Название | Güemes |
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Автор произведения | Alejandro C. Tarruella |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Los caudillos |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878303505 |
La educación de Martín Miguel tuvo como escenarios a la ciudad de Salta y las estancias de Campo Santo, en la región de la Frontera. Allí aprendió a hacerse baqueano en una zona tropical cruzada por ríos torrentosos originarios de las altas cumbres y una selva que planteaba desafíos. Durante este período de su infancia y juventud vivenció la campaña y la ciudad como espacios diferenciados que precisaban de cierta capacidad de conocimiento sensible para moverse según sus códigos secretos. En las fincas de su madre, El Bordo y El Paraíso, supo de la estatura de los campesinos, sus silencios, su lenguaje parco y hondo, y las labores agrestes. El ámbito social al que pertenecía Martín Miguel le permitió alcanzar una buena educación. Sus primeros pasos en la escuela pública fueron en el Colegio de los Expatriados Jesuitas y contó con profesores como José Antonio Pinto, maestro de primeras letras, y el maestro de gramática, José León Cabezón. Hay quienes sostienen que incluso tomó una cátedra de arte, novedad en la época, que la departía el muy reconocido Manuel Antonio de Castro,2 en ocasiones, a domicilio.
Historiadores como Luis Oscar Colmenares y Luis Güemes dan cuenta de esa formación: “Existen asientos del padre donde figuran pagos por éste a educadores, pero sin decir a cuáles de sus varios hijos correspondían las clases dadas, como también expresiones de Güemes para con el doctor Manuel Antonio Castro donde lo llama ‘maestro y amigo’. Además, Toribio del Corro y José Andrés Pacheco de Melo dijeron haber sido condiscípulos del prócer. Por último, en su testamento de 1845 la madre consigna que tuvo gastos por la educación de su hijo Martín en la capital de Buenos Aires por el término de dos años”.3 Esto sería puesto en duda por José María Paz, Mitre y otros historiadores que recurrieron a la ficción para montar un relato afín a sus intereses.
Otros historiadores sostienen que, en Buenos Aires, Martín Miguel fue alumno del Colegio de San Carlos y que uno de sus compañeros habría sido Andrés Pacheco de Melo, salteño que fue diputado por Chichas al Congreso de Tucumán en 1816. Todo esto echa por tierra los infundios que activaron José María Paz o Bartolomé Mitre para presentarlo como una suerte de deportista de la violencia de masas sin contenido ni formación.
Cuenta el historiador Cornejo que “a fines del siglo xviii se encontraban destacadas en Salta algunas compañías pertenecientes a regimientos de Buenos Aires. Así, en 1787, figura el Regimiento de Extremadura. También aparece el de Dragones”, y sintetiza: “En 1790 encontrábase la 7ª Compañía del 3er. Batallón del Rey, ‘Fixo’ de Buenos Aires, destacada en Salta”. Ese iba a ser, en cierto modo, el lugar en el mundo de Martín Miguel durante varios años.
Sería su padre quien elegiría el rumbo de su muchacho de catorce años para que se sumara como cadete del Regimiento. El 15 de febrero de 1799, el Tesorero Ministro Principal de Real Hacienda y Comisario de Guerra, Gabriel de Güemes Montero, dejó expresado en sus escritos que el “Cadete don Martín Miguel de Güemes” ingresó al Regimiento de Infantería de Buenos Aires, 3er. Batallón de la 6ª Compañía destacado en Salta. Martín Miguel recorrió su región y ganó experiencia. Trajinó sus territorios, conoció a autoridades de pueblos y ciudades, siempre a caballo, y compartió la vida con sus compañeros de milicia en las fronteras y con los aborígenes de la región, de quienes aprendió a sortear obstáculos que ofrecía la naturaleza. No lo detuvieron ni el caudal de los ríos que se ensanchaban con los deshielos, ni la maraña de las zonas de selva intensa e impenetrable de yungas, ni aun cuando subió las montañas o soportó la escasez de oxígeno en la puna inhóspita. A lo largo de su vida lo acompañarían las imágenes del caballo, la extensión de los caminos ásperos, el rancho, el mate y la hora del fogón al son de una guitarra. El historiador Bernardo Frías detalló la sencillez con que recorría los montes y “cruzaba con igual facilidad un campo abierto y solitario con la celeridad del relámpago, o saltaba sobre obstáculos peligrosos sin disminuir la marcha o atravesaba la selva sin fin, espesa, enmarañada y espinosa donde casi no llegan a tierra los rayos del sol, tendido sobre el cuello de su caballo, jugando su cuerpo con destreza tal, que evitaba de ofensas a su cuerpo en el golpe de ramas y el choque de troncos, sin detener la velocidad de la carrera, persiguiendo sin descanso hasta recoger en el lugar oportuno, al ganado disperso”.4 Era un baqueano en la descripción que se hace en los pueblos.
