Название | Pienso, luego molesto. Siento, luego existo |
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Автор произведения | Manuel Riesco González |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730450 |
Hasta no hace mucho se pensaba que los procesos cognitivos como la memoria, la atención o la percepción eran campos independientes, ubicados en distintos centros cerebrales. Se ha descubierto que no es así, que están interconectados como los hilos de una telaraña. Por ejemplo, a una persona que, por enfermedad o por desidia, deja de escribir, de leer libros o la prensa es muy probable que la memoria empiece a fallarle. Entonces sus allegados le dirán: «Está entrando en un proceso de degeneración senil». La realidad es que no es una degeneración senil, sino que el hecho de no ejercitar unas habilidades propias de su poder cognitivo, en este caso la lectura, está afectando a la memoria. Lo mismo sucede con la falta de ejercicio físico y su repercusión en el cerebro.
Durante varios siglos la civilización occidental se ha definido como racional y se ha vanagloriado por ello, haciendo suyo el axioma «pienso, luego existo». El imperio de la razón, auspiciado por filósofos como Kant o Hegel y por hombres de acción como Henry Ford, Steve Jobs o Bill Gates, ha calado en la mente, en los códigos de comportamiento, en las estructuras y organizaciones sociales de todo tipo, empujando la investigación científica y el progreso como seña de identidad del ser humano. Yo me pregunto: ¿si no pienso, existo? ¿Es posible ser humano sin pensamiento? O mejor, ¿es posible existir como persona sin pensar? Es obvio que los humanos nacemos con la capacidad de raciocinio, pero si no la usamos ¿dejamos de ser personas? ¿Es posible una sociedad sin cerebro activo? ¿Hemos perdido nuestra identidad? Hemos asesinado a Descartes y no hay indicios de que vaya a resucitar a corto plazo.
TONTOS, SÍ, PERO ¿FELICES?
Muerto Descartes, ¿se acabaron los problemas? Quizás podríamos responder que somos tontos, pero felices al fin, sin problemas. Un condicional que, desgraciadamente, hoy se conjuga en presente: los que piensan son escasos y molestan. Por eso muchos se rinden y prefieren no pensar. No interesa la verdad ni conocer el porqué de las cosas, simplemente vivir. Eso sí, adormecidos y super-controlados.
No pensar supone poner al cerebro en situación de anemia, menoscabando sus funciones básicas
(Fuster y Rojas)
Las consecuencias de tal posicionamiento tienen un coste muy elevado: dejamos de ser personas y quedamos a merced de las circunstancias.
La meta del Homo sapiens en el ejercicio de sus neuronas es buscar la verdad. Una verdad que exige apertura de mente y de corazón, ecuanimidad, ausencia de prejuicios y apegos, diálogo con los otros, con el mundo y con la propia voz interior, como ya lo apuntó el famoso aforismo inscrito en el templo de Apolo: «Conócete a ti mismo». Ya lo decía el gran Machado: «TU verdad no, LA verdad. Y ven conmigo a buscarla; la tuya guárdatela». Jesús, el Maestro, dio un paso adelante: «La verdad os hará libres» (Jn 8, 31-32). Verdad y libertad van unidas. Tontos, sí, pero ¿felices?
Una última sensación: faltan líderes sociales que ilusionen, que marquen un rumbo, que sepan convencer, que tengan visión y cuyas vidas estén preñadas de valores dignos de la especie humana. Líderes inteligentes, comprometidos y éticos para audiencias inteligentes y comprometidas con la verdad.
1 Cfr. el excelente estudio de Carr, N. (2011). ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales. Madrid: Taurus.
CAPÍTULO II
Siento, luego existo
«Primero fueron las emociones y sentimientos, luego nació la razón».
A. Damasio
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