Название | Güemes |
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Автор произведения | Alejandro C. Tarruella |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Los caudillos |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878303505 |
En Cotagaita, el río San Juan del Oro separa el camino a Suipacha y allí el general realista José de Córdoba contaba con un conjunto de fortificaciones, con armamento y soldados para impedir que los patriotas pudieran cruzar a Potosí. Güemes ordenó el ataque para probar a su caballería tarijeña en su bautismo de fuego. Tenía absoluta confianza en sus hombres. Cuando comprobó que era imposible pasar debido a las fuerzas desplegadas en el lugar, ordenó una retirada de modo muy ordenado para no perder hombres ni pertrechos. Podría estimarse que se preparó para una batalla cuyo desenvolvimiento iba a ser en el campo y en el tiempo, y su episodio final, sería Suipacha. Esas tácticas que creó sobre los hechos son estudiadas hoy en detalle en el campo militar.
Por su parte, Antonio González Balcarce, enviado por Buenos Aires para liderar las luchas en el Alto Perú, a la par que Juan José Castelli, hizo una interpretación personal de los hechos, ya que se adjudicó el triunfo y evitó mencionar a Güemes y a los salteños. Güemes podía ser utilizado, pero luego había que arrancarlo de la historia, porque en esa diferencia existía un asunto inconfesable: la definición del territorio nacional y el proyecto político. Los porteños no estaban dispuestos a dejar espacios para que líderes locales, caso Güemes que era un conductor no un mero jefe de milicias, dispusieran de poder. Lo cierto es que Cotagaita fue controversial a la hora de los diferentes relatos y algunos, incluso, ubicaban a Güemes luchando con los porteños cuando en realidad lo hizo al frente de las milicias de Tarija.
Triunfo en Suipacha
En la previa a la batalla de Suipacha, el general Balcarce dijo que no se debía abandonar al pueblo porque el enemigo tenía los ojos puestos en ese punto cercano a la frontera. En el atardecer del 6 de noviembre de 1810, Castelli en tanto escribió a Chiclana, en Salta, el mismo día: “Seré inoportuno hasta el extremo mientras no vea volar las tropas, mulas, mulas, mulas, víveres, víveres, dinero, artillería y cuanto hace falta para hacer tronar al Perú en este mes o tronar yo el primero”.
Por su parte, ese mismo día las milicias de Güemes fueron de Suipacha a Nazareno, distante poco más de media legua uno de otro, mientras el general Córdoba ocupaba Suipacha. Los realistas reunieron unos 200 veteranos de Chuquisaca, porque suponían que los patriotas estaban desmoralizados. Tenía información de que en sus mandos había opiniones antagónicas. Córdoba entonces apeló al terror y, al mismo tiempo, en las filas de Güemes se implementó una maniobra que consistía en hacer creer al enemigo que sus hombres no estaban en condiciones de enfrentarlo. Ficción y realidad se unieron en una rara amalgama que determinó un juego en el límite ya que, si bien existían diferencias, había conducción y Güemes era clave en ese orden. El jefe español amenazó a los pobladores de Suipacha y se dispuso a enfrentar a los patriotas. El historiador Vicente Sierra17 detalló que “para engañar al enemigo envió a Tupiza a un indio bien aleccionado, con la misión de difundir falsas informaciones sobre la moral de la tropa a su cargo. Llamado por Córdoba, el indio hizo a éste creer que los patriotas marchaban descontentos y mal armados”. Luego, Sierra continúa la descripción: “A orillas del río Suipacha […], el 7 de noviembre apareció la vanguardia de Córdoba […] González Balcarce había ocultado gran parte de su infantería y artillería entre los cerros y quebradas vecinas. Ambas fuerzas se dieron a la espera sin decidirse a entrar en acción, lo que determinó a Antonio González Balcarce a adelantar doscientos hombres con dos cañones, para provocar la lucha. El enemigo adelantó algunas guerrillas, ante las cuales los patriotas iniciaron una retirada en aparente desorden, al punto que hizo creer a Córdoba que huían sin presentar lucha. Imprudentemente dio orden de perseguirlos, avanzando con toda su fuerza hasta las proximidades de la quebrada de Choroya”. Había actuado allí la vanguardia salteña de Güemes, a la que se sumaron 275 soldados del ejército de Buenos Aires. Balcarce aportó 75 y Castelli 200 y fue la caballería la que puso en fuga a los españoles. La caballería eran Güemes y los salteños. No rehuían el combate ni consideraban a los porteños por fuera de su mapa de lucha.
