible hablar en el sentido gramatical clásico de “faltas de ortografía”. En consecuencia, es correcto considerar la dislexia como un trastorno específico en el aprendizaje del lenguaje escrito y de la escritura.

      ¿Qué es dislexia? Dislexia y retardo lector

      Las dislexias pueden describirse como un trastorno severo y persistente del aprendizaje del lenguaje escrito. Ha sido descrita como un desorden cognitivo y verbal en niños y adultos que se caracteriza por dificultades para leer y decodificar las palabras escritas. Según algunos autores su prevalencia abarca entre el 6% y el 17% de la población escolar, dependiendo del grado de dificultad que se considere como límite entre un retardo lector normal y un trastorno específico para leer. Los orígenes de las dislexias son neuro psicológicos, con fuerte evidencia de un factor genético. Sin embargo, los factores ambientales pueden prevenir o disminuir la intensidad de las dislexias (Fletcher, 2009). De acuerdo con este investigador, las definiciones de “dislexias” han evolucionado y variado a partir de una primera definición “oficial” presentada por la Federación Mundial de Neurología (Crichley, 1970). La dislexia ha sido considerada por la “Asociación Internacional de Dislexias” como “una dificultad para reconocer de manera segura y fluida las palabras escritas, acompañada por una baja habilidad para decodificar. Estas dificultades son consecuencia de un déficit en los componentes fonológicos del lenguaje, sin presentar otras deficiencias cognitivas o intelectuales”. Esa definición no aborda los aspectos socio culturales o socio económicos de los niños disléxicos.

      Las dificultades lectoras en los disléxicos comprenden tres áreas principales: El reconocimiento de las palabras escritas, la fluidez, velocidad y automaticidad de este proceso y una comprensión lectora insuficiente. Una dificultad metodológica para definir e investigar las dislexias proviene de los criterios que se apliquen para establecer la discrepancia entre un rendimiento lector “esperado” o de aprendizaje “normal” y un rendimiento “logrado”. En Chile, las investigaciones y evaluaciones nacionales del rendimiento escolar muestran que el rendimiento lector de los alumnos está muy relacionado con el nivel cultural familiar y económico de las escuelas. Los mismos tests de lectura que se utilizan para hacer el diagnóstico están también sesgados por los niveles socio culturales de los grupos utilizados para establecer sus tablas. Además, cuando se trata de estimar el “rendimiento esperado” en lectura, hay que considerar diversos aspectos que no siempre son coincidentes, como son la velocidad, la fluidez, y la exactitud de la lectura de los alumnos, o las expectativas de los profesores, para cada curso o edad. Por otra parte, los errores que se cometen en el aprendizaje inicial son similares durante un cierto tiempo, lo que dificulta efectuar el diagnóstico de las dislexias solamente a partir de las características mismas de la lectura.

      También existe la eventualidad de que las dislexias sean un trastorno multivariado, con orígenes diferentes, y que se aglomeren en tipos que tengan algunos factores cognitivos y verbales comunes. Por ejemplo, la hipótesis del “doble déficit” que veremos más adelante. Esta situación se complica más aún con la gran variabilidad individual que tienen los niños para aprender, y el efecto producido en ellos por los diferentes métodos pedagógicos de enseñanza de la lectura y por su lenguaje familiar. No todos aprenden de acuerdo con una velocidad y ritmo “esperados” y muchos presentan, durante los primeros años básicos, un ritmo de aprendizaje muy lento, sin ser, por ello, disléxicos. Aparecen como niños de “aprendizaje tardío” o de “aprendizaje lento”.

      El origen del término y la evolución histórica del concepto “dislexia” se profundizan en el capítulo siguiente. Sin embargo, es conveniente mostrar aquí algunas de las discrepancias que ha habido entre algunos connotados investigadores sobre el tema. Así, Rutter y Yule (1975), luego de un estudio en Inglaterra sobre cerca de 7.000 niños, prefieren hablar de “retardo lector específico” (“specific reading retardation”), para evitar utilizar la palabra “dislexia”, en contraste con el término “atraso lector” (“reading backwardness”). Entre ambos habría diferencias sustanciales, tanto psicológicas como pedagógicas. Consideran que el término “dislexia” es poco claro.