En aquellos años, Salta era el centro por el cual pasaban los caminos que llevaban al Alto y Bajo Perú, a Chile, a Paraguay por las adyacencias fronterizas con Bolivia o a los ríos Uruguay y Paraná. Martín Miguel era ese muchacho temerario que iba a las quebradas del Toro, de Humahuaca, de Conchas o Escoipe, los valles de Lerma, el Calchaquí, de Siancas y atravesaba cerros, selva, montes, ríos y arroyos, mientras escuchaba la música del viento cuando la gente de los pueblos recibía a los soldados y los asistían solidarios. “Al frente de los ríos y la espina / y del tembladeral alucinado, / jefe de sombras por la noche pasas / mojado en su silencio como un astro”, lo trajo a nuestros días el poeta Jaime Dávalos en su Canto a Güemes.
Juana Manuela Gorriti lo describió de un modo majestuoso, destinado a ser recuperado por la historia en cualquier punto de su trayecto: “Un guerrero alto, esbelto y de admirable apostura. Una magnífica cabellera negra de largos bucles y una barba rizada y brillante cuadraban su hermoso rostro de perfil griego y de expresión dulce y benigna [...]. A su lado, pendiente de largos tiros, una espada fina y corva, semejante a un alfanje, brillaba a los rayos del sol como orgullosa de pertenecer a tan hermoso dueño”. Sin dudas, los hombres perduran en el tiempo también por el imaginario que el arte hace de su figura.
1 Atilio Cornejo es considerado uno de los máximos historiadores salteños, junto a Bernardo Frías. Su Historia de Güemes se conoció en 1944 y es un clásico.
2 Manuel Antonio de Castro, educador de Güemes, fue redactor de La Gazeta de Buenos Aires, que fundó Mariano Moreno el 7 de junio de 1810. Nació en Salta en 1772, estudió en la Universidad de Córdoba y se doctoró en jurisprudencia en Charcas junto a Mariano Moreno, con quien luchó el 25 de mayo de 1810. También fue director del periódico El Observador Americano, gobernador de Córdoba y presidente del Supremo Tribunal de Justicia, donde redactó el Código de Procedimientos de 1821. En 1816 editó la crónica de las sesiones del Congreso de Tucumán. En 1817 colaboró en la búsqueda de ayuda para Güemes en Salta. Fue redactor de la Constitución unitaria de 1826. Falleció en Buenos Aires en 1832.
3 Luis Oscar Colmenares: Martín Güemes. El héroe mártir, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1998, p. 18. Citado por el coronel (R) Lic. Miguel Ángel Huergo en “General Don Martín Miguel de Güemes: Conductor Militar”. Disponible en colegiomilitar.mil.ar
4 Bernardo Frías: Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta o sea de la Independencia Argentina, tomo I, Buenos Aires, Depalma, 1971, p. 113.
2
La hazaña
Tomar un barco inglés a caballo
Martín Miguel partió en 1805 a Buenos Aires para integrarse al Regimiento Fijo y completar sus cursos militares. Además, tenía la misión de acompañar a cuatro músicos salteños que iban a estudiar a la ciudad porteña. Los jóvenes se alojaron en el cuartel del Regimiento de Dragones, en momentos en que el virrey Rafael de Sobremonte y miembros del gobierno comenzaban a percibir el temor de una ofensiva inglesa en el Río de la Plata. Los rumores y noticias que venían del viejo al nuevo mundo animaban sus conjeturas.
En aquel tiempo, Martín Miguel tuvo que realizar diversas