Hay un detalle histórico que define el conocimiento del terreno que tenía el comandante salteño. El lado derecho del río San Juan del Oro era fangoso y por momentos impenetrable para quien quisiera deslizarse en el terreno. Las milicias tarijeñas de Güemes no fueron a ese espacio y se lo dejaron a los españoles para que se enterraran en el fango con su armamento. La batalla de Suipacha duró así unos pocos minutos, algo semejante a lo que sucedería dos años después en el combate de San Lorenzo con San Martín, que dejó llegar a los realistas para rodearlos y ganar el combate en escaso tiempo.
Varios historiadores remarcaron la importancia de la participación de Güemes. En su libro Suipacha, primer triunfo argentino es obra salteña, Figueroa Güemes coincide con Sierra: “La batalla de Suipacha fue librada por la vanguardia salteña reforzada con doscientos setenta y cinco soldados del ejército de Buenos Aires: setenta y cinco de Balcarce y doscientos de Castelli. La infantería porteña jugó su mosquetería, obró la artillería y cargó la caballería poniendo en fuga vergonzosa al enemigo. La gloria del triunfo corresponde a los salteños sin excluir a los porteños, pese a las omisiones, contradicciones, reticencias y ampulosidad de Castelli quien se preocupó solamente de poner flores en su altar”.
A su vez, Atilio Cornejo da otros detalles de la contienda y expresa que Zacarías Yanci,18 veterano de la Independencia, sostuvo: “El valor y habilidad de Güemes se habían hecho notorios en la jornada de Suipacha, donde al servicio del general Balcarce y al frente de sus tarijeños y jujeños no solo contuvo, sino que rechazó las fuerzas españolas acuchillándolas sobre ambas riberas del famoso río”. Por su parte, el historiador boliviano Bernardo Trigo, subrayó la presencia del salteño en Suipacha: “Cuando la derrota de Cotagaita, retrocedieron los patriotas hasta Tarija esperando en esa ciudad los cien soldados de Buenos Aires, los que incorporados a la unidad tarijeña presentaron combate en Nazareno o Suipacha. El que conducía el convoy de Tarija era el comandante Martín Güemes, que hacía su aparición en la escena histórica”.
La manipulación histórica
Castelli envió a la Junta de Buenos Aires, juntamente con González Balcarce, un parte en el que Güemes no figuraba presente el 7 de noviembre en Suipacha. No revelaba que el porteño, que se adjudicaba el triunfo sin ruborizarse, no participó de la batalla pues se encontraba en Yavi, a unos cien kilómetros de donde se realizó. Explicaban que luego de la victoria: “Siguen los nuestros la derrota hasta alcanzar los montados, y entre ellos el general Córdoba; y es probable que reforzado Balcarce siga hasta Cotagaita a atacar, y tomar los de la reserva, y franquear el paso para Potosí. Luego que tenga más circunstanciadas noticias reiteraré mi parte para satisfacción de vuestra excelencia bastando decirle que tengo en mi poder parte de los despojos del atolondrado ejército de los rebeldes, que sus banderas están en presa, que no contamos más que un oficial y seis heridos nuestros, y que no se sabe de nuestra tropa entrando las de Tarija, cual es la que mejor se ha portado”.19
En el parte que construyó Castelli, se dice que el ataque se realizó “con tanto esfuerzo, valor, firmeza y gallardía” y precisión que hizo estragos en los realistas y permitió vencerlos sin atenuantes en solo media hora de lucha. Huyeron por cerros y caminos secundarios, dejando a su paso banderas, armas y municiones. En cambio, Sierra reconoce que “El triunfo de Suipacha encontró a Castelli en Yavi, desde donde [8 de noviembre] despachó la primera información para la Junta, que amplió dos días más tarde desde Tupiza, mediante un parte completo de la batalla que fue conducido a Buenos Aires por el mayor de Patricios Roque Tollo”.
Era la comunicación que negaba por omisión la presencia de Martín Güemes. El diario La Gazeta20 daba cuenta del parte de Castelli que alardeaba al expresar “que el americano nacido para vegetar y vivir en la oscuridad” superaba a los realistas, y apuntaba que “se ha enseñado la táctica de fugar, manchando la memoria de nuestros abuelos y héroes de la milicia que ahora nosotros queremos