La otra mitad de Dios. Ginevra Bompiani

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Название La otra mitad de Dios
Автор произведения Ginevra Bompiani
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9789878388465



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con minúscula. El Dios Padre y la Diosa Madre son ambos simétricamente mayúsculos.

      A veces he dudado entre la mayúscula y la minúscula, y no estoy segura de la decisión. Me excuso por ello y pido que simplemente se recuerde el criterio, y que en ningún caso quiero faltar el respeto a ninguna fe.

      4 ‘Abd Allāh ibn ‘Abbās (Medina 618 o 619 - Ta’if, 687 o 688) fue un Sahaba, renombrado teólogo por su gran conocimiento de la tradición del Profeta. Una advertencia: las transliteraciones adoptadas no son científicas sino que tienen el propósito de facilitar la lectura. Este criterio ha prevalecido incluso por sobre el de una uniformidad rigurosa.

      5 Carta de Einstein a Freud, Caputh (Potsdam), 30 de julio de 1932 en Sigmund Freud, Perché la guerra? (Carteggio con Einstein) e altri scritt, Turín, Bollati Boringhieri, 1975; trad. cast.: ¿Por qué la guerra? Correspondencia Albert Einstein - Sigmund Freud, Barcelona, Editorial Minúscula, 2001.

      6 No queda claro qué entiende Dios por “corrupción”. Sea lo que sea, no es lo que entendemos nosotros.

      7 Apocalipsis, 21, 16-23.

      8 Apocalipsis, 18, 15-17.

      9 Este llanto lo reencontramos en el canto melancólico de los poetas franceses del siglo XIX, que veían la destrucción de su ciudad como una dolorosa fuente de inspiración.

      II

      El hombre que odia la vida, que se avergüenza de ella, el hombre de la autodestrucción que multiplica los cultos de la muerte, que funda una unión sagrada entre el tirano y el esclavo, el sacerdote,el juez y el guerrero, empeñados siempre en perseguir la vida, mutilarla, hacerla morir a fuego rápido o lento, a enmascararla o a sofocarla con leyes, propiedades, deberes, imperios: esto es lo que Spinoza diagnostica en el mundo, esta traición al universo y al hombre.

      Gilles Deleuze, Spinoza. Filosofía práctica

      En un ensayo de 1942 (Capitalismo, socialismo y democracia), el economista Joseph Alois Schumpeter llamó “destrucción creativa” a un fenómeno de la economía de mercado que hace de la innovación el motor de un proceso capaz de elevar el nivel de vida de los países desarrollados en tal medida que las generaciones pasadas no podían siquiera imaginar. Pero este proceso no sólo es creativo, porque comporta un grado considerable de destrucción. Un costo que no es causa del azar, sino de una elección del Estado inspirada en las leyes de la economía de mercado.

      Cuando el flujo normal circular de la economía atraviesa una fase de crisis y de expansión, el Estado debe promover la innovación, escogiendo las empresas más aptas y dejando perecer a las otras.

      Esta legitimó la idea de que, como la destrucción es inevitable, debemos enderezarla hacia el progreso y la expansión. Y aunque muchos deban sucumbir, al menos podemos escoger a quiénes salvar. Ya que, según Freud, “no hay esperanza de suprimir las tendencias agresivas de los hombres”, no nos queda otra opción que volverlas a nuestro favor. La ley de la competencia y la del libre mercado permiten conciliar el mantra de la democracia con la guerra y la ruina, del mismo modo que la corrupción justificaba las masacres divinas. En estas triunfaba el “castigo”, en aquellas la “selección natural”. Dos visiones nacidas de una idea del origen del hombre distinta, pero convencida.

      En estos mismos años, “Gomorra” reaparece en una operación de guerra: la destrucción de las ciudades culpables que llevan a cabo los ángeles de la muerte. Entre 1942 y 1945 se arrojó sobre las ciudades alemanas más de un millón de toneladas de bombas.

      El placer que sienten los aviadores en el bombardeo, podría verse también como un rasgo del alado arcángel Gabriel.

      By God, that looks like a bloody good show [Por Dios, eso se ve como un maldito buen espectáculo], exclama uno de los bombarderos, observando el espectáculo desde el cielo. Y el otro responde: Best I’ve ever seen [Lo mejor que he visto jamás]. Y un tercero agrega con fervor: Look at the fire! Oh boy! [¡Mira el fuego! ¡Oh cielos!]

      En aquella noche fueron arrojadas diez mil toneladas de bombas.