Название | No me digas que no podrás |
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Автор произведения | Sebastián Escudero |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Sanación en el Espíritu |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877620870 |
Mentalidad de aprobado
Escudero, SebastiánNo me digas que no podrás / Sebastián Escudero. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Claretiana, 2021.Libro digital, EPUB - (Sanación en el espíritu)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-762-087-01. Superación Personal. 3. Autoestima. I. Título.CDD 158.1 |
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1ª edición, libro papel, septiembre de 2016
1ª edición libro digital, marzo de 2021
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Queda hecho el depósito que ordena la ley 11.723
© Editorial Claretiana, 2016
ISBN 978-987-762-087-0
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AGRADECIMIENTOS
A Belén Valdez, mi mariposita, mi mejor día de primavera; este es nuestro primer libro, juntos. Somos un equipo. Gracias por llenar de vida mi ministerio. Te amo.
A mi hermano de sangre, Hugo, quien junto a Dany y Juani son mi soporte familiar en esta vida.
A Matías Bermúdez, mi amigo, ahijado y hermano del alma; Dios nos sigue permitiendo trabajar juntos, mi negrito, tienes un talento extraordinario, te quiero mucho.
A todos los Misioneros Mensajeros de Jesús, quienes saben que cuando escribo un libro se trata de un “proyecto comunitario”; en especial a mi comunidad de origen La Visitación, en Córdoba.
A mi hermosa madre Ramona Taborda y al Instituto Religioso de las Mensajeras de Jesús en la Familia; su oración marca la diferencia en mi ministerio.
A mis alumnos, mis estrellas en esta vida, de quienes aprendo cada día mucho más de lo que quiero enseñarles. Sin ustedes todo sería distinto.
A los cientos de amigos que el Señor me ha regalado a lo largo del país y del mundo en mis viajes de evangelización. Gracias por estar siempre allí.
Al padre Alonso Sánchez M. y a todo el equipo de la Editorial Claretiana, por confiar en mí y abrirme las puertas de la familia editorial como plataforma de distribución y venta.
Y finalmente te agradezco a ti, señor Jesús, pasión de mi ser, por haberme ido a buscar en mi cueva personal y levantarme para ser una influencia para tantos hijos tuyos. Gracias por seguir creyendo en mí, porque pase lo que pase peleas a mi lado, porque nunca consultaste mi pasado para usarme, por decirme una y mil veces estos últimos 18 años: “No me digas que no podrás”.
PREFACIO
El anciano de 100 años está a punto de entrar a la habitación a contarle a su esposa que hoy es el día que Dios les había prometido hace 25 años atrás. Parado al frente de esa puerta, las dudas entran galopando a su corazón. No hay precedentes de semejante milagro. No es humanamente posible. ¿No será un invento de la mente, una ilusión humana después de tantos años esperando el hijo? De pronto, una suave voz le susurra en su interior: “Abraham… no me digas que no podrás”.
El anciano de 76 años está llorando emocionado en la sala de las Lágrimas del Vaticano. Miles de personas afuera están esperando que aparezca el nuevo pastor universal que guíe a toda la Iglesia. Millones y millones están observando en sus televisores que se abra la ventana mayor. De pronto un pensamiento viene a su mente como un aluvión: ¿es posible que un argentino sea el nuevo Papa? ¿Crees que estás capacitado para semejante misión? Pero otra voz interrumpe en su corazón: “Jorge… no me digas que no podrás”.
El joven judío acaricia los barrotes de ese oscuro calabozo en Egipto. Un suspiro acompaña un sueño que se le cruza por la mente: ser una persona de gran influencia para el mundo entero. Pero otro pensamiento corta ese suspiro como un rayo: “Nunca saldrás de este lugar”. Estaba destinado a convivir con las ratas hasta la muerte. De repente, una voz mansa le impide quebrarse por dentro: “José… no me digas que no podrás”.
El anciano está contemplando un nuevo atardecer, tan similar al de los últimos 27 años en esa cárcel de Sudáfrica; ya no quedan motivos para tener una esperanza de liberación, ya no queda tiempo para marcar la historia, demasiado anciano para soñar. Pero otra voz luchando en su interior le devuelve la paz: “Nelson… no me digas que no podrás”.
La muchacha de 15 años está todavía temblando luego de hablar con un Arcángel. La misión que se le acaba de encomendar es demasiado sublime, demasiado trascendental. Algo le quiere causar angustia en su corazón. Algo le dice que es imposible para un ser humano. Pero otra voz le susurra dándole la paz de que todo está en el plan perfecto de Dios: “María… no me digas que no podrás”.
Una monja jovencita está llorando mientras viaja en ese tren contemplando los cientos de rostros en su pobreza, en su miseria radical, clamando ayuda. Ella eleva una plegaria: “Señor, déjame ser la pluma que escriba la historia de Calcuta”. De golpe, el temor se apodera de su corazón: “No vas a poder hacer nada por ellos. Lo que intentes será inútil. Limítate a orar por ellos”. Pero en lo profundo de su ser, en un rincón de aquel tren, una voz le dice: “Teresa… no me digas que no podrás”.
El adolescente está retrocediendo frente a la violenta agitación de la espada de un gigante. El destino de toda una nación depende de esa pelea. Mientras procura recoger del piso alguna piedra, una voz le grita con vehemencia: “¡Jamás lo podrías vencer! Eres solo un niño frente al mayor guerrero de los filisteos. Esto no es un juego. Vuelve a tu casa.” Pero en su interior puede aún oír otra voz diciéndole: “David… no me digas que no podrás”.
Un niño está sentado en la oficina del director de su escuela. Están a punto de despedirlo del colegio porque es demasiado distraído y porque parece un enfermo mental. El niño no le presta demasiada atención, su mente está en algún lugar de las galaxias diseñando la teoría de la relatividad. Quiere marcar la historia cuando sea grande. De pronto escucha al director decirle a su padre: “Su hijo es un autista… nunca llegará a nada”. Pero algo dentro de él le dice con cariño: “Albert… no me digas que no podrás”.
El joven de 33 años está llorando lágrimas de sangre en el Huerto