      En cambio, Miles y Haslum (1987), en otra investigación efectuada en 12.905 sujetos, concluyeron que los puntajes que obtuvieron en los test de lectura eran incompatibles con una distribución normal de este aprendizaje y que, por lo tanto, es adecuado usar “la palabra dislexia en un sentido firme” para referirse a este trastorno, ya que no corresponde al extremo inferior de un continuo de aprendizaje normal. También Newman, Wright y Fields, (1991), estudiando un grupo numeroso de niños de 8 años, consideraron válida la separación entre disléxicos y lectores atrasados. Encontraron que los disléxicos eran el 11% del grupo total. También otros autores de reconocido prestigio internacional, como Benton, Myklebust, Rourke, Galaburda, Critchley, Vellutino, Bakker, prefieren usar el término dislexia (Ver capítulo 2) y la Sociedad Británica de Psicología sugirió como definición de dislexia una deficiencia en la fluidez lectora, que se efectúa de manera incompleta o con gran dificultad (1999). Por otro lado, Shaywitz, Fletcher, Halahan y Shaywitz (1992) han rechazado la distinción de Rutter y Yule (1975), entre el retardo lector específico y el atraso lector general. Consideran que entre ellos hay una continuidad que no justifica un corte conceptual. En su investigación no encontraron entre ellos diferencias cualitativas, sino más bien en la intensidad del retardo de aprendizaje de la lectura. Según estos investigadores, lo que se denomina dislexia es el extremo inferior de un continuo en el aprendizaje del lenguaje escrito. Este término es aplicable a los niños con dificultades más intensas y con un pronóstico más incierto, independientemente de otras consideraciones. Además, la dislexia se caracteriza por presentar alteraciones más específicas, en especial en el procesamiento fonológico de la información y por ser independiente del CI. Una postura similar ha tenido Stanovich (1990), Catts (1989) y Kahmi (1992).

      Las publicaciones de Vellutino y Scanlon (1996 y 2002) plantean que un criterio adecuado para diferenciar los niños con retraso lector de los disléxicos sería su respuesta a la intervención psicopedagógica. La investigación de Vellutino y Scanlon (1996) mostró que dos tercios de un numeroso grupo de niños con retraso lector inicial superó sus dificultades luego de una intervención intensiva, diaria efectuada por especialistas, mostrando que su retraso lector era más bien consecuencia de deficiencias metodológicas en la enseñanza. El tercio restante mantuvo sus déficits luego de dos semestres de intervención.

      La mayor interrogante está en reconocer en la práctica psicopedagógica las diferencias entre dislexias y atraso para aprender a leer. El número de niños con dificultades iniciales para aprender es bastante grande, pero no todos ellos son disléxicos, ni tampoco tienen una evolución poco favorable en su aprendizaje. Es probable que gran parte de este desacuerdo provenga que el término dislexia tuvo un origen clínico, pero que su manifestación es escolar y social. Los enfoques psiconeurológico y pedagógico, abordan aspectos diferentes del aprendizaje lector, lo cual hace difícil una concordancia en los resultados de las investigaciones.

      Una investigación comparativa realizada por Badian (1994) entre niños disléxicos y niños con atraso lector por causas variadas (“garden variety poor readers”), de 8 años, tuvo por objetivo buscar diferencias entre ellos en los procesos cognitivos involucrados en el retardo para aprender a leer. Encontraron que los disléxicos tenían un rendimiento más deficiente en los procesos fonológicos que los niños con atraso lector de origen variado. También tuvieron mayor debilidad en las tareas de procesamiento visual ortográfico. Proponen definir las dislexias como “una debilidad significativa en el reconocimiento de las palabras y en la lectura de no-palabras, acompañadas con déficits, tanto en el procesamiento ortográfico, como en el fonológico, que se manifiesta en un fracaso en el reconocimiento visual automático y en la recodificación fonológica de los estímulos gráficos”. Esta última característica es compartida, aunque en