Название | Una mujer en 1900 |
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Автор произведения | Elba Rojas Camus |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561709379 |
Juan Camus, antes de casarse, estuvo en varios lados, hasta fue minero; después lo pensó mucho antes de moverse del lugar, hacia Panquehue, a pesar de que era un padre muy joven en esa época. No fue así, la última vez –asentado allí tantos años y con familia numerosa–, casi en el declive de la edad, sin planificarlo ni haber imaginado que se iría así, y por propia decisión, decidido a no dejar huellas –creyó no dejarlas– en ninguno de los dos pueblos. Sin embargo, quedó un rastro, imborrable en el recuerdo de algunos de los suyos, sobre todo, en María Jesús.
Recordaba, a veces (también), en sus reminiscencias posteriores, que allí como acá, fue un incansable trabajador, e insaciable lector: estaba al día en los adelantos modernos –de la época–, sin otro apoyo que lo aprendido directamente con Don Maximiano. En pocos años –sus niños eran pequeños–, había disfrutado, tanto como el dueño y la Administración, sus únicos superiores, de los resultados positivos de la plantación de vides: conoció la Viña Errázuriz en su esplendor. A su padre y a su abuelo, debía el haber estado en esa segunda experimentación –en la aclimatación de las cepas–, en ese pueblo, más adentrado en la vida de sus hijos que en la suya: inolvidable para las mujeres de su familia. Los varones no exteriorizaban sus preferencias, ni los sentimientos: eran hombres y debían ser fuertes, valientes.
Fue todo un ciclo aquel. Y después ¿cómo pudo escindirse de esa vida anterior? Las hijas pudieron recordar, muy vagamente, las contadas ocasiones en que mencionó a sus padres, y a los abuelos. Al parecer, no alternaron con los de la línea paterna, excepto con Gertrudis, María Eugenia y Pedro. Lejos, hacia el interior de los campos de Putaendo –ahora del recuerdo–, como ya se ha visto, conoció a su esposa Eloísa cuya familia era de Santa María, y allá nacieron los primeros hijos. En el pueblo de origen de los siguientes, el destino le hizo cambiar, tal vez, los caminos de algunos de ellos, mientras él se negaba a aceptar o aclarar una situación equívoca.
Su decisión de abandonar el pueblo de Panquehue, en pleno auge y esplendor de la producción, ya lo veremos, fue insólita e irrevocable: «una tozudez», le dijo alguien. Es cierto que ya se iniciaba una especie de decadencia o cambios culturales, posteriores a la ausencia del piadoso dueño de la Hacienda: personalismos, insidias, vanidades, incluso entre parientes –su propia hermana en medio de un bochornoso asunto que gatilló las decisiones de salir de allá–; sin embargo, antes, nada de eso habría alterado su labor y convivencia.
En el año 1907, aun cuando el dueño de aquellas primeras Viñas de Panquehue, Don Maximiano ya no existía, don Juan Camus –digo ´don`, porque así se le trataba– seguía siendo uno de los responsables de la preparación, vigilancia, control y selección de los mostos, según su calidad. Una vez seleccionado, el vino se guardaba en fudres y reposaba el resto del año. En septiembre y en diciembre se trasladaba de vasijas; y en marzo iba a la pipa; de allí salía a las cavas o bodegas sombrías (en paseos por esos lugares entré a una de las bodegas, impresionante el estar allí, entrando por un gran portón de fierro hasta lo que parecía la fachada de antigua mansión). En aquel tiempo, su mundo era su trabajo y su numerosa familia. Seguía en ese puesto después de la muerte de Don Maximiano, en 1890 –teniendo como ´patrón` al hijo del caballero–. La Viña era dirigida por una Administración, ya que la Empresa era grande e importante. Don Juan Camus, en esas condiciones, vivía y trabajaba apaciblemente; ajeno a ambiciones desmedidas y a los cambios de costumbres, de época y a iniciativas del personal nuevo. Algunos más científicos o técnicos que él, además de personal administrativo, habían llegado en el último tiempo. Y, esto aparte, por la incidencia que tuvo en la vida familiar: hasta ese momento, don Juan tampoco tomaba en cuenta envidias ocasionales y nuevas actitudes foráneas. Su vida y la de los suyos habría seguido indefinidamente así, «si no hubiese metido su cola el diablo», como dijeron. Hasta ahí él, con su esposa Eloísa y su numerosa progenie, mantenía unidas y excelentes relaciones con los parientes avecindados allí y los de Las Coimas; por ejemplo, con su hermana María Camus, casada con Juan Leiva, y con los primos –hijos de estos– Jacinto, Aniceto, Emperatriz, Juana, Mercedes (que se casó con Adolfo, el mayor de los suyos). Lo mismo sucedía con Pedro Camus y su gente. Pero..., el caso de su hermana Gertrudis y su esposo Remigio, en relación a parientes españoles... Tratando de conocer detalles de la vida de Jechu, hemos llegado a saber de buena fuente lo que viene a continuación; puede que no sea exactamente lo que sucedió, mas, esas voces, hechos y evocaciones que precisan y amplían recuerdos bien intencionados –de ese período de sus vidas– no pueden estar tan alejados de la verdad. La ficción solo ayuda a complementar imágenes y tal vez sueños no concretados.
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