El comportamiento administrativo. Herbert Alexander Simon

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Название El comportamiento administrativo
Автор произведения Herbert Alexander Simon
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789870125235



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1986]: ‘La guerra se basa en el engaño’ [Sun Tzu]” (Basualdo, 2000).

      En la terminología de la disciplina, decimos que utilizamos la política para alcanzar una visión común, comunicada, de significación acordada y comprometida (descripción de estado), y decidir una misión, comunicada, de significación acordada y comprometida (descripción de proceso). No hay en este proceso ni ciencia ni tecnología, solo arte. La coalición dominante de cualquier institución debe tener como propósito hacer estrategia para lograr la estabilidad política de la institución, es decir, alcanzar la cohesión. Cohesionada la institución, se puede administrar. Este es, en realidad, el ámbito de estudio de la Teoría de la organización (Simon, 1993.g).

      En la Administración, en cambio, la situación de incertidumbre es acerca del futuro y, como el conflicto está solucionado, el meollo son los hechos, abarrotados de información del pasado y carentes de datos respecto del futuro. En el plano psicológico, la característica de la situación establece que se trata de un problema estructurable y, en consecuencia, los individuos apelan a sus actitudes y, fundamentalmente, a su experiencia, pues sus conocimientos no son fuertes, solucionando el problema por inferencia heurística o creatividad. Al socializarse e institucionalizarse la experiencia de sus participantes, la institución pasa a poseer (en el plano sociológico) historia (balances, estadísticas, etc.) y debe adoptar decisiones de innovación en la generación de alternativas, para enlazar el pasado con el futuro, en un proceso morfogenético de creación de información: “Como la característica esencial de los problemas estructurables es que son computables pero no predictibles, los humanos que hacen Planeamiento trabajan en incertidumbre, situaciones en las que se carece de probabilidades o que, cuando se asignan caprichosamente, se tornan estériles. La ventaja es que se parte de una Estrategia, enmarcada en la Misión y, entonces, el ‘mundo’ viene dado, es ‘objetivo’, solo hay que adecuarlo al lenguaje administrativo y entender en ese marco el negocio, cuantificándolo: los fines a los que se refiere la estrategia deben estar relacionados con los medios disponibles, que es la esencia del Planeamiento. Ese proceso de los humanos haciendo planes consiste en generar modelos de predicción (traduciendo la Estrategia al lenguaje administrativo y creando un mundo entendible del negocio a partir de la sobresaturación informativa entre pasado y futuro), diseñar posibles alternativas construyéndolas por métodos inductivos (cambiando discurso y datos referidos a materia, energía, tiempo e información) y elegir (entre aquellas) la que se transformará en el modelo de desempeño de las decisiones de operación que se pondrá a consideración de quienes dominan: su consentimiento formal lo constituirá así en el plan a cumplir. Como el plan se transforma en una abstracción racional del negocio, el control de gestión también controla abstracciones, medibles en términos de resultados, beneficios, crecimiento, participación de mercado, rentabilidad de la inversión, etc., y como es una tarea que en realidad está buscando nuevas oportunidades de decisión para adecuar el plan a los cambios, se establecen pautas de medición de las variables denominadas críticas y se revisa por excepción” (Basualdo, 2000).

      En la terminología de la disciplina, la Administración utiliza el planeamiento como tecnología para la asignación de los medios a los fines, adoptando decisiones de anticipación (Frischknecht, 1993). No hay ciencia en este proceso y tampoco arte; apelamos, sí, a la tecnología disponible. El propósito de la formulación de los planes es otorgarle a la institución una diferenciación estratégica: la innovación. Este es el campo de estudio de la tecnología de Administración (Bunge, 1998).

