Название | Economía del espíritu |
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Автор произведения | Dorothea Ortmann |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786124102578 |
En los decenios después de 1871 el desarrollo turbulento de la economía y la tecnología cambió sustancialmente la posición de Alemania en relación con los demás países capitalistas. El hecho más importante fue que Alemania desafió el predomino indiscutible de Inglaterra entre los años 1845 y 1890. Por ejemplo, en el año 1880, Inglaterra produjo más que el doble de estaño que Alemania (1.3 millones de toneladas anuales frente a 0.6 millones), pero veinte años más tarde la industria alemana de estaño aventajaba a la inglesa de una manera obvia (6.6 millones de toneladas frente a 4.9 millones de toneladas). En la producción de hierro crudo Alemania casi recuperó la ventaja enorme que Inglaterra mantenía en el año de 1870 (8.5 millones de toneladas en Alemania frente a 9.1 millones de toneladas en Inglaterra). De década en década, la ventaja inglesa disminuyó en otro producto clave: el carbón.
Lo particular de la situación de Alemania es que este rápido crecimiento económico fue generado por un pequeño grupo de industriales que buscaba mantener su monopolio. En lo político, encontramos una estructura que se forja sobre una mezcla de pequeña burguesía industrial y familias nobles que eran terratenientes o miembros del ejército. Como la unificación de Alemania de 1871 no había sido resultado de una revolución burguesa, como lo fue en su momento la de Francia o Inglaterra, sino fruto de una política militar y reaccionaria coordinada por Otto von Bismarck, el joven Estado alemán también asumió rasgos reaccionarios y militares. Eso se refleja claramente en la posición preponderante que ocupaba Prusia en aquella Alemania imperialista, reflejada en la representación de los escaños en el gobierno: de cincuentaitrés escaños, Prusia ocupaba diecisiete.
La formación de Alemania unificada fue, además, resultado de una guerra con Francia después de la cual Alemania ocupó la región de Alsacia, motivo de permanentes conflictos entre ambas naciones. Tenía, además, problemas en la frontera con Rusia, que gobernaba los territorios de Polonia. La experiencia vital de Weber transcurre entre estas dos regiones con conflictos fronterizos. Por ello, nos parece importante que el lector cobre conciencia de esta circunstancia histórica; no era casual que Weber prestara atención a ellas en sus trabajos. Como joven intelectual, asumía una posición nacionalista muy sensible hacia temas de seguridad nacional. También nos parece interesante y llamativo que los Estados Unidos compartiera, en cierta manera, problemas propios de la Alemania imperial: no tenía colonias y tampoco jugaba un rol importante en el mercado mundial. Por ende, todavía no se imponía política y económicamente sobre las demás naciones, pero logró desarrollarse, al igual que Alemania, de ser un país insignificante, a convertirse en una potencia mundial en un plazo bastante corto. Weber experimentó este importante y rápido proceso y lo siguió en sus trabajos sobre racionalidad, progreso y desarrollo. Su formación intelectual fue influenciada por el historicismo, representado por Theodor Mommsen y Leopold von Ranke. Estos dos personajes fueron grandes celebridades de su época y su influencia fue directa y muy pronunciada. Dado que Mommsen fue informante de la tesis doctoral de Weber, podemos decir que fue padre intelectual de nuestro autor. En lo filosófico, se percibe la influencia de Wilhelm Dilthey y Heinrich Rickert y sus propuestas de una «filosofía de la vida». De allí se entiende el deseo de Weber por participar de la reconstrucción del espíritu de la época y el interés de auscultar la disponibilidad de las fuerzas psicológicas en los portadores de una sociedad nueva, basada en una organización racional de sus quehaceres cotidianos.
