Название | Una mujer en 1900 |
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Автор произведения | Elba Rojas Camus |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561709379 |
Estamos hablando de María Jesús y de sus parientes más directos, ya nombrados. La vida familiar allí era tan plácida y tradicional como lo fue en Putaendo, con mucha religiosidad y cultura: impulsada, llevada y ejemplificada por el fundador de este pueblo, Don Maximiano Errázuriz –quien tenía contacto directo con la gente que trabajaba en su hacienda.
«Los pueblos felices no tienen historia», es el dicho. Yo agregaría que tampoco las familias comunes y las personas normalmente desarrolladas o bien llevadas, hasta que la vida les señale otra senda. Con mayor razón si están en un medio y condiciones que aun no se consolidaban con nombre y apellido –de estratos o clases sociales–, en el tiempo y en el ambiente en que se desarrolla esta parte de la historia. Quizás se deba a eso que no haya rastros sobresalientes de la niñez y primera juventud de María Jesús: de la primera, entre Putaendo y Panquehue, donde todo era tranquilidad, como un mundo aparte, considerando los cambios y la agitación en la vida de otras ciudades y de sus habitantes. Hubo algo sí, que le impresionó: recordaba «como entresueños», que su padre se iba por un tiempo y volvía a continuar laborando allí (estuvo trabajando en las minas o escondido para no luchar contra hermanos, le oyó decir). Conociendo su pueblo y su estadía de los últimos años ahí, iremos a ese paso, conociéndola.
El pueblo de Panquehue –Tierra de Pangue, que María Jesús jamás olvidó–, es muy extenso y aun vigente. Fue muy bien organizado por su fundador, quien adquirió esa Hacienda, El Ingenio de Panquehue, en 1870, en sociedad con Dn. José Tomás Urmeneta, y un tercer socio, Sr. Julio Foster. Luego les compró su parte, en vista del fracaso del proyecto inicial, para proveer de turba a la minería de Guayacán. Igual como planificó el pueblo, con el trazado de sus calles, casas y canales de regadío, lo hizo con los viñedos y las bodegas, unos treinta años antes de los sucesos a narrar. Mas, dejamos en claro que esto no es una biografía ni un panegírico al correcto y cristiano caballero o a su descendencia –que, sin saberlo dieron trabajo y vitalidad a una de las tantas familias anónimas de este país–, sino un intento de encontrar la razón de ser, de la mujer que nos preocupa: una mujer íntegra, sencilla y común, que vivió la mejor parte de su vida –también el inicio de su tristeza– en esas tierras, antesala del paraíso: su edén, se deduce por sus añoranzas.
Había pocas calles importantes ahí: una de ellas era la Calle Larga, donde ellos vivían (en todos los pueblos hay una Calle Larga), cortada en parte por dos canales, con sus respectivos montículos y puentes, derivados de los otros dos mayores en la falda del cerro, que encauzaban agua para el regadío desde el caudaloso río Aconcagua. Hacia el final de aquella calle –donde terminaba el valle–, al pie del cerro del lado Sur, a mano derecha, yendo desde Llay-Llay, se alzaba la Casa Patronal. Era bella e imponente en su estructura; parecida a un palacio romano, pero más baja. Estaba rodeada de frondosos árboles y jardines de flores exóticas: pero era solitaria; rara vez hubo vida y risas allí adentro. Más al fondo, al pie del cerro, para ambos lados, estaban aquellas viñas –que ya eran famosas en el país y en el extranjero–, con sus edificios de bodegas y casas cercanas a la mansión, para empleados, operarios y campesinos. El Cementerio Parroquial estaba en línea detrás de las bodegas, separado por viñedos y recostado en el faldeo del cerro, mirando hacia el valle, al río y al norte. Aun está igual; solo que han aumentado los viñedos a su alrededor, empinándose hacia las cumbres (la Viña Errázuriz Panquehue sigue en pie) y hay plantación de paltos, entre las piedras, hacia arriba: es un vergel por donde se mire. Nuevas técnicas de cultivo han cubierto de verde los cerros. Es la tercera vez que voy por allí; la primera fue con su hija, Isidora, años atrás. Nunca con ella: solo en sus evocaciones, y, ¿quién podría negar que está allí complementando el paisaje y que nos guía?
La Capilla –después Parroquia–, donde entonces vivía el Capellán, fue primero Oratorio de Dn. Maximiano Errázuriz. Estaba ubicada al otro lado del camino, en la pequeña plaza, al lado Norte. Allí se elevaba la clara voz de ella y, de seguro, sus plegarias de niña, de joven y luego, de mujer desesperanzada. No obstante esto, no renegó de sus creencias ni perdió la Fe, ni el respeto a sus semejantes.
