Название | Desde la Cruz |
---|---|
Автор произведения | Warren Wiersbe |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789583381539 |
V
La Semilla que Muere
La quinta imagen de su muerte es la semilla que se siembra y produce mucho fruto (Juan 12:20-28). El énfasis está sobre la disposición de Cristo a dar su vida para que el Padre pueda ser glorificado. “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:23-24).
La muerte y sepultura de nuestro Señor parece más una derrota para Dios y una victoria para el enemigo, pero fue precisamente lo opuesto. Su supuesta derrota realmente fue la mayor victoria que Jesús tuvo, una victoria más grande que sanar enfermos o expulsar demonios. Cuando Nicodemo y José pusieron el cuerpo de nuestro Señor en la tumba, parecía una semilla muerta, pero al tercer día fue resucitado en poder y gloria. Hoy la predicación de su Evangelio está produciendo fruto por todo el mundo (Colosenses 1:5-6).
He aquí cinco imágenes de la muerte de nuestro Señor en la cruz, cada una enfatizando una verdad particular. Como un Cordero sacrificado en el altar, en reemplazo de los que merecíamos morir. Los sacerdotes judíos tenían cuidado de ocasionarle el menor sufrimiento al animal que se sacrificaba, pero el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo fue tratado como cuando un edificio es derrumbado. Fue una muerte cruel y vil. Él fue como la serpiente levantada y hecha maldición. Pero su muerte fue voluntaria, como la del pastor dando su vida por las ovejas o la semilla plantada en buena tierra y produciendo nueva vida.
En este momento, todo lo que podemos hacer es adorarlo.
¡Asombroso amor! ¿Cómo es posible que Tú, mi Dios,
murieras por mi?
Charles Wesley
Nuestro Señor no habló abiertamente a sus discípulos sobre la cruz hasta después de la confesión de fe de Pedro, en Cesárea de Filipo (Mateo 16:13-20). “Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la Ley, y que era necesario que lo mataran y al tercer día resucitaría” (Mateo 16:21). Este anuncio los aturdió tanto que Pedro se opuso intensamente a la idea. Pero Jesús lo reprendió y le dijo a él y a los demás apóstoles que si querían ser sus verdaderos discípulos, tendrían que negarse a sí mismos, llevar sus propias cruces, y seguirlo (Mateo 16:22-28). En el futuro de Pedro había una cruz como también la había en el futuro de nuestro Señor.
Desde ese momento, “Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén” (Lucas 9:51; y ver Lucas 13:22, 33), sabiendo muy bien qué tipo de recepción tendría al llegar. A cada instante, Jesús les recordaba a los doce lo que le pasaría en la ciudad santa, pero ellos no podían comprender lo que Él les decía (Marcos 9:9-10, 30-32; 10:32-34). Sus enemigos entendieron su parábola sobre los labradores malvados (Mateo 21:33-46), pero al parecer los discípulos no. Pedro estaba tan ciego hacia el plan de Dios que trató de defender a Jesús cuando los oficiales lo arrestaron en Getsemaní (Mateo 26:51-54). Al admirar su coraje y su devoción tan altruista hacia su Señor, también vemos su desobediencia a la luz de todo lo que Jesús le había enseñado y sus referencias acerca del propósito de Dios.
Sin embargo, no anhelemos tanto lanzar la primera piedra. Después de todo, es más fácil para nosotros entender el significado de la muerte de nuestro Señor al vivir hoy, mucho después de la resurrección del Calvario y de tener la Biblia completa en nuestras manos. Las sombras desaparecen cuando usted mira hacia el Calvario a través de la tumba vacía. Sin embargo, cuando nos acercamos a la cruz de Jesucristo, vemos que aún hay mucho más por aprender y poner en práctica en nuestro diario vivir.
Esto es muy cierto: nuestro Señor veía la cruz de una manera muy diferente a como la veían sus discípulos. Ellos la vieron como una derrota, pero Él la vio como una victoria. Para ellos, significó vergüenza; para Jesús, significó gloria. Para las personas de ese día, la cruz significó debilidad, pero Jesús transformó la cruz en un asunto de poder. Pablo entendió esto y escribió con su propia mano: “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gálatas 6:14).
Notas
1 1Weatherhead, Leslie. La Voluntad de Dios (Nashville: Abingdon-Cokesbury Press, 1.944), p.12.
2 Hablando en forma gramatical, el texto griego permite la frase, “desde la creación del mundo” para aplicarla tanto a “no ha sido escrito” ó “que fue sacrificado.” Muchos comentaristas aplican esta última.
Capítulo 2
Para que Vivamos por Medio de Él
“Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.”
1 Juan 4:9-10
El problema fundamental que los pecadores enfrentan no es la enfermedad ni la necesidad de ser sanos. El problema es que ellos están “muertos en sus transgresiones y pecados” (Efesios 2:1) y necesitan experimentar la resurrección. La Religión y la Reforma pueden maquillar el cadáver y hacerlo más presentable, pero nunca podrán darle vida. Sólo Dios puede hacer eso. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aún cuando estábamos muertos en pecados” (Efesios 2:4-5). Sin duda, nuestro Señor resucitó a mucha gente de entre los muertos (Mateo 11:5), pero en los registros de los Evangelios, sólo se describe la resurrección de tres personas: la hija de Jairo (Lucas 8:40-56), el hijo de una viuda en Naín (Lucas 7: 11-17), y Lázaro, un amigo muy especial para Jesús (Juan 11). Cuando usted estudie el relato de estas tres resurrecciones, conocerá algunas verdades básicas sobre la resurrección espiritual que trae salvación y nueva vida a quienes creen en Jesucristo.
I
Muerte por el Pecado
La hija de Jairo tenía tan solo doce años de edad, pero murió. El hijo de la viuda era “un hombre joven”, quizás en su tardía adolescencia o con escasos veinte años, pero murió. Tenemos la impresión de que Lázaro era un hombre mayor, pero murió. Si estas tres personas nos enseñan algo, es que la muerte no tiene nada que ver con la edad, y ya que la muerte es una imagen del pecado, estas tres personas nos enseñan que el pecado ha matado a toda la raza humana. Los niños son pecadores, los jóvenes son pecadores, y los adultos son pecadores. “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Observe también que hay un aspecto de tiempo involucrado. Cuando Jesús llegó a la casa de Jairo, su hija acababa de morir. El hijo de la viuda de Naín había estado muerto por lo menos un día, pues los judíos normalmente son enterrados dentro de las veinticuatro horas siguientes a su muerte. Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro ya llevaba en la tumba cuatro días (Juan 11:39). Pregunta: ¿cuál de estas personas estaba más muerta? Usted se ríe por esta pregunta, y con razón; no hay grados de muerte. Sin embargo, hay grados de descomposición. La hija de Jairo no había empezado el proceso de descomposición aún; de hecho, se veía como si sólo estuviera durmiendo. La descomposición estaba sólo empezando en el cuerpo del hombre joven. Pero en el caso de Lázaro, Marta advirtió que después de cuatro días en la tumba, ¡su hermano ya olía! Así también, todos los pecadores, jóvenes o viejos, están espiritualmente muertos,