La otra mitad de Dios. Ginevra Bompiani

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Название La otra mitad de Dios
Автор произведения Ginevra Bompiani
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9789878388465



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El primer héroe

       Los dos diluvios

       A quién sirve la escritura

       La guerra sangrienta

       El ombligo en el centro

       V. Regreso a Abraham

       La risa silenciosa

       Otra historia

       Re-epílogo

       Acerca de la autora

       Otros títulos

      La otra mitad de Dios es un ensayo filosófico que comienza con un comentario al Génesis, en particular el episodio de la destrucción de Sodoma por dos ángeles exterminadores. El libro se estructura según tres marcas de lo contemporáneo: la destrucción, la punición y la mistificación. Por un lado, se analizan los relatos fundantes de la tradición judeo-cristiana y la griega; por otro, los mitos de la tradición mesopotámica, poco conocidos pero muy influyentes, porque preceden y alimentan a las tradiciones judeo-cristiana y griega.

      Hay un paradigma que poco a poco sobrevuela el ensayo: el hecho de que en todos estos relatos la culpable por excelencia es la mujer. La otra mitad de Dios señala la desaparición, en nuestra memoria, de la Diosa Madre, que precedió al Dios Padre, y sigue presente de diversas formas en ambas tradiciones que conforman nuestro imaginario: la Biblia y la mitología griega. La diosa, que aún domina la mitología mesopotámica, y cuyo culto, derrotado por el patriarcado, previó un mundo compartido por el hombre y la mujer, sin pecado ni castigo.

      El libro es la experiencia de una forma crítica y reflexiva de sentarse a escuchar la voz y los silencios de la mujer en Occidente. Con una escritura que lleva el impulso oral y femenino de contar historias en presencia de otros.

      A través de una prosa sobria e inteligente, la autora va analizando detalles que resignifican cada una de las historias “primordiales” que cuenta para proponer una lectura que revela lo que esconden. ¿Podemos contar nuestra historia de manera diferente?

      Según Ginevra Bompiani “tenemos que interrogar nuestro imaginario, por qué queremos pensarnos como castigados y culpables; qué significa para nosotros la culpa, el castigo, la relación entre estas dos constantes de la historia humana [...] esto es lo que trato de hacer en este libro: cuestionarme el imaginario humano, qué cosa lo alimenta y lo retiene, entender si podemos elegir otra historia que nos deje ser libres”.

      Para Hana y Zana

      1 [...] “que tienen inteligencia de amor”. Referencia a Dante Alighieri, La vida nueva, cap. XIX, “donne che avete inteletto d’amore” [N. de T.].

      DESTRUCCIÓN

      Destruction’s our delight

      Henry Purcell, Dido and Aeneas

      2 “La destrucción es nuestro deleite, el deleite nuestra pena más grande.”

      Ícono que representa a los tres ángeles hospedados por Abraham en Mambre, alegoría de la Trinidad. Pintura del monje-artista ruso Andréi Rubliov (1360-1427), conservada en la Galería Tretiakov de Moscú.

      I

      1 Y los dos ángeles llegaron a Sodoma cuando anochecía, mientras Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Apenas los vio, Lot se levantó, fue a su encuentro y se inclinó hacia el suelo. 2 Y dijo: “Mis señores, venid a la casa de vuestro siervo: allí pasaréis la noche, os lavaréis los pies y luego, en la mañana, seguiréis vuestro camino”. Y ellos respondieron: “No, pasaremos la noche en la plaza”. 3 Pero aquel les insitió tanto que fueron con él y entraron en su casa. Les preparó un banquete, hizo cocer los ázimos, y así comieron. 4 Aún no se habían acostado allí cuando, los hombres de la ciudad, los habitantes de Sodoma, rodearon la casa, jóvenes y viejos, todo el pueblo. 5 Llamaron a Lot y le dijeron: “¿Dónde están esos hombres que entraron a tu casa esta noche? ¡Hazlos salir entre nosotros, para que podamos abusarlos!”. 6 Lot salió a la puerta hacia ellos y, después de haberla cerrado tras de sí, 7 dijo: “¡No, hermanos míos, no hagáis el mal!” 8 Escuchad: yo tengo dos hijas que aún no han conocido varón, las dejaré salir a la puerta y haréis con ellas lo que os plazca, siempre y cuando no hagáis nada a estos hombres, porque han entrado bajo la sombra de mi techo”. 9 Pero aquellos respondieron: ¡Cuánta habladuría! ¡Este individuo ha venido como extranjero y quiere hacer de juez! ¡Ahora te haremos más daño a ti que a ellos!”. Y empujando violentamente a aquel hombre, es decir a Lot, se acercaron para derribar la puerta. 10 Entonces los que estaban adentro extendieron sus manos, llevaron a Lot hacia la casa, y cerraron la puerta; 11 en cuanto a los hombres que estaban afuera de la casa, los golpearon hasta dejarlos ciegos, desde el más pequeño al más grande, para que no pudieran encontrar la puerta (Génesis, 19).

      Lo que distingue a Lot, el “justo”, de los habitantes de Sodoma es su hospitalidad. Los sodomitas no son hospitalarios: según algunos, es esta su culpa y no la lujuria. Pero Lot, que es un extranjero, no es hospitalario sino insistente: llama a los ángeles “Señores” y les ofrece alojamiento, aseo y protección. Con tal de protegerlos, estaría dispuesto a arrojar a sus hijas a la multitud, aunque eran vírgenes y estaban comprometidas. Es como esos comerciantes que persiguen a las personas para ofrecerles sus mercancías. En su mirada hay algo servil y astuto. No sabemos cómo lucen los ángeles, sino sólo que su armadura está hecha de luz, y que atraen a los hombres como un imán.

      Parece que uno de ellos era el Arcángel Gabriel, el mismo que echó a la primera pareja del Edén, el que dará a Mahoma la regla islámica, el ángel armado, el exterminador (y también el que asusta a la virgen María anunciándole un hijo). Y quizás el otro es Miguel, el arcángel armado según la tradición cristiana.

      Parece que después del incendio y la ruina de las ciudades, Dios castigó a Gabriel, no por haber llevado a cabo el exterminio sino por el placer que sintió al realizarlo.

      El ladrido de los perros llega hasta los habitantes del cielo. Después de Lot, los perros son los que olfatean las ruinas. Los hombres quedan sordos y ciegos hasta que la ruina se abate sobre ellos. Este momento suspendido en el vacío no los desvía de sus asuntos. Lot, en cambio, después de acoger en su casa a los ángeles de la destrucción, acepta sin discutir la propia salvación y deja la casa junto con su esposa sin mirar hacia atrás. No siente placer, ni horror. Tampoco intenta –como su tío Abraham, cuando los tres ángeles (uno de los cuales es el Señor) anuncian la destrucción de la ciudad donde vive su sobrino– regatear, convencerlos de salvarla, si encuentran al menos cincuenta, treinta,