Doce mujeres. Kremer Harold

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Название Doce mujeres
Автор произведения Kremer Harold
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789583064128



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      Kremer, Harold, 1955-

      Doce mujeres. Doce pequeñas muertes / Harold Kremer. -- Edición Julián Acosta Riveros. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2021.

      196 páginas ; 21 cm. -- (Colección El pozo y el péndulo)

      ISBN 978-958-30-6375-6

      1. Cuentos colombianos 2. Mujeres - Cuentos 3. Vida cotidiana - Cuentos 4. Humor - Cuentos 5. Prejuicios - Cuentos 6. Placer - Cuentos I. Acosta Riveros, Julián, editor II. Tít. III. Serie.

      Co863.6 cd 22 ed.

      Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., julio de 2021

      © Harold Kremer

      © 2020 Panamericana Editorial Ltda.

      Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000

      www.panamericanaeditorial.com

      Tienda virtual: www.panamericana.com.co

      Bogotá D. C., Colombia

      Editor

      Panamericana Editorial Ltda.

      Edición

      Julian Acosta Riveros

      Diagramación y diseño de tapa

      Martha Cadena

      Imagen de tapa

      © Shutterstock-Cranach

      ISBN 978-958-30-6375-6 (impreso)

      ISBN 978-958-30-6412-8 (epub)

      Prohibida su reproducción total o parcial

      por cualquier medio sin permiso del Editor.

      Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A.

      Calle 65 No. 95-28, Tels.: (57 1) 4302110 - 4300355. Fax: (57 1) 2763008

      Bogotá D. C., Colombia

      Quien solo actúa como impresor.

      Impreso en Colombia - Printed in Colombia

      ¿Y si somos acaso una leyenda, una historia contada por un ciego que lleva siglos hablando a un oyente sordo, un ciego que cada cien años vuelve a empezar la historia ya contada?

      Contenido

       Algo mecánico, algo manual

       Llamadas remotas

       Sin aves y sin ruido

       Padrenuestro

       ¿Quién va a pagar?

       El Gato Negro

       El mago

       ¿Por qué me muerdes?

       Vecinos

       Una linda mañana para el día del juicio final

       Mi padre

       Doméstica

      Algo mecánico, algo manual

      La ventaja de Carlos y la mía es que trabajamos en el turno de la noche, solo unas horas. A veces, a las doce ya terminamos todo. A Car­los le toca el segundo y el tercer piso, y a mí el quinto y el sexto. Barremos, trapeamos, limpiamos las paredes y los escritorios, lavamos los baños, recogemos la basura, y listo. Entonces, nos encontramos, abrimos una venta­na y nos fumamos un bareto. De vez en cuando bebemos aguardiente. Otras veces, sobre cualquiera de las alfombras, hacemos el amor. Luego, salimos.

      —Vamos a bailar —me dice Carlos.

      Es un viernes, vamos a la 15 a un bailadero llamado Cañandonga. El sitio está lleno, pero nos encuentran una mesa en la que hay un hombre gordo y una mujer flaca. El hombre es conductor de un bus que hace dos rutas diarias, ida y vuelta, a Pereira.

      —Me sé la carretera de memoria —dice—. Llevo nue­ve años en la misma ruta. Hay pasajeros a los que saludo como si fueran mi familia. Sé cuántos hijos tienen, cómo se llaman sus esposas, qué hacen. A veces salgo de aquí al amanecer y hago mi primer viaje. El problema no es la carretera, ni los otros autos. El problema real es no quedarme dormido. Por eso me llevo un termo de café bien cargado, preparado con hojas de coca. Y en la noche ya estoy de vuelta.

      Nos levantamos a bailar. Carlos es buen bailarín de salsa clásica. Es elegante, sabe cómo hacer bailar a una mujer. Siempre escuché que los buenos bailarines son malos en la cama. Pero con Carlos no es así: es bueno en las dos cosas, pero es un hombre un poco taciturno. La mayor parte del tiempo se queda meditabundo.

      —¿En qué piensas? —le pregunto.

      Ni él lo sabe. Me mira, se queda en silencio. Es un pensador, un pensador profesional, de esos que casi no hablan. Cinco años atrás estudiaba Filosofía. Se retiró y decidió que trabajaría en alguna cosa sencilla, en un trabajo donde no tuviera que utilizar la cabeza.

      —Quería algo mecánico, algo manual —me dijo.

      Al principio cometió el error de poner en la hoja de vida que había estudiado hasta quinto semestre de Filosofía. Eso no le servía para realizar trabajos manuales y lo rechazaban. Entonces, empezó a presentar solicitudes en las que ponía que solo había estudiado hasta quinto grado de primaria.

      —¿Por qué dejaste de estudiar Filosofía? —le pregunté una vez.

      —No me gustó —dijo.

      Volvemos a la mesa. La mujer está dormida, el conductor mira a las parejas bailar. Nos saluda levantando las