Wittgenstein. Federico Penelas

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Название Wittgenstein
Автор произведения Federico Penelas
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9789505567713



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que silba. Una mano abierta, la palma hacia la tierra, con los dedos desplegados como queriendo apoyarse con firmeza o abarcar una totalidad dispersa. Una mano de cuya muñeca surge una boca que silba. Wittgenstein era reconocido por sus habilidades como silbador, y es fácil imaginarlo silbando en soledad frente al lago. Según los artistas involucrados en el proyecto, (1) la elección de la mano hace referencia directa a los textos wittgensteinianos de los últimos años en los que, como ya veremos, se discute con el filósofo inglés George E. Moore la perspicuidad de oraciones como “esta es mi mano”, en tanto ejemplos de proposiciones que escapan al desafío escéptico. Los artistas quedaron impresionados al leer el texto de Ludwig e imaginar qué habría sentido al leerlo su hermano Paul, el gran pianista que había perdido un brazo durante la Primera Guerra Mundial. Lo que a los artistas se les escapó es que Paul murió en 1961 y que esos textos de Ludwig recién se publicaron, reunidos bajo el título de Sobre la certeza, en 1969, dieciocho años después de la muerte del autor. Pero la inquietud persiste si pensamos en el mismo Ludwig escribiendo esos pasajes a la luz de la figura de su hermano manco.

      Las melodías silbadas por el monumento son dos. Una de ellas, en homenaje a ese vínculo fraterno entre Ludwig y Paul, es la transcripción realizada por este último de la versión para piano realizada por Brahms de la chacona Partita en Re menor para violín de Bach. La otra es una obra de estilo neoclásico compuesta en 1943 por el músico noruego Harald Sæverud en sus caminatas por la zona donde Wittgenstein había construido su cabaña. La obra, concebida como un mensaje antinazi en plena ocupación alemana, se titula “Balada de la revuelta”.

      Una mano que silba una revuelta, así se lo celebra a Wittgenstein allí donde una y otra vez buscó refugio para su alma y su pensamiento. La elección de los artistas parece más que adecuada, y merece ser desglosada como primera aproximación al autor que nos convoca.

      “De lo que no se puede hablar, hay que callar”, consignó famosamente Wittgenstein en el final de su primer gran texto. “Lo que no se puede decir no se puede decir, y tampoco se puede silbar”, dejó anotado su amigo el filósofo inglés Frank Ramsey en un texto de 1929 publicado póstumamente. Suele leerse la frase en término burlón, pero Wittgenstein no podría estar más de acuerdo. Sus caminatas silbando en Noruega, sus encuentros en esa misma tierra con su gran amor, David Pinsent, para interpretar lieder de Schubert en dúo de piano y silbido, no latían en la memoria del soldado austríaco embarcado en tierra polaca o luego prisionero de guerra en tierra italiana, como testimonios de un modo de representación de lo Místico. El silbar no representa nada, no tiene un poder que las palabras no tienen; pero silbar a Bach o a Brahms frente a la magnificencia de un fiordo, acompañar melódicamente con su silbido el piano interpretado por el hombre amado, ir voluntariamente a la guerra en medio de la decadencia de una nación, escribir sobre lógica bajo las balas enemigas, esas acciones sí son capaces de mostrar lo importante, lo indecible.