La inquietud principal de Wilhelm Dilthey (1833-1911) fue la de devolver autonomía al pensamiento humano después de una larga influencia del naturalismo en la filosofía. Bajo la batuta de Dilthey, la filosofía alemana se desprende de un naturalismo filosófico que interpretó la vida humana sobre la base de relaciones mecánicas y causales de forma muy similar a los procesos de la naturaleza. Ya Immanuel Kant había intentado contraponer la percepción racional de la naturaleza al naturalismo filosófico. El filósofo de Kaliningrado del siglo XVIII descubrió que en la mente del observador no se produce una simple reproducción del objeto, sino que este queda siempre encadenado al fenómeno en varios procesos, por ende, se debe separar el objeto del fenómeno. El resultado al cual Kant llega es que el ser pensante capta solamente los fenómenos que luego la razón puede contemplar, pero no logra llegar más allá del plano de la contemplación, por lo que no capta al objeto en sí. El subjetivismo kantiano cuestiona que el ser humano pueda llegar a entender el mundo tal cual existe. Afirma que las ciencias naturales pueden describir el mundo natural y sus fenómenos, pero que la mente humana no puede presentarlo en su totalidad u objetividad porque sus representaciones quedan contaminadas por el factor subjetivo del ser pensante. Esto significa que se puede conocer descriptivamente la naturaleza —y esa es la función de las ciencias naturales—, pero no se llega a entender las relaciones vigentes entre las cosas y, por ende, no se comprende el mundo tal cual es. Por ello, la historia natural no coincide con la historia del pensamiento. El pensamiento está vinculado al ser pensante y sus explicaciones, lo que significa que la historia de la interpretación del mundo difiere y no puede coincidir con la naturaleza y su historia. Por lo tanto, se debe desarrollar una historia de las ciencias del pensamiento, que Dilthey llama «ciencias del espíritu». Con esta separación entre ciencias naturales y ciencias del espíritu, Dilthey apunta a una autonomía del ser pensante sin que este se deje dominar por el dictado de las ciencias naturales y sin la obligación de vincular el desarrollo humano con los resultados de las ciencias naturales (Dilthey, 1983:43).
A diferencia de Kant, quien en la Crítica de la razón pura pretendió basar su epistemología en las ciencias naturales, Dilthey intentaba fundamentar su proyecto, expuesto en Crítica de la razón histórica, sobre los cimientos de las ciencias del espíritu, subrayando así que la razón no debe ser entendida como algo estático, sino como algo cambiante durante el proceso de la historia. La razón refleja, en cierta manera, las actitudes y prácticas culturales del ser humano como ente histórico. Dilthey pretende demostrar que la cosmovisión o interpretación del mundo como totalidad no se forja ni a partir de una metafísica, ni de una interpretación teórica totalizante y abstracta, sino a partir de las experiencias vividas por las personas y ello impregna luego su cosmovisión. Ese proceso es parte de la fundamentación de las ciencias del espíritu y su método tiene que ser la comprensión de la vida y de la historia (Dilthey, 1983:60). La conciencia es la instancia que juzga y reconstruye la vivencia: «Mi conciencia es el lugar en el cual se encierra este mundo exterior, aparentemente inconmensurable y grande, así como la materia de la cual están hechos todos los objetos que se mueven en él» (Dilthey, 1986).
La argumentación de Dilthey es la siguiente: desde que la conciencia intenta entender la vida tal cual es, se logra superar a la filosofía abstracta que parte únicamente de posiciones teóricas y nunca podrá percibir las tensiones que existen entre cuerpo y alma, o entre vida exterior y vida interior. Los dos, el cuerpo y el espíritu, así como el interior y el exterior, están interconectados por la conciencia, dentro de la cual todo ya está dado. Aunque los procesos del mundo exterior se producen independientemente de la conciencia como procesos físicos autónomos, uno debe considerar que ellos existen solamente para la conciencia. Es la conciencia pensante quien otorga vida real a estos procesos. Sin nuestra conciencia los procesos no tienen ningún significado, pero lo reciben precisamente porque pensamos en ellos. Entonces, existe una estrecha relación entre el mundo físico real y el ser pensante, pero el planteamiento novedoso es que se tiene que tomar en consideración que la mente del ser pensante no capta el mundo como es, sino mediante sus sentidos y filtros psicológicos, que no reproducen el mundo tal cual es, sino en la forma como el ser humano lo entiende. Respecto de