Название | No me digas que no podrás |
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Автор произведения | Sebastián Escudero |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Sanación en el Espíritu |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877620870 |
Entonces me puso la mano en el hombro y me empezó a conducir hacia el salón donde tendría que predicar. Solo me atreví a hacerle una pregunta más: “¿Y de qué tengo que predicar padre?” “De la santidad – me respondió, como para terminar de acrecentar mi pánico. Yo solo largué una carcajada… supongo que por los nervios. Pero tenía la suficiente confianza como para plantearle mis miedos: “Acabo de confesarme, Padre, y ¿tengo que predicar sobre la santidad?”. Entonces me dio una respuesta sabia, que yo las escuché como si viniera del mismo Dios, que me acompañarán toda la vida: “Si vas a esperar a ser santo para empezar a predicar no vas a empezar nunca”. Sin duda percibió que esas palabras no eliminaban mi miedo. Así que entregándome en mis manos su Biblia me dijo: “Cuando no sepas qué decir, cuéntales tu testimonio. Eso será muy fuerte para ellos”.
Y allí estábamos los dos parados frente a ese bendito salón lleno de jóvenes carismáticos. Qué desafío el mío, esos jóvenes no eran de una asociación intelectual de la Iglesia, eran jóvenes esperando un mensaje poderoso para ir a buscar a los muertos y resucitarlos.
Cuando comprendí que el momento de mi presentación era inminente no tuve mejor idea que recurrir a la lástima. Quizás así se conmovía el curita y entendía que no podía yo predicar; no al menos ese día. Entonces le recordé mi testimonio, mis enormes crisis de la infancia que me incapacitaban para poder dar este mensaje. Pero, como si no le hubiera contado nada, el sacerdote me hizo pasar, e ignorando completamente mi planteamiento, me presentó a los jóvenes anunciándoles que yo sería el encargado del mensaje de hoy.
Tremendo momento histórico de mi vida. Era un punto sin retorno, un momento decisivo para mi destino. Si volvía a fracasar quizás nunca más me pararía delante de dos o más personas a predicarles. Había que hacerlo. Así que empecé a hablar. Me invadieron los nervios y comencé a decir literalmente cualquier cosa. Hacía bibliomancia: abría la Biblia al azar y en el personaje que me salía hablaba acerca de su santidad. Debo haber canonizado hasta a Caín y a Judas. Pero de “algo” tenía que hablar.
El sacerdote me miraba con cara de arrepentimiento. Los jóvenes se reían disimuladamente; y otros se miraban con asombro por la capacidad que tenía para inventar cualquier cosa. Entonces recordé las palabras del sacerdote: “Cuando no sepas qué decir cuéntales tu testimonio”. Así que les pedí perdón por estar así de nervioso y empecé a narrarles de mi conversión. Sé con claridad que en ese momento exacto recibí el don de la Palabra. Algo sucedió en el ambiente. Mi lengua se soltó. Empecé a hablar fluido (2). Era la primera vez en mi vida que sentía su unción en mi ministerio. Los jóvenes quedaron impactados, varios de ellos no paraban de llorar, entre ellos el mismo sacerdote en primera fila.
Cuando terminé de predicar, el sacerdote me invitó a acompañarlo dar charlas a jóvenes de su congregación el siguiente fin de semana; sería un viaje al norte del país que incluía jornadas de evangelización en tres provincias.
Llegué a casa y le dije a mi mamá que tenía dos cosas para contarle: la primera, que acababa de dar el primer mensaje de mi vida, y me había ido perfecto. La segunda, si me daba permiso para viajar el sábado siguiente a predicar a Catamarca, Tucumán y Salta.
Así empezó mi ministerio, hace más de 15 años. Sin darme cuenta, mi agenda estaba llena de viajes alrededor de mi país y luego, del mundo, para hablarle a la gente acerca de su Amor. He visto a miles y miles de personas ser tocadas por Dios a través del tesoro que llevo en mi frágil vasija de barro. Y cuando alguien me pregunta cómo puede hacer para ser un predicador, como lo soy yo, solo les respondo que tiene que estar preparado, en el lugar exacto y a la hora indicada en que el Señor quiera levantarlos para dar un testimonio.
Y a todos los jóvenes que me dicen que quieren triunfar en el deporte, en la política, en la música, en el baile, en lo que sea, pero que tienen miedo, que se sienten demasiado jóvenes, demasiado sucios, inexpertos, con sueños que superan sus posibilidades reales, con incapacidades físicas, con una marca negativa en sus infancias…les respondo con una sonrisa lo que siempre me dice Dios a mí: “No me digas que no podrás”. Así se titula una canción que hicimos con el Espíritu Santo y que resume lo que entendí que me había dicho el Señor en aquellos primeros tiempos de mi ministerio:
NO ME DIGAS QUE NO PODRÁS
No me digas que no podrás
que eres muy joven para hablar
que estás impuro para empezar
a predicar la santidad
No me digas que no lo harás
que empezarás a tartamudear
que es muy difícil la ruta
y que no vas a llegar
No me digas que no podrás
Porque mi gracia te sostendrá
Debes sacar de tus labios
Las palabras “imposible de lograr”
Y no me digas que no lo harás
Porque mi brazo te ayudará
Debes sacar de tu mente el concepto
“Imposible de alcanzar”
No te debes acobardar
con las mentiras de satanás
ni se te ocurra mirar atrás
no dejes de soñar.(3)
1. Dicho sea de paso, en esa época me encontraba haciendo un discernimiento para entrar a una congregación religiosa y allí prepararme para ser sacerdote. Sentía el llamado a evangelizar y creía que la única manera posible era siendo sacerdote.
2. Así ha sido hasta el día de la fecha. Jamás volví a tener problemas de tartamudez en público, ni fobia social, ni pánico escénico, ni nada de eso. Ahora soy un predicador verborrágico que he llegado a predicar durante ocho horas seguidas en una ocasión; solo descansando para almorzar media hora. Es que cuando Dios hace los milagros, los hace bien.
3. Sebastián Escudero, Soy tu guardián, Levitas producciones. 2006.
CAPÍTULO 1
RECONCILIADOS CON NOSOTROS MISMOS
1. CAMBIA TU MANERA DE PENSAR
Muchos psicólogos y libros de autoayuda proclaman este principio: “Somos lo que pensamos que somos”. Pero esto no es cierto. Si yo pienso que soy un cocodrilo, eso no me convierte en un cocodrilo. Seguiré siendo humano. Hay que distinguir entre el “ser” y el “actuar”. El pensamiento no puede cambiar lo que somos, sino lo que hacemos. Es en nuestro actuar donde interviene el poder de la mente afectando nuestras vidas, no nuestro ser. Por lo tanto, la frase correcta sería: “Actuamos conforme a lo que pensamos que somos”. Y aquí sí podría suceder que si yo pienso que soy un cocodrilo voy a actuar como un cocodrilo…