Insisto en mirar al pueblo de Panquehue, por ser la segunda cuna de María Jesús. Muchos años antes, el valle en que estaba asentado el pueblo se había dividido en dos: Norte, hacia el lado del río Aconcagua, y Sur, a causa de la Carretera Internacional que lo atravesó de Oriente a Poniente o todo lo contrario, en parte junto a la línea del Ferrocarril: se había creado un ramal, en 1871, de Llay-Llay a San Felipe; y el Transandino, de San Felipe a Los Andes, en 1874, que se inauguró en 1910 cuando ellos ya no estaban en los alrededores. Juan Camus, su padre, recordaba las grandes fiestas de celebración que se hicieron por eso. Fue un gran acontecimiento. Decía que él era niño o muy joven entonces y pudo admirar, igual que los habitantes de allí, a los distinguidos personajes que llegaron en el primer tren. En el nudo de Llay-Llay, se efectuaba el trasbordo, ya sea que vinieran de la capital o desde Valparaíso.
Y recordando a Juan Camus Lepe, considero que en esta historia no se puede hablar de María Jesús sin considerar a su padre, más tarde el Abuelo, como toda su descendencia lo conocería –y aun hay personas que lo rememoran igual que a ella–. Mejor será ver quién y cómo era él para comprender, en parte, la vida de Jechu, desde la actual perspectiva (Jechu para padres y hermanos y, al final, Tita para los parientes más íntimos). Insisto en esto, porque a pesar de los varios nombres, tenía una sola personalidad y bien definida: era débil solo en la libertad personal o excesivo respeto a la autoridad paterna –acorde con la época en que le tocó vivir–. Él era Químico práctico de la Viña de Panquehue; quizás hubo otros con el mismo cargo en ese tiempo, pero en este período de sus vidas, era él. Tenía la experiencia e instrucción de sus antecesores, especializados, que hacían honor a sus nombres y a su trabajo. Ellos, a su vez, habían sido empleados precursores en su especialidad, en las Viñas del Predio de Urmeneta, del Valle de Limache y San Pedro: primera viña de procedencia francesa en la zona –en el valle de Putaendo y en Los Andes se cultivaba otro tipo de vides–. Don José Tomás Urmeneta, conocido y rico empresario en Minas y Comercio, estaba emparentado directamente con Don Maximiano Errázuriz, único dueño de la Viña de Panquehue.
Se sabía, por lo que decían los mayores y una dama, nieta de don Maximiano, que el primer hombre de la familia de Juan Camus, había llegado al cuidado de los sarmientos importados que venían por barco desde Europa. Comentaban que en la nave dormían y pasaban los días sentados al lado de las jabas de la preciosa carga que, por supuesto, llegó vivita y brotando, gracias al cuidado y conversación de sus acompañantes. En recuerdos contradictorios de sus descendientes, no está claro si el antepasado se llamaba también Juan, Domingo o Dionisios (no Dionisos como el dios griego): a lo mejor Diógenes porque uno de los hijos de Juan Camus llevaba ese nombre y, más tarde, quizás por lo mismo, estuvo muy de acuerdo a las libaciones, como el dios Baco. La dama, terrateniente de la ciudad costera, pariente tan directo de Don Maximiano, le comentó, años más tarde, a Isidora –una de las nietas de don Juan–, que el padre de este en realidad era Domingo Camus. Ella recordaba muy bien lo que conversaban sus propios padres y parientes, acerca de las Haciendas y del personal primero; tanto de estas como de la de Lo Hermida –en Santiago–, especialmente del personal técnico (vasco-francés) que trajeron contratado para las Viñas, y las vides que importaron para iniciar los viñedos en Limache –los que sirvieron luego para los del Valle del Aconcagua–. Todo eso, recordaba, lo trajeron por barco, desde Francia y también que, más tarde –aunque no entraba en el plan inicial–, una vez aclimatados y produciendo, aquellas vides, se hicieron barbechos para plantarlos en la nueva Viña, en la Hacienda de Panquehue, adonde posiblemente trajeron más cepas, o bien, el hijo del Camus primero de ese grupo, cuidó también los barbechos por el camino desde Limache a Panquehue. Coincidía además en que los primeros fudres se trajeron desde Burdeos (dos para esa viña); luego se fabricaban en el mismo lugar, en el mismo pueblo y establecimiento, donde ya prosperaban las cosechas. Aludo a esto por ser el entorno