La nueva guerra fría. Rusia desafía a Occidente. Richard Helene

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Название La nueva guerra fría. Rusia desafía a Occidente
Автор произведения Richard Helene
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789876145770



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del muro de Berlín, en 1989, seguida del derrumbe del sistema de Estados comunistas, de la unificación de Alemania, de las disoluciones de la URSS y del Pacto de Varsovia, Occidente se encontraba ante una alternativa que la historia del siglo XX permitía formular con gran rigor. Frente al imperio ruso, el gran derrotado de la Guerra Fría, dos actitudes remitían nuevamente al tratamiento reservado a Alemania al término de las dos guerras mundiales precedentes: ya sea la humillación del perdedor, a la manera de la paz de Versalles de 1919, ya sea su integración en una Europa en vías de unificación como ocurrió con la República Federal de Alemania (RFA) (1). La experiencia histórica sugería optar por la segunda fórmula sobre todo porque la Rusia de 1991, como la Alemania de 1945, atravesaba una mutación radical, al incorporarse al liberalismo político y económico de ese Occidente al que había combatido durante tanto tiempo.

      La ira de Moscú

      La voluntad de conjurar esta perspectiva de una Rusia integrada en el seno de Europa Central, la que, por consiguiente, ya no necesitaría de la tutela estratégica de Estados Unidos es la única base racional de la opción hecha por Washington. Sometido a la demanda apremiante de los dirigentes poscomunistas de Europa Central, sostenida por el canciller alemán Helmut Kohl y retomada por los “realistas” del establishment de la política exterior estadounidense, con Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger al frente, el presidente William Clinton, tras alguna vacilación, cedió y, en enero de 1994, proclamó su voluntad de ampliar la Alianza Atlántica a los ex vasallos europeos de Moscú, confirmando así la vocación de escudo antirruso de la OTAN y desatando la ira de Rusia.

      Una ratificación sin debate

      En Francia, el voto de las dos Cámaras pasó prácticamente desapercibido, tras un debate de una brevedad increíble. Hasta el grupo parlamentario compuesto por los radicales de izquierda, los amigos de Jean-Pierre Chevènement y los Verdes votó la ratificación, tras haber expresado algunas reservas. Esto ocurrió después de que un presidente “gaullista” –Jacques Chirac– se embarcara de una manera resuelta en la vía de una reintegración de Francia en las estructuras militares de la OTAN, defendiendo, además, una ampliación aun mayor de la misma.

      El Senado estadounidense se mostró muy escrupuloso respecto del costo de la operación. En consecuencia, la administración, con la complicidad de la burocracia de la Alianza Atlántica, se esforzó para minimizar el monto total. Después de que la Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense (Congressional Budget Office) hubiera estimado, en 1996, que el costo de la integración de los cuatro países de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) alcanzaría entre 61.000 y 125.000 millones de dólares repartidos en quince años, el Departamento de Defensa redujo la evaluación a un máximo de 35.000 millones en trece años; un monto todavía considerable, pero en el que la porción que incumbía a Estados Unidos no debía exceder un total de ¡2.000 millones en diez años! Luego, en el otoño de 1997, el Comité militar de la OTAN vino en su auxilio estimando que el costo adicional de la ampliación para el presupuesto de la Organización (al que Washington contribuye en un cuarto) no debería exceder los 1.500 millones en diez años, estimación inverosímil que el Departamento de Defensa se apresuró a aprobar, ¡rebatiendo sus propios cálculos anteriores!

      Nueva doctrina estratégica

      Finalmente, en la noche del 30 de abril de 1998, la ratificación fue votada por una cómoda mayoría de ochenta votos de los cien con que cuenta el Senado, tras cuatro días de debates animados. De todos modos, venía acompañada de una muy larga resolución, que contenía instrucciones restrictivas sobre la evolución de la OTAN y la nueva doctrina estratégica elaborada por Washington.

      Los puntos salientes de ese texto capital son los siguientes: la principal consideración invocada para justificar la ampliación es “la posibilidad de resurgimiento de una potencia hegemónica que confronte con Europa” e intente invadir Polonia, Hungría o la República Checa; las decisiones y la acción de la OTAN son independientes de cualquier otro foro intergubernamental: ONU, OSCE, Cooperación Euroatlántica, etc.; Rusia no tiene ningún derecho de veto sobre las decisiones de la Alianza Atlántica, ni siquiera en el seno del Consejo Conjunto Permanente OTAN-Rusia; la OTAN puede comprometerse en misiones más allá de su propio territorio, si hay consenso entre sus miembros sobre la existencia de una amenaza para sus intereses; el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN resulta reafirmado, incluida la presencia de sus oficiales en los principales mandos. imagen