      En la Operación, la situación es cerrada. En el plano psicológico, los participantes se encuentran en una situación de problema estructurado y apelan a sus conocimientos, tamizados por sus actitudes y experiencia, solucionando los problemas por inferencia válida (lógica) o cálculos algorítmicos. Al socializarse el conocimiento, la institución dispone de la ciencia aplicable y deduce y calcula soluciones con técnicas, álgebras y modelos matemáticos: “Los humanos que operan, per se o a través de ordenadores (es cierto que los ordenadores ya han ganado este espacio), están circunscriptos únicamente al modelo y al programa que prescribe su acción y su discrecionalidad es meramente deductiva, pues solo hay que utilizar programas de rutas (acciones), no se pueden elegir ni destinos ni caminos, porque vienen dados: la Operación es un metalenguaje del Planeamiento. Las visiones necesitan de una estrategia; la estrategia, de un plan, y un plan, de operación y control” (Basualdo, 2000).

      En la terminología de la disciplina, se puede decir, entonces, que la Operación utiliza la ejecución para impartir órdenes e instrucciones que permitan la implementación de los planes. El propósito de adoptar decisiones operativas es lograr la efectividad de los planes. Este es el campo de estudio de la Investigación Operativa. Tenemos disponible la ciencia y todo el campo de las matemáticas, estadísticas y álgebras para su utilización. Obviamente, no son aplicables ni la tecnología ni el arte.

      La Dirección se estudia y aprende, individual y colectivamente (Anderson, et al., 2000), entonces, como el conjunto compuesto por decisiones de Estrategia (Política), de Administración (Planeamiento) y de Operación (Ejecución), en las que se utilizan, respectivamente, el arte, la tecnología y la ciencia, en descripciones de estado y descripciones de proceso, describiendo el mundo y prescribiendo acciones.

      05. La diferenciación entre elementos de valor y elementos fácticos y la argamasa de ambos que se produce en todas las decisiones de cualquier institución social hizo que Simon privilegiara específicamente su tratamiento en las instituciones públicas (Simon, 1983.c).

      En los comentarios al Capítulo III, hace esta mención y realiza su referencia a la aplicación en las instituciones privadas, a partir del cuestionamiento acerca de quiénes seleccionan los valores básicos institucionales y cómo se los logra, vinculando la manera en que se compatibilizan dichos fines con los fines de la comunidad en la que la institución interactúa.

      Su aseveración relacionada con la escasa discrecionalidad que tienen los participantes de la institución para establecer sus valores puede esquematizarse de esta manera:

Esquema

      En la figura queda evidenciado el escaso margen que tienen los participantes de las instituciones para la selección de valores. Es obvio que esta posición implica establecer como valor subyacente, como prerrequisito, la conciencia ecológica, es decir, el compromiso social de la institución con la comunidad en la cual interactúa, evitando las externalidades negativas. Señala Simon, también, que el mercado no alienta la generación de externalidades negativas y que la participación del Estado puede intentar resguardar el equilibrio con legislación que apoye y desaliente, respectivamente, a las positivas y negativas.

      Aunque se prefiera la expresión “efectos externos”, atribuida al Premio Nobel de Economía Ronald Harry Coase (Coase, 1990), Simon le otorga el conocimiento al lector del concepto de “externalidad”.

      Conviene, entonces, aclarar que el concepto generalizado de “efecto externo” o “externalidad” es la configuración de la situación en la que un determinado agente impone a otro (que no es parte de la transacción) un costo o un beneficio y, en el caso de la sociedad, cuando esta debe soportar la diferencia, que puede ser positiva o negativa.

      Lo más probable será que se hable de los “efectos externos negativos” o “externalidades negativas”, como, por ejemplo:

       La destrucción del suelo mediante deposición de residuos o alteración de la cubierta vegetal, provocando su erosión o empobrecimiento en nutrientes

       La contaminación de aguas superficiales, subterráneas o marinas por focos industriales o urbanos.

       La contaminación atmosférica por industrias, calefacciones, vehículos, aerosoles

       Las emisiones de ruido y vibraciones de baja frecuencia, de calor o de radiaciones ionizantes.

       La contaminación biológica por provocar la proliferación de virus o bacterias o por la introducción de especies animales y vegetales exógenas que alteran las cadenas tróficas.

       La degradación del medio