Güemes. Alejandro C. Tarruella

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Название Güemes
Автор произведения Alejandro C. Tarruella
Жанр Документальная литература
Серия Los caudillos
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789878303505



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en diferentes zonas del Virreinato del Río de la Plata un escrito fechado en Salta y firmado con el seudónimo “El Hombre”, que afirmaba que parte del pueblo y el consejo de España habían asesinado al rey. Consideraba que dichas razones le impedían a España esclavizar a América y proponía, entre otras cosas, solicitar la protección y amparo de Inglaterra ofreciéndole el comercio con el Río de la Plata y la designación de diputados por parte de todos los Cabildos del Virreinato, los que deberían reunirse en una “ciudad que sea como el centro”. Planteaba que mientras se buscaba a alguien cercano a los incas para rey hereditario, en falta de sucesión, los Cabildos gobernarían sin modificar ninguna ley.5 Es decir, que existía un clima que entre realidad y paranoia podría alterar la institucionalidad. Ese iba a ser el escenario para las acciones del joven soldado.

      Estima la historiadora Sara Mata de López que el anónimo en cuestión es un documento que permite analizar las formas de algunas ideas políticas y su divulgación en sectores populares o menos letrados. Indica también el rol de los rumores y la circulación de información distorsionada e intencional con expresiones anticoloniales respecto de España. No cabía duda de que existía una realidad en el estado de cosas que vivía España, unido a la intención inglesa de extender su “libre comercio” a la región del Plata.

      ¡Ahí vienen los ingleses!

      El salteño llevaba siete años en la milicia cuando estalló la Primera Invasión Inglesa al Río de la Plata. Los soldados invasores, al mando de William Carr Beresford, brigadier del Regimiento 71, desembarcaron en las costas de Quilmes el 25 de junio de 1806. Los soldados estaban inquietos ante lo desconocido y algunos creían que su fuerza organizada iba a ganar posiciones con cierta comodidad debido a la desorganización reinante y a la falta de una fuerza armada en condiciones de enfrentarlos.

      Tras el triunfo en la batalla de Trafalgar frente a la flota francoespañola, los ingleses habían redoblado su orgullo que pretendían imponer en todo el mundo. Por ello, eligieron el Río de la Plata, porque el derrumbe de la Corona española les daba la oportunidad de ser recibidos por el pueblo como aquellos que podían imponer la libertad y, en especial, la llamada “libertad de comercio”. El comodoro sir Home Riggs Popham, de la Royal Navy, fue quien planificó la operación. Había sido educado en Westminster School de donde pasó a la Armada después de un año en Cambridge y, desde el eurocentrismo excluyente, transitaba la soberbia y el sentimiento de exclusión. Lo diferente era para él lo bárbaro y lo desconocido, aquello con lo que se debía acabar.

      El historiador británico H. S. Ferns reconocería que la operación de ocupación de Buenos Aires se realizó tan a la ligera que fue “quizá la primera ocasión registrada en la historia en la que una operación tan amplia como la con-quista de medio continente se decidió en tiempo tan breve como un día y una noche”. Popham creía en la debilidad de las fuerzas españolas del Virreinato y, por lo tanto, entendía que no iba a existir resistencia naval y no estaba equivocado, dado que el fuerte de Montevideo estaba desamparado. Pero erró al imaginar que las fuerzas de tierra carecían de pertrechos y espíritu para enfrentarlos. Un dejo de soberbia debió consumir la ansiedad de los súbditos británicos a la hora de tomar su decisión.

      Mientras los ingleses llegaban a las costas de Quilmes, el teniente coronel Juan Antonio Olondriz le ordenó a Güemes que partiera hacia Córdoba con los jóvenes músicos para resguardarlos de la invasión. En tanto, el 27 de junio los ingleses se apoderaron del Fuerte y el virrey Rafael de Sobremonte, que había intentado una tibia defensa, abandonó la ciudad. La decisión del virrey estaba fundada en normas y disposiciones de emergencia previstas por la Corona española en caso de un ataque exterior. Ese plan de evacuación había sido establecido durante el gobierno del virrey Juan José de Vértiz, y, siguiendo esas directivas, el Tesoro también partió custodiado hacia Córdoba dos días antes de la partida del virrey. Sin embargo, los fondos jamás alcanzarían Córdoba, ya que los ingleses persiguieron y capturaron a los encargados de la misión en la zona de Luján. El 2 de julio, Beresford estableció las condiciones para la rendición de Buenos Aires. Días más tarde, con los caudales en su poder, envió en la fragata Narcissus, rumbo a Londres, la suma de 1 086 208 pesos plata, mientras el Cabildo pedía en vano justicia por el hecho.

      El asalto al buque Justina

      Güemes se encontraba en Córdoba cuando Sobremonte lo instruyó para regresar a Buenos Aires y ponerse a las órdenes de Liniers, a quien debía entregarle un despacho. Llevaba puesto su poncho y recorrería de un día para el otro 79 leguas, casi 400 kilómetros, por el camino de postas de La Candelaria, en tierras de Characato, que pertenecieron a la Estancia Jesuítica, en Córdoba. Partió el 11 de agosto y anduvo sin pausa 295 kilómetros ese día y 135 el segundo para alcanzar la ciudad del Plata, donde se unió a las fuerzas patriotas.

      Liniers llamó al cadete Güemes y le ordenó